Mucho ha criticado el kirchnerismo (y toda vez que puede lo sigue haciendo la presidenta), las medidas económicas “neoliberales” que se impusieron en el país del 82 para acá. Tantas veces como pudo, la propia Cristina Fernández arremetió contra el uno a uno, la pesificación y el corralito; la pregunta es ¿Y ahora qué?
En este momento y debido a las medidas de restricción del dólar, implementadas por el gobierno nacional, se ha puesto un corralito a la divisa estadounidense, cercenando a cualquier ciudadano que quiera disponer de su dinero, tal como ocurrió hace 10 años con Domingo Cavallo, su gran mentor.
Es que hoy, cualquiera que tenga en un banco una cuenta en dólares, no los puede retirar por ventanillas y si se trata de una operación financiera, se lo pagan a 4,60 mientras el paralelo sobrepasa los 6 holgadamente. Un caso testigo nos toca de cerca con una persona que habiendo vendido una de sus dos casas, hace más de un año y medio ingresó a una cuenta bancaria el depósito en dólares y allí lo dejó hasta la oportunidad de realizar una nueva operación inmobiliaria, para resguardarlo de los ladrones.
Ahora, cuando fue al banco para retirar su dinero, le dijeron “dólares no, se lo tenemos que pesificar”. Es decir, que aquella furibunda críticas que le dispararon los Kirchner a Domingo Cavallo tenía poco de cierto, porque ahora, diez años después y en medio de lo que se autoreferencia como una política progresista, se aplica un corralito igual al del 2001, impidéndole al ciudadano común disponer de su plata como quiera.
La misma política, con caras distintas. Esto fomenta el cumplimiento a rajatablas de la premisa que por aquellos años comenzó a ser comidilla del pequeño y mediano inversor: la plata más segura es la que no está en los bancos. Hoy todos se quieren fugar del corralito K y harán lo imposible por cuidar sus ahorros. Una vez más, la realidad nos demuestra que los bancos y los políticos tienen algo en común: ninguno de los dos son confiables.
Rubén Lasagno
OPI Santa Cruz