Hoy, hace 36 años que el régimen dictatorial más sangriento de la historia argentina se instaló para “salvar del enemigo marxista” a nuestra tierra. Fue tal vez el proceso más dramático que nos tocó vivir como argentinos, fundamentalmente porque se instauró el terrorismo de estado como hilo conductor de la política de un gobierno de facto.
Podríamos decir que, luego de siete años, ese proceso se agotó y este ha sido uno de los hitos trascendentes para poder llegar a tener un sistema democrático que ya va a cumplir 29 años ininterrumpidos en el país.
Decir que el Proceso de Reorganización Nacional de 1976 fue un golpe de estado y solo los militares fueron sus artífices, es mirar con demasiada miopía nuestra historia reciente.
Sabemos con dolor, con pesadumbre y con absoluta seguridad que el aporte de civiles fue trascendente para tal empresa. Los partidos políticos también pusieron sus hombres al servicio de un plan que tuvo como norte exclusivo la instauración de un neoliberalismo a ultranza, sin miramientos y sin reparar en cualquier medio para su implementación.
Pero aquí quiero poner un punto de inflexión y reflexionar sobre datos que nadie me contó, que los viví de primera mano y que no son menores para explicar tanta barbarie.
Se decidió a llamar a elecciones democráticas en 1973. Dado que por la proscripción al peronismo —vigente en el país por el gobierno revolucionario encabezado en ese entonces por Alejandro Lanusse— Perón no podía presentarse. El armado apuntaba a que el próximo presidente eliminara la proscripción, para que Perón pudiera retornar al país y luego de la renuncia, se llamaran a nuevas elecciones. De ahí, se barajaron tres posibilidades: Cámpora, Benítez y Taiana. Su decisión se basó en que Cámpora era el más acorde a sus pretensiones.
El 11 de marzo de aquel año, la Argentina tuvo elecciones generales. Héctor José Cámpora, con el visto bueno de Perón en el exilio, ganó las elecciones con el 49,5% de los votos, el líder radical, Ricardo Balbín había salido segundo con un 21,3%, y, como el FreJuLi no había obtenido más del 50% de los votos, tenía que realizarse un ballotage entre la primera y segunda fuerza. Sin embargo, Balbín reconoció la victoria de Cámpora y renunció al ballotage. El delegado de Perón asumió el 25 de mayo de 1973, dándose así por finalizado el período dictatorial de la autoproclamada Revolución Argentina.
Perón regresó al país el 20 de junio de 1973. En un hecho conocido como la Masacre de Ezeiza, la izquierda peronista —Montoneros— y el aparato de la derecha sindical de la CGT se enfrentaron por el control del palco de honor, con un saldo de 13 muertos y 365 heridos.
Cámpora renunció el 13 de julio de 1973, dejando el camino libre para que Perón se presentara en las nuevas elecciones.
En los comicios que se celebraron, Perón ganó con el 62% de los votos contra el candidato de la U.C.R., Ricardo Balbín. Se convirtió en presidente por tercera vez en octubre de 1973 con su esposa: María Estela Martínez, más conocida como Isabel o Isabelita, como vicepresidenta.
Perón estaba viejo y enfermo, nadie es ignorante respecto a este detalle. Trajo con él desde España a un personaje que marcó la verdadera dirección que se le daría a ese gobierno que estaba destinado al fracaso: José López Rega.
Este nefasto protagonista, que no apareció de la nada, no fue un improvisado y no asumió sus roles por su carisma y su vocación de servicio, sino porque un líder como el presidente elegido por el 62% de los votos lo puso en funciones ejecutivas sin explicación alguna. Ese funesto personaje, esa lacra humana, esa escoria, formaba parte de un gobierno “democrático”.
La Alianza Anticomunista Argentina (AAA) que se atribuye a López Rega, comenzó a trabajar vigorosamente en el país. La izquierda peronista fue desechada por el general. Puede agregarse que esa izquierda fue usada por Perón mientras le fue útil y necesaria para sus planes. Cuando empezó a plantear sus verdaderos objetivos ya no servía más y en un discurso, que todavía recuerdo en una multitudinaria manifestación en Plaza de Mayo, los denostó y los echó.
La triple A se llevó puestos a dos mil argentinos en pleno proceso democrático. La violencia de esa organización formada por cuadros ultranacionalistas y mercenarios contratados por el mismo “brujo”, que a la postre era el Ministro de Bienestar Social, tenía como objetivo eliminar al virus del marxismo argentino. Pero en su escalada de violencia terminó acabando con vidas que inclusive no tenían nada que ver con ideologías políticas.
Perón murió en julio de 1974 y su viuda alcanzó el sillón de Rivadavia. Pero el poder real quedó en manos del ministro nazi-fascista. No hubo congreso que se reuniera para tratar un tema de tanta trascendencia. No hubo una Justicia que actuara de oficio. La Argentina siempre miró para otro lado.
El golpe cívico-militar del 24 de marzo nos “alivió” de la anarquía y de la falta de rumbo. El desgobierno “democrático” había terminado. Pero, hete aquí que la Triple A, si bien dejó de ser tal, continuó brindando sus soldados al Proceso de Reorganización Nacional.
El plan devastador ya estaba en marcha. Muchos festejamos la caída de la inoperante Isabelita y del siniestro López Rega, pero no imaginamos lo que vendría. Aunque viéndolo a la distancia, muchos sí imaginaban el destino que nos esperaba, algunos con miedo y dolor, otros con verdadera alegría y codicia. Los derechos humanos estaban abolidos desde hacía mucho tiempo.
El epílogo
Se instaló una democracia que educaba, que alimentaba, que curaba y que brindaba justicia en 1983, pero la matriz de una sociedad fracturada nunca terminó de enterrarse.
En el año 2003 asumió la presidencia con un 22% de los votos un gobernador santacruceño: Nestor Kirchner. Todos los datos de este personaje ya se conocen, pero me interesa recalcar que asumió habiéndose apropiado de los fondos de su provincia, los cuales nunca devolvió. Recuerdo sus palabras: “No se puede hacer política sin plata”. No voy a hablar de sus negocios. No voy a hablar de sus testaferros. No voy a hablar de su incapacidad de oratoria, pero con un objetivo claro y que supo transmitir en cada una de sus apariciones: el deseo unívoco de perpetrarse en el poder.
Fue el primero que planteó a la última dictadura como eje del mal y su política de derechos humanos fue bienvenida por todos, creo, que sin excepción. Se olvidó de que hubo otra parte de esa guerra sucia. Esa parte, no fue involucrada en ninguna querella. Estos también violaron derechos humanos e hicieron sus enormes negociados. Esos nunca pisaron un estrado.
El hombre se murió y dejó a su viuda. Una historia que parece ser una constante en la vida de los argentinos. Lo que aquel planteaba, parece hoy una utopía fantástica frente a lo que nos muestra esta mujer desquiciada.
Explotando la imagen de los derechos humanos, estimulada por la idea de que la “peor democracia es mucho mejor que la mejor dictadura”, no se frena ante nada ni ante nadie.
Todos los ministros, funcionarios y dilectos amigos del gobierno mienten y parece ser un mal menor. Se olvidan de que los derechos humanos son los derechos de los chicos a no padecer hambre, a comer, a nutrirse, a educarse, a gozar de un sistema de salud que los contenga.
Esta idea de que los derechos humanos fueron arrasados durante la dictadura y luego vinieron las reivindicaciones no puede ser digerida por aquellos que analizamos con algo de objetividad un proceso de degradación democrática cada vez más evidente.
La sensación que se quiere dejar hoy es que el paradigma de la restitución de los Derechos Humanos la tiene la primera mandataria. Gracias a un discurso falaz e hipócrita.
Comunidades enteras viven en la Argentina sin acceso al agua, a la luz ni al alimento básico. Ese es un derecho humano inalienable.
Miles de personas viajan todos los días sin saber si vuelven a sus hogares. Ya sea porque pueden quedar entrampados en un tren o pueden morir en un robo. La seguridad es un Derecho Humano indiscutible.
La primera mandataria se arroga un derecho que no le corresponde: ella es una administradora de un bien inconmensurable, la Nación, pero no es dueña del Estado. Nación y Estado son cosas distintas, por si no lo sabe.
Los poderes del Estado Nacional, como así también los provinciales son independientes. Es un derecho humano que no nos avasallen.
Mientras se llena la boca hablando de derechos humanos se autoestimula para decir que nunca hubo más libertad que hoy.
Jamás la escuché dar una conferencia de prensa. Jamás la vi en una reunión de gabinete. Jamás la vi hablar sin público comprado y aplaudidor. Y jamás le pedí que me diera clases de nada, no las necesito.
Explotar la violación de los derechos humanos en la última dictadura sin hacer nada por los derechos humanos durante su gestión, no es un buen síntoma.
Recuerdo las palabras en boca del marido de la viuda: “Antes de aplicar un ajuste nos vamos”.
Obviamente su viuda tiene memoria corta y profundizar el modelo también significó cambiar el rumbo hacia un destino incierto y no demasiado esperanzador.
Que no olvide la primera mandataria que yo siento que mis derechos humanos han sido violados flagrantemente. Muchos de mis hermanos argentinos sufren su política discrecional y pendular. Tener confianza en un gobierno también forma parte de los derechos humanos.
Dejo aclarado, aunque no haga falta, que para mí la democracia es insustituíble, pero no esta democracia. No soy partidario del stalinismo. Quiero otra cosa para mi tierra.
Un abrazo a todos.
Dr. Saúl Cymbalista
DNI 7823214