La madrugada del 21 de septiembre de 2012, esta imagen fue la primera que se liberó en las redes sociales.
El cartel negro sin mensaje fue apenas un anuncio sugerido, una utopía visual que entraba por los ojos y se instalaba en las almas.
Y fue también la génesis de algo notable, inolvidable, probablemente irrepetible.
Algunas cosas pasan porque, simplemente, deben pasar alguna vez…)
El 8 de Noviembre de 2012 debería ser recordado en la historia como el "Día de la Dignidad Cívica".
Porque en esa jornada el pueblo argentino marchó por las calles para demostrar que había cumplido la mayoría de edad. Quizá despertó por haber sufrido “la década del odio”, quizá fue porque simplemente alguna vez debía ocurrir. Quizá la tan denostada "clase media" que marchó el 13S consiguió hermanarse y expandirse hacia arriba y hacia abajo, para equilibrarse en una posición común con los demás.
Pero lo cierto es que esta gente demostró que ya no necesita al gobernante paternal en quien delegar su destino; ni Papá Perón, ni Papá Militar, ni Papá Alfonsín, y que quiere hablar taxativamente de lo que necesita, y dejar en claro cuál es la manera en la que quiere vivir y vincularse para siempre.
Se ha renovado el contrato social pero no con algún político sino con el país-como-el-Hogar.
Esta sociedad que integramos, muchas veces tan veleta, tan amiga del "yo no me meto" el 8 de Noviembre le cambió el sentido a la frase "¿Yo? Argentino", y la trocó por "¡Yo, Argentino!".
Se vio orgullo y firmeza, se vio defensa de las instituciones de la República, se gritó por la Justicia y por la Libertad. Se vio a nuestras admirables mujeres de todas las edades encabezando las columnas y exhibiendo las consignas. La mujer fue la bandera y está bien que así haya sido: Al fin y al cabo, fuimos a parir una República.
Acaso como pocas veces en el pasado, ese día sí se vio al empleado con el obrero al lado del rico y de la mano del más humilde.
Por eso fue Pueblo y no fue clase. Por eso fue sociedad y no sector.
Yo no sé si alguna vez podrá repetirse, ni tampoco estoy seguro de que haga falta repetirlo.
Pero ha quedado claro que, después de esa jornada, entró en escena un actor político que probablemente no haya estado ni siquiera en aquellas jornadas memorables de los ´40.
¿Y sabés qué es lo mejor de todo? No fue un actor de reparto: Fue protagonista excluyente… y llegó para quedarse.
Fabián Ferrante