Uno se asombra —o no tanto— al ver que en cada discurso de Cristina figure una imagen de Perón, o de Eva, o de los dos al mismo tiempo, dejando bien en claro sus influencias políticas e ideológicas, y trayendo a la discusión cotidiana viejas rivalidades que se creían sepultadas luego de la vuelta de la democracia en 1983.
Cuando allá por diciembre de 2001 la gente exclamaba “que se vayan todos” de la política argentina, se hacía referencia clara a toda la clase política reinante desde hacía diez años atrás con el menemismo. Allí se desoyó una vez más al clamor popular, y se hizo cargo de la presidencia “vacante” Eduardo Duhalde, un referente de la política que saturó al pueblo; que posteriormente eligiera a su sucesor, también de la vieja política, el Dr. Néstor Kirchner. Si bien pocos sabían del origen de Kirchner, lo más destacado en el plano político, y que fue valorado por propios y extraño, fue la inteligente protección de los fondos de la provincia que gobernaba —Santa Cruz— en bancos del exterior, y así evitar “el corralito” y su ineludible pesificación de la cuenta bancaria provincial.
Hago hincapié en esto último, ya que por estos días uno puede ser tildado de cipayo, apátrida, golpista, y vaya a saber uno cuántos otros adjetivos, por el sólo hecho de intentar salvaguardar sus ahorros en el exterior, ante la bipolaridad económica ejercida históricamente por nuestro país.
Ahora bien, más inteligente fue la movida político-social ejercida por el matrimonio Kirchner, ya que tomando nota del hartazgo de la gente, se instalaron en un lugar de neutralidad y frescura. A partir de ello, convocaron a una “unidad nacional” y se despojaron de todo símbolo que tenga que ver con la vieja política. Perón y Eva son descartados de sus discursos, como de sus panfletos y propagandas políticas, y concretan la realización de un frente llamado “Frente Para la Victoria”, eliminando la palabra “Partido” que a la gente le recordaba a aquella política dañina de los 90.
Tal fue la simpatía y frescura que despertaron, que algunos de los radicales más influyentes de nuestra política, vieron con buenos ojos despojarse de la clásica y conservadora UCR para adentrarse en este nuevo movimiento político, así fue que posteriormente fueron llamados “Radicales K”; al punto máximo de ser Julio Cobos el candidato a vicepresidente electo en 2007. Claro está que no fueron los únicos que aprovecharon esta oleada de “unidad nacional” y muchos gobernadores e intendentes se sumaron a la movida política, y aquellos que no estaban marcados por la vieja política, sumaron frescura a sus políticas. Así fue que luego de sumar los votos de todo el aparato peronista, sumado a cierto aparato del radicalismo, fue cómodo el triunfo de los Kirchner en 2007, asegurándose cuatro años más de mandato en plena comodidad.
Pero, como suele decirse, la mentira posee patas cortas, y en este caso se tardaron poco más de cuatro años para que vuelvan a figurar las simbologías demagogas alusivas a lo más arraigado del peronismo y la vieja política saturada. Ya en los comienzos de 2008 se podía ver como en los afiches de las calles de todo el país, se sumaban las figuras de Perón y Eva en los ángulos superiores de los mismos. De a poco, se logra ver que con la tranquilidad de un segundo mandato por comenzar, ya no era necesario seguir ocultando su idolatría y sus convicciones políticas peronistas; al igual que sus maneras de ejercicio de sus funciones mediante la imposición —retenciones al campo mediante resolución, despido de Lousteau como Ministro de Economía, demonización de la Sociedad Rural, etc—, y el Estado omnipotente y verticalista que propone el peronismo. Paulatinamente se fueron adueñando de los viejos grupos parapolíticos como la JP Cámpora, JP Evita, JP Descamisados, JP Montoneros, etc., que fueron utilizados para expandir la pauta oficial, y adentrarse y conquistar los grupos más vulnerables de la sociedad.
Tal fue el vuelco logrado por los Kirchner, que el peronismo como ideología volvió a estar de moda. Sin ir más lejos, personajes que en principio deberían verse lejos de este movimiento, como Mauricio Macri o Francisco De Narváez, eligieron el peronismo como plataforma de sus campañas políticas. Siguiendo con la misma tesitura, resulta increíble el caso de Martín Sabbatella, que asume con la Alianza en 1999, y que hasta 2010 construyó su perfil de alternativa la vieja política, asumiendo como diputado por la Provincia de Buenos Aires en el 2009 con una plataforma política contraria a la de los Kirchner.
La historia posterior es conocida por todos, cuando decide traicionar a sus votantes y a sus propias convicciones, aliándose con el kirchnerismo, y provocando un descalabro político en su partido de Morón, donde muchos se sintieron decepcionados porque su líder haya aceptado formar parte de esa vieja política por la que tanto habían luchado por desbancar. Al punto de que se produjeran renuncias masivas en el municipio, y hasta de su director de campaña que lo acompañaba desde hacía quince años. Tampoco hay que olvidar que Sabbatella fue tomado como bastión de la oposición en la zona oeste del Conurbano Bonaerense, ya que mientras el kirchnerismo ganaba en todos los municipio, él fue capaz de derrotar al candidato K, “Juanchi” Zabaleta que fuera acusado en su momento, de ser responsable de manejar el narcotráfico en Morón; y que fue la mano derecha de Amado Boudou en el Ministerio de Economía. Hoy día, y después de tanta confianza depositada por el pueblo, sus votantes deben soportar que Sabbatella sea un ladero de esa vieja política, y escucharlo decir que él también es peronista.
El peronismo se puso de moda, nuevamente y el kirchnerismo hace gala de ello construyendo monumentos en edificios públicos, o generando billetes con la imagen de Eva; todo ello, claro está sin consultas, ni votaciones, y sin tener en cuenta que la opinión sobre la corriente política del peronismo en este país nunca fue unánime, sino más bien dividida, y que hasta hubo muertos generados por esa discusión.
Lo que hace diez años era mala palabra, porque remitía a aquella política que dividía al país y a la que no queríamos volver, hoy ha tomado más fuerzas que nunca; y el kirchnerismo fue protagonista de la cruzada por la reivindicación del peronismo que no era conveniente usar, y que ahora parecería no haber otra opción.
Cuando en cada discurso semanal de la Presidente se logran identificar símbolos peronistas que remiten a la vieja política, a la que nos hartó y saturó nuestra sociedad, y que mantiene latente el “que se vayan todos”, uno piensa: ¿Cuánto tiempo más tiene que pasar para que los Peronistas y Radicales se den cuenta que siempre recaen en los mismos errores, y que han fracasado en el manejo de nuestro país? Puede ser que, en realidad, es una pregunta que nos debamos hacer todos.
Nicolás Cavanna