A la luz de los acontecimientos, puede verse que la Argentina, se halla en un proceso de deterioro permanente, sin pausa y sin prisa. No parece haber un solo ámbito que no esté afectado por el virus del estancamiento. En este contexto, la economía es solamente un dato. Ahora, lo que urge interrogar es hasta qué punto, esta última, es determinante ¿Los argentinos estamos confinados a guiarnos y dejarnos llevar únicamente por el bolsillo, o si aún subsiste algún valor perdido en la noche de los tiempos?
De ser así, podría imaginarse en qué categoría obtendríamos un nuevo récord: el Guiness del disimulo. La evidencia es mínima, y difícilmente alguien descubra dónde radica la valorización argentina. Hoy en día, cotiza lo mismo la honestidad que la porfía.
Ahora bien, si la respuesta es afirmativa, la decadencia continuará con su crecimiento inalterable pues, ésta, es mucho más rentable para un gobierno que reduce la política al clientelismo y, consecuentemente, se ve favorecido por la ignorancia y el servilismo.
¿A qué viene este planteo? Lo explicaremos sin demasiado rodeo. Los primeros años de las presidencias del kirchnerismo se caracterizaron, según las crónicas de la época, por un crecimiento económico medido en orden de tasas chinas. Eran momentos agraciados en los cuales comprar un plasma, adquirir un nuevo electrodoméstico, huir a la costa durante un feriado, se convertían en el paradigma del progreso ciudadano.
Era feliz aquel que, para el Mundial 2010, ya tenía colocado un LCD en su domicilio. Como cierto porcentaje de la clase media logró hacer realidad el sueño argentino, es decir, observar cómodamente a través de la última tecnología, como derrotaban a un seleccionado de fútbol embebido de egocentrismo e idolatría (Diego Maradona lo conducía), no había en el país "sensación de inseguridad", preocupación institucional, ni ninguna de esas "rarezas" que existen hoy en día.
A veces, parece que los males crónicos afloran de la noche a la mañana cuando, si bien se mira, se puede ver su origen enquistado en la raíz misma. Lo cierto es que, al amparo de algunas memorias, la Argentina de las primeras presidencias kirchneristas, era un vergel digno de repetirse hasta el fin de los días. Así se explica, al menos, la reelección del kirchnerismo en la figura de Cristina.
Más engorroso resulta analizar, sin duda alguna, la segunda victoria de aquella, pero eso lo hemos hecho en su momento, de manera que mejor regresar a lo nuestro: el perenne "aquí y ahora". Cuando no se ha cumplido todavía un año del último comicio, la sociedad, como si hubiera sido tocada por un Harry Potter nacional y popular, comienza a vislumbrar que hay "cosas" que no funcionan, aún cuando nunca antes funcionaran de la manera adecuada.
¿De dónde emerge esa magia ciudadana? Más que de una madurez, esperada como Vladimir y Estragón esperaran a Godot, en la obra de Samuel Beckett, posiblemente emane del oscuro objeto del deseo: el dólar, secuestrado por la "teoría económica Kicillofiana", y mantenido gracias a San Cepo, santo argentino del progresismo. Pero claro, este sería un detalle no conveniente de revelar si quiere mantenerse la ilusión de una sociedad finalmente emancipada. ¿Será...?
Lo cierto es que, la perspicacia de un escenario viciado, y de una decadencia inflacionaria no revela un alto grado de inteligencia. No hay novedades a ser develadas. Desde hace casi diez años, el país viene sufriendo los embates de una política concebida como una batalla permanente donde medir fuerzas, aún cuando no hubiese oponentes ni adversarios a la vista.
Nada se ha modificado sustancialmente desde el año 2003. Al menos, nada de lo que debiera ser evaluado, a la hora de considerar otorgar un cheque en blanco a una Presidencia. El desmantelamiento institucional comenzó a menos de un mes de asumir Kirchner al poder. En Mayo de 2003, a días del desembarco santacruceño, las Fuerzas Armadas fueron diezmadas sin explicación y sin causa. El kirchnerismo mostraba de ese modo cuál serían sus armas.
Desde entonces, el escenario político continuó siendo un circo romano: entreteniendo al pueblo, desangrando instituciones y ciudadanos, y jaqueando impunemente todo lo que se presente. El jefe ganaba popularidad no por hacer sino por disimular la destrucción cotidiana. A dos años de su asunción, hasta la Iglesia había sido cuestionada y limitada. El 25 de mayo de 2005, los Kirchner lograron, por primera vez en la historia, que el tradicional Tedeúm no se oficiara en la Catedral Metropolitana,
No escaparon a la guerra kirchnerista ni los medios de comunicación, ni los dirigentes de la década del 90 (salvaguardando excepciones, y midiendo el "quiénes", con una memoria moldeada convenientemente...) Tampoco quedaron fuera de contienda, la clase media y la Justicia. Hasta el mismísimo movimiento justicialista fue agredido y dispuesto para batirse a duelo con una transversalidad que, más que fuerza política, era otra entelequia oportunista.
Quizás, la única diferencia entre este ahora y aquel entonces, radica en la caja que, desde el primer día, se convirtió en alfa y omega de la gestión kirchnerista. A través de la inolvidable "pesificación asimétrica", Eduardo Duhalde y Roberto Lavagna le dejaron al santacruceño, las arcas suficientemente preparadas para la gesta que se iniciaba. Luego, las lágrimas de aquellos, fueron vanas.
El resto no varió un ápice si se analiza tanto el modus operandi como las consecuencias que fueron surgiendo, a medida que el oficialismo se afianzaba en Balcarce 50. Esto incluso es válido para entender el cómo, el cuándo y el por qué, Néstor Kichner, se fue...
No hay casualidades ni destinos implacables, o condenas conspirativas a las que culpar por la coyuntura que no ofrece caricias. Lo que hay es cosecha de lo que se ha sembrado en los últimos diez años. Cristina ni siquiera inventó la sistematización de la mentira ni mucho menos, el incordio al que estamos sometidos sin hallar salida.
Ahora bien, tampoco los argentinos fuimos ajenos a este proceso. Nuestra colaboración fue necesaria, y en la mayoría de los casos, es dable reconocer que, también fue, tristemente, voluntaria.
Por lo dicho, es tan importante saber la respuesta a la pregunta primera: ¿Hasta qué punto la economía es determinante para la ciudadanía? Si el bolsillo satisfecho, permite que todo lo demás sea avasallado sin que movamos un dedo, entonces sepamos que, el mundo, puede otorgarle a la Presidente una nueva oportunidad para ser perdida, y un renovado viento de cola, asido de la "madre soja", puede llevarla hasta el cuarto oscuro donde se vota.
Obnubilados así por la tecnología 3D, es factible que los argentinos, esperemos el mundial 2014 cómodamente sentados en nuestro domicilio, mientras en el Congreso, la Carta Magna vuelva a ser impunemente manoseada. Violada.
En ese caso, la complicidad también habrá que pagarla, pero probablemente, el costo sea la libertad y con ella, la propiedad privada...
Que los políticos peleen por el 2015 y el sillón de Rivadavia, pero, simultáneamente, que el pueblo se ocupe del 2013. De lo contrario, ni un televisor que permita hablarle en forma directa al árbitro, hará la felicidad de los ciudadanos.
Gabriela Pousa
Economía para Todos