El último domingo, el programa de Lanata empezó con un video de un periodista oficialista formoseño criticando el famoso “fuck you” de Lanata. Alegaba que se trata de un gesto violento y, además, en idioma “colonialista”.
Reconozco que cuando vi el primer programa de Periodismo Para Todos (PPT) me chocó un poco el tema del fuck you. Pensé para mis adentros “¿para qué?”, “¿con qué necesidad?”. Estábamos todos a la expectativa de cómo Lanata iba a pegarle al gobierno, y apareció con una canción llena de fuckyous y pidiéndole a la gente que mande el suyo. Naturalmente, todos interpretamos torpemente que el fuck you estaba o pretendía estar dirigido contra el gobierno. Jorge ni se gastó en explicar. Se limitó a decir que la canción había sido elegida porque en su momento se había constituido en una especie de canto de protesta contra el conservadurismo en el mal sentido de la palabra.
Como era de esperar, el fuck you de Lanata despertó polémica y fue usado por periodistas y dirigentes oficialistas para demostrar el grado de violencia que se escondía detrás de la conspiración político-mediática opositora. Personalmente, empezó a llamarme la atención la importancia que le daban al fuck you los kirchneristas, lo mucho que les molestaba, cuando no había estado dirigido expresamente contra el gobierno y cuando, si se quiere, desde los discursos y la propaganda kirchneristas se desprendía igual o mayor violencia, con nombre y apellido y desde espacios y con recursos públicos.
Ya en el segundo programa Lanata se vio obligado a aclarar que el fuck you no estaba ni pretendía estar dirigido contra el gobierno. Dijo que cada persona podía dirigirlo contra aquello que la escandalizara, contra cualquier situación de injusticia que le resultara intolerable. El fuck you, entonces, condensa la indignación ante la injusticia. Hoy por hoy la mayor parte de las injusticias del país pueden estar conectadas en última instancia con el kirchnerismo, pero el fuck you viene sin nombre y apellido. Queda a la interpretación de cada uno.
A diferencia de las agresiones provenientes de los discursos de Cristina en cadena nacional contra periodistas críticos, de la propaganda difamatoria de dirigentes opositores con fondos públicos de 678 o de los spots del gobierno contra gobernantes locales díscolos, el fuck you no necesita nombre y apellido. No es una expresión de odio, sino de indignación. No apunta a personas determinadas en última instancia, sino a la dignidad humana que esas personas pisotean. No pretende llenar de odio a la gente, sino enseñarle a animarse a expresar la indignación que le genera la injusticia y a hacer algo con ella.
Es por todo esto que en el kirchnerismo hubo tanto revuelo por un simple fuck you anónimo. No es por la violencia que pudiera llegar a representar, ya que la violencia es moneda cotidiana en el discurso oficial y es a ellos a quienes les conviene la violencia, a quienes les conviene ensuciarlo todo para que nadie ni nada pueda alumbrar la realidad.
Si el problema fuera la violencia no sería precisamente un periodista alineado con Gildo Insfrán el que se escandalizaría. Si el problema fuera la violencia el kirchnerismo debería empezar por dejar de asociarse con los barras, de premiar y reclutar presos con prebendas, de reprimir y discriminar a los pueblos originarios, de financiar aparatos clientelares y fraudulentos, de armar Estados paralelos ajenos a la ley, de avalar y practicar la corrupción a mansalva o de tildar de “traidor” o “enemigo” al que piensa diferente o denuncia los abusos del poder.
El problema es la indignación. Les molesta que la gente se indigne con la realidad. Les molesta que la gente sienta y piense con independencia del gobierno y su discurso oficial. Eso es lo que causa tanto rechazo en un fuck you anónimo, no dirigido contra nadie en particular y acompañado con una melodía más propia de un movimiento pacifista que de cualquier otra cosa. Molesta, más aún, que la gente exprese masivamente su indignación, que experimente la plenitud y la tranquilidad de conciencia que emanan de sentir que, dentro de las humildes posibilidades de cada uno, se ha hecho lo correcto.
Rafael Eduardo Micheletti
Rosario, Santa Fe
rafamicheletti@hotmail.com