Así como las morfologías de los supuestos seres inteligentes de otros microuniversos hay que concebirlas muy dispares de la figura humana, también sus mecanismos psíquicos habrá que aceptarlos completamente disímiles de los nuestros.
Nuestro conjunto de reglas morales, por ejemplo, apareció como una necesidad existencial frente a nuestra índole contradictoria, ante nuestras tendencias hacia las conductas negativas para nuestra especie que, libradas sin freno nos llevarían hacia la autodestrucción.
Sin embargo, no poseemos una verdadera conciencia de las causas de la aparición de nuestras reglas éticas, y nos inclinamos a creer que estas normas existen más allá del hombre, como algo sagrado escrito en un mundo intemporal con carácter de eternidad No nos percatamos que, si fuera posible suprimir todas nuestras inclinaciones hacia la maldad, entonces la moral y todas las leyes penales carecerían de sentido.
Nuestros conceptos del bien y del mal se hallan tan arraigados que no podemos concebir un planeta sin luchas por egoísmo. Proyectamos nuestra índole belicosa, territorialista e intolerante, hacia otros supuestos seres, y creemos que en todo lugar donde haya inteligencia debe existir necesariamente el egoísmo y la agresividad. Así es como se afirma que: “Siempre que tenemos una civilización, tenemos imperialismo”. (Véase Carl Sagan, “Comunicación con inteligencias extraterrestres, Barcelona, Planeta, 1980, pág. 172.
Sin embargo, la existencia de seres inteligentes de otros mundos podría hallarse asentada sobre una base de pura solidaridad. La sociedad allí de existir, podría encontrarse coordinada de tal modo, que ser malo sería un imposible.
La propia selección natural se podía haber encargado de eliminar todo estorbo para la pacífica marcha de la sociedad.
Otro motivo de limpieza de la especie o colonia, puede ser la misma comunidad que se haga cargo de la eliminación inmediata de todo individuo que con su voluntad y accionar pusiera en peligro la supervivencia de la sociedad. ¿Serían entonces, por esto, indiferentes al sentimiento? ¿No experimentarían remordimientos por la eliminación de uno de los suyos como nos ocurriría a nosotros, los terráqueos, si optáramos por aniquilar directamente y sin miramientos a todos los criminales, sin ofrecerles oportunidad alguna para la enmienda?
Sin embargo, una sociedad donde todo ser aberrante fuese eliminado apenas diera síntomas de maldad, marcharía armónicamente de modo permanente gracias a un método que para nosotros es una monstruosidad.
Pero este sistema social de permanente purga, dejaría de ser una aberración si de esta manera se salvaguardara la integridad del conjunto y si ésta fuese la única fórmula para lograr paz y armonía par todos.
También puede tratarse de una serie de interrelaciones ecológicas tan estrechas e inviolables con otras especies o colonias, que una sola falla en un miembro componente minaría la misma existencia de toda la comunidad.
Son concebibles múltiples formas de convivencia que pueden dar origen a un psiquismo dispar al nuestro.
No obstante, no todo deben ser bondades en materia de exobiología, según nuestro natural deseo de que las cosas sean diferentes de nuestra inicua sociedad. También se puede dar lo opuesto. Podría tratarse de seres inteligentes infinitamente más agresivos que el hombre, embarcados en constantes luchas entre sí mucho más crueles que las acaecidas en nuestro planeta. Esto puede ser así, porque nada nos puede garantizar una vida pacífica y armónica en ningún lugar del por mí denominado Macrouniverso contenedor de “universos” menores.
Podemos concebir sin ambages de ninguna naturaleza, a voluntades lanzadas permanentemente unas contra otras, con ansias de destrucción, con la única finalidad de sobrevivir y sacar el mejor partido de la existencia. Todo como una ley absoluta sin cabida para ninguna clase de regla moral.
En esta hipotética, pero muy posible sociedad de individuos en continua cacería y destrucción de sus propios miembros, las bajas podrían hallarse compensadas por una extraordinaria capacidad reproductora, como la que presentan por ejemplo los peces en nuestros mares.
Todo esto y muchos otros horrores son posibles, porque no existe ley natural alguna que impida tal estado de cosas. Incluso podemos imaginar a seres inteligentes superiores al hombre, de gran sensibilidad exquisita, esclavizados de por vida por otros seres de inteligencia aun superior a la de ellos pero sin moral alguna. Así como también a seres inteligentes condenados al sufrimiento, martirizados por placer morboso de otros especimenes superiores pero aberrantes, de naturaleza sádica.
Todo es posible en este Macrouniverso donde todo se halla librado al acaso sin finalidad alguna y, por supuesto sin leyes éticas intemporales eternas, y sin siquiera la existencia de entes con voluntad y poder (llamémosles hipotéticos dioses) separados de la esencia del universo o inmanentes a ella, con capacidad de encaminar hacia el bien toda situación inicua instalada en este Anticosmos.
El único consuelo que nos queda a los terráqueos no creyentes en un orden trascendental, es el pensamiento de que nuestro universo es una constante y eterna catástrofe que a la larga pondrá fin a las posibilidades de generación de formas de vida.
Este final sobrevendrá una vez absorbidos los microuniversos en el Todo universal, con la pérdida definitiva de los objetos (átomos) y leyes naturales.
Hacia este anonadamiento será arrastrada toda posibilidad de vida con todas sus inicuas lacras implicantes de modo que, al no poder ya reaparecer ese fenómeno, se cerrarás las puertas para el horror y el dolor que le son inherentes. Esta es mi cosmovisión.
Ladislao Vadas