El pasado 6 de agosto, la noticia apareció en todos los medios de comunicación: “Unas 17 personas de nacionalidad colombiana, fueron detenidas acusadas de ejercicio ilegal de la medicina; por ofrecer por internet y con afiches callejeros, prácticas y pociones curativas, inclusive contra el cáncer. También se incautó cocaína y otras sustancias químicas”.
Cuatro allanamientos dieron como resultado la múltiple detención en el marco de una investigación llevada adelante por la Policía Metropolitana. El grupo, denomindo
La noticia se diluyó y todo sigue como antes. No se toma en serio el peligro que representan las pseudociencias que, con diversos nombres, se ciernen sobre el horizonte de sucesos, hoy arropadas como “maestros sanadores” o “licenciados en ciencias paranormales”; ayer y siempre con "gurús” de medio pelo, como Claudio María Domínguez, o los pícaros pastores de
Así, hay de todo, como en botica. Las pseudociencias están en auge y se divierten. Homeopatía, flores de Bach, medicina antroposófica, curaciones “por la fe”, parapsicología, mentalismo, videncia, astrología, ufólogía, psicoanálisis y cientos de etc. Y ya se sabe, a río revuelto, la ganancia está en los astutos pescadores. Con mil nombres diferentes, “el monumento de la ignorancia” se levanta sobre nosotros, lucra y perdura. Los nescientes consumen, unos se hacen los distraídos y otros critican, investigan y denuncian.
Hay que repensar esta la problemática asociada no sólo a la práctica ilegal de la medicina (art. 208 Código Penal), a la usurpación de autoridad títulos y honores (art. 246 y 247 ibídem), sino a la complicidad de los hegemónicos medios de difusión y la inacción del Estado. Los señores de
¿Por qué tanta cháchara mediática para atrapar a estos extranjeros charlatanes pseudocientíficos de poca monta, y no poner el ojo fiscalizador en otros “macaneadores” más poderosos, que invaden e infectan la comunidad organizada? Tales son los casos paradigmáticos de Claudio María Domínguez o
Del charlatán Domínguez, ya se ocupó quien escribe estas líneas en otra oportunidad. Es necesario hacer foco en la terrible experiencia que pasa el espectador al ver “los programas” (guionados con testimonios ad hoc) de la esquiva Iglesia Universal del Reino de Dios. “Esquiva”, ya que “los testimonios” montados, como los conductores de estos envíos diarios (léase el adalid, “Obispo Romualdo”), sortean la usurpación de autoridad, títulos y honores , y el abuso de la credulidad pública. Pero claro, ahora colocan un epígrafe: “consulte a su medico”. Al tiempo que el mensaje es eficaz. Las personas describen un hecho muy grave de salud, desesperante, de destrucción de todo lazo familiar y afectivo, y claro, al llegar al “Cenáculo” (templo), todo lo que aliena queda atrás.
La semiología discursiva es simple y básica. Saben contar bien el cuentito y se divide en tres actos: la introducción (a menudo similar), los vocablos son ajenos a la persona que testimonia. El desarrollo: todas las narraciones refieren visiones de cosas raras (epifanías), escuchan voces remotas (¿?), dolores de cabezas y toda dolencia manifiesta. Que consultaron a médicos, psiquiatras y psicólogos. El pronóstico es crítico. Conclusión: que vieron la luz al acercarse a las reuniones de sanación o cadenas de salvación. Que ahora no toman medicación, su suerte ha cambiado, mejoró o consiguieron trabajo estable, y mil etc. disparatados como estos.
¡Aleluya, ya están sanados! Paradójicamente, no mencionan la palabra curación, sino sanación. Muy listos, saben que el Código Penal Argentino, no habla de “sanar”, sino de “curar”. Por aquello que sanar se vincula a “asanas” (vocablo ligado a prácticas orientales holísticas), de sanar el espíritu, de armonizarlo), y “curar” (curare: de cuidar el cuerpo, de raigambre occidental), a las ciencias médicas. Pese que en occidente, sanar y curar poseen las mismas acepciones lingüísticas: restablecer el estado de salud.
Haciendo un reduccionismo lógico, la problemática entronada en la pantalla es siempre grave, acuciante y mortal. Las ciencias de la salud quedan desvirtuadas, y el charlatán del Sr. Romualdo, exultante, exclama en plano frontal: “¡Para Dios todo es posible!” Los testimonios se sonríen y están “liberados” de toda atadura natural/ sobrenatural. La estafa por la fe se recrea día por día. Comercio fácil y fecundo.
En fin, dicha picardía les da rienda libre para seguir lucrando. El negocio de abusar de la credulidad pública con lenguaje y prácticas pseudocientíficas está en su apogeo. Las sociedades modernas con mentalidad pro científica, deben vacunarse y generar anticuerpos ante esta afrenta que atrasa. Manipular a las personas por medios de enfermedades, demonios y otredades, nos coloca a las puertas del medioevo. ¿Debemos soportar tanta estupidez? Camarón que se duerme, lo arrastra la corriente.
Gustavo Contarelli