Señor director: ¿Es mucho lo que pretendemos sea realidad en nuestro país? Quisiera compartir con algunos mis nostálgicas "aspiraciones" de jubilado. En una de esas me he quedado en el tiempo y debiera haberme ido antes. Ahí van:
Aspiro a que los niños tengan derecho a nacer, crecer, y ser educados por un papá y mamá verdaderos (no por un señor disfrazado de mamá o una señora disfrazada de papá). Aspiro a que en las escuelas se les enseñen los contenidos aprobados por los padres, y no se les instruya según la ideología del estado de turno en contra de los valores culturales y religiosos de sus progenitores. Aspiro a que no se brinde pretextando “educación sexual” , instrucción sobre tema tan delicado con material no aprobado expresamente por los padres, e ilustrando sobre cuanto desvarío, aberración o perversión se les ocurra a los educadores o al ministerio correspondiente.
Aspiro a que no puedan exhibirse públicamente contenidos que atentan contra la inocencia de los niños mostrando pornografía o mensajes de perversión manifiesta, y que los que lo hicieran sean duramente penalizados.
Aspiro a que se enseñe que la familia es la célula primera de la sociedad, y que su formación habitual y conveniente parte del matrimonio entendido en principio como donación recíproca estable y fiel de un varón y de una mujer que comparten con amor un proyecto común normalmente abierto a la vida.
Aspiro a que los alumnos y sus madres o padres no insulten ni golpeen a sus maestros sin tener un castigo proporcionado y ejemplificador.
Aspiro a que la violencia ejercida por personas para evitar el libre tránsito de los demás, debe ser neutralizada por la fuerza pública y sancionados como corresponde sus autores por la justicia.
Aspiro a que los agentes del orden sean protegidos por la ley, de modo que toda violencia física ejercida contra los mismos —además de constituir un delito gravísimo—, los habilite para defenderse con el uso de las armas y la eventual eliminación de los agresores. La corrupción policial comprobada adecuadamente debe asimismo castigarse con el máximo rigor, y los salarios de los agentes de seguridad deben ser holgadamente suficientes para llevar una vida digna con sus familias.
Aspiro a que toda burla contra las religiones o símbolos religiosos en espacios públicos o en los medios sea sancionada en forma severa por la justicia.
Aspiro que en la Argentina se mantengan las imágenes de la religión católica (que es la fundacional y mayoritaria) en edificios y lugares públicos. Es lo que nos parece totalmente natural en los países Islámicos y Judíos cuando hacen lo propio con sus símbolos religiosos, y a nadie se le ocurre discutirlo.
Aspiro a que no se bastardee la educación y la cultura con una amañada historia oficial en la que se mienta u omita deliberadamente: En tres décadas se ha forjado la fábula oficial que trocó a los terroristas de los autodenominados “Ejército revolucionario del Pueblo”, “Fuerzas Armadas Revolucionarias”, “Ejército Montonero”, y otros —ejércitos irregulares— que atentaron contra el orden democrático precipitando su caída en 1976, en grupos de inocentes “jóvenes idealistas”. Si los militares de aquella época están presos y son juzgados, otro tanto debiera ocurrir con los ex integrantes de la guerrilla marxista que afortunadamente no llegó al poder.
Aspiro a que no se discrimine a las víctimas del terrorismo subversivo de los 70, dándoles por lo menos el mismo trato y resarcimientos del que gozan las víctimas de la represión estatal iniciada por orden del gobierno democrático peronista.
Aspiro a que toda persona armada que invada la propiedad ajena, pierda toda garantía de no ser atacado por los moradores; de otra forma se desprotege a las familias y a los más pacíficos propietarios.
Alguna vez podrá morir un inocente, pero de esta manera salvaremos la vida de miles de personas normales igualmente inocentes que además podrán vivir más tranquilas.
Aspiro que los funcionarios que no pueden explicar razonablemente un más que considerable incremento de su patrimonio sean investigados y juzgados de oficio, y condenados a restituir lo robado, a la inhabilitación para ocupar cargos públicos, y a la pena de prisión que pudiera corresponder.
Aspiro a que la corrupción desfachatada sea alguna vez castigada como se merece: no puede ser que la cárcel sea para los pobres y para los considerados enemigos por parte del poder político.
Aspiro a que se vuelva a garantizar legalmente mecanismos que impidan la perpetuación en el poder de presidentes o gobernadores en la figura a veces de sus familiares próximos , lo que se parece a una burla al espíritu de las leyes..
Aspiro a que todos los jueces sean de conducta personal y pública intachable: un malvado o pervertido en privado, será el mismo pervertido o malvado en la función pública, pues es la mismísima persona. Además, las acciones de prevaricato, —especialmente las que impliquen condenas indebidas—, y la aceptación de sobornos, debieran recibir penas severas y ejemplificadoras.
Aspiro a que la juventud no se deje instrumentar por la adulación y dádivas provenientes de la plutocracia inmoral y desfachatada al momento de autoproclamarse progresista y revolucionaria. Que no se conviertan por cobardía o por algunos pesos en repetidores automáticos de la “historia oficial” de los últimos 30 años sin tomarse la molestia de buscar la verdad abrevando en fuentes no funcionales al poder de turno, en los periódicos o diarios de sesiones de las cámaras, o en el testimonio de ciudadanos comunes que vivieron entonces.
Aspiro a que los distintos sectores de la sociedad no miren sólo por sus intereses: Una vieja táctica de los tiranos es “dividir para reinar”; y así la industria, el campo, los empleados del estado, los funcionarios de la justicia, los agentes estatales y privados de la salud ,los docentes, las fuerzas armadas, las fuerzas de seguridad, los sindicatos, los estudiantes, etc., son insensibles a todo aquello que no afecte directamente a sus intereses en general, y muy especialmente a su bolsillo.
Quiera Dios devolvernos la Argentina que otrora fue, pero mejor, sin los gérmenes de injusticia que nos permitieran llegar finalmente a la postración actual. Es seguro que Dios lo quiere así, pero respeta la libertad humana y hasta el momento parece que los argentinos no lo hemos querido.
Santiago Floresa
santiagofloresa@gmail.com