Como podemos apreciar, el hombre después de evolucionar, ha llegado a una situación existencial crítica en que necesita vivir engañado, esto es en el seno de una ilusión que son el mito y la religión, con sus inherentes ideas sobre un alma inmortal, el más allá, la salvación… etc.
En los tiempos primitivos, proliferaron los mitos.
¿Qué significado puede tener el mito? Precisa y básicamente, en ausencia de todo conocimiento científico, el mito ofrece una explicación –si bien ingenua, al mismo tiempo que satisfactoria en muchos casos- del mundo, la vida y el hombre. Muchas pseudociencias, han abrevado en los mitos y viceversa.
Mientras que unas fábulas míticas se refieren a la creación del mundo, otras hablan de seres divinos o sobrehumanos; del origen de la humanidad; de una tribu en particular o determinada familia.
También se describen héroes que lograron, tras ingentes esfuerzos, “grandes beneficios para la humanidad”.
Mientras que algunos autores separan los mitos de las religiones, yo afirmo que son la misma cosa. Más aún, según mi modo de ver, las religiones son supersticiones en grande, o mitos actualizados perdurables.
Si bien se ha opinado que la mitología en general no constituye una parte esencial de la religión antigua porque no tenía ninguna sanción sagrada, ni ejercía una gran fuerza coactiva sobre el adorador, no todo queda confinado a esta apreciación. En efecto, si depuramos los mitos, despreciamos los demasiados fabulosos, de historias simples infantiles, ingenuos y construidos más bien para “entretener” que para explicar cosmogonías, existencias fabulosas y fenómenos físicos, y escogemos “los mayores y más convincentes”, nos quedan verdaderamente entre manos las religiones. Muchos de los que hoy se consideran como mitos, otrora fueron religiones, y esto es tan sólo un punto de vista actual. Por su parte y a la inversa, muchos mitos del pasado se han transformado en religiones, algunas de las cuales pretenden alcanzar el pináculo de las ciencias, como es el caso de la teología, cuando esta se halla muy alejada de una verdadera ciencia.
Las actuales religiones también peden ser consideradas como mitos desde una óptica incrédula.
Si bien algunas religiones contienen moralidad (no siempre), rituales, sacrificios, oraciones, veneración, esperanzas de ultratumba y otros ingredientes sacratísimos, siempre existen componentes netamente míticos una vez desgajada aquella de los elementos emocionales, rituales, morales, etc.
Entre muchos ejemplos podemos elegir algunos, como el mito de Osiris del antiguo Egipto. Este mito osiríaco constituye un añadido a la cosmogonía heliopolita, posee una moral y se incluyó en la religión egipcia de salvación.
Osiris, un rey divino que había vivido entre los hombres, era también el dios de los muertos. Fue un rey benefactor de sus súbditos. Asesinado por un rival y vengado por su hijo, resucitó en virtud de un llamado a la vida por el amor de Isis. Una vez resucitado de entre los muertos, gobernó sobre los muertos. Se trataba de un dios de la vida que sigue a la muerte y por ello se convirtió a la religión egipcia, una religión de salvación.
Prosiguiendo con el mito, cuando Isis logró reconstruir el cuerpo despedazado de Osiris, este fue abrazado por el dios creador Ra, se mezclaron sus almas y ambos constituyeron, en adelante, una única divinidad.
Aquí tenemos una vez más a un hombre convertido en dios, un dios de la resurrección y la vida, que podemos comparar con otro personaje mitificado judaico.
Pasando ahora a las Américas, en el pueblo azteca también surgió un mito sobre cierto rey barbado: Quetzalcoatl, quien civilizó a los toltecas y partió por mar hacia el Oriente. Según una profecía, algún día Quetzalcoatl volvería del mar. Para algunos fue un aventurero blanco europeo que estuvo en México y fue tomado por un dios. (Véase de George C. Vaillant: La civilización azteca. México; Fondo de Cultura Económica, 1973, pág. 147).
Quetzalcoatl, “la Serpiente Emplumada”, fue el dios de la civilización y parece haber sido adorado extensamente bajo distintos aspectos.
A su vez en el Perú se produjo al parecer un caso similar. Viracocha fue el creador de todas las cosas, incluyendo otras deidades, y era inmortal. Sin embargo, a Viracocha se lo consideraba también como un héroe cultural que enseñó a su pueblo cómo debía vivir. Según la mitología incaica, Viracocha, luego de visitar todo el país con la finalidad de instruir a su pueblo, partió caminando sobre las olas desde las costas del Ecuador a través del océano Pacífico. De ahí que cuando el conquistador español Pizarro llegó al Perú, fue tomado por el dios que regresaba. Lo mismo le ocurrió a Cortés en México con respecto a Quetzalcoatl con el que quizás fue confundido La similitud es notable.
Esto da pábulo a la hipótesis de que mucho antes de la llegada de los españoles y portugueses a las Américas, ya lo habían hecho otros exploradores de otras naciones. Desde ya que América no ha sido descubierta a fines del siglo XVI sino que los exploradores y conquistadores europeos hallaron al arribar a ella, un continente ya poblado desde hacia muchos milenios.
Así vemos cómo arraigan los mitos en los diversos pueblos del orbe, y de ellos no escapan los europeos y sus áreas de conquista como las Américas con sus dioses.
Ladislao Vadas