“El jefe porteño atraviesa otro momento de flojedad. Después de la
tragedia de Cromañón salió a flote gracias a la impericia de la oposición,
al ardid que significó la convocatoria al plebiscito y a una percepción
colectiva, salvo los familiares de las víctimas, nunca lo señaló como gran
responsable. (….) El
presidente nunca sintió pasión por Ibarra. Pero rescató su coraje (?!!)
para navegar en las
aguas de la crisis de Cromañón. Se siente ahora mismo en una encrucijada:
como su jefe de Gabinete, Alberto Fernández, no cree en ninguna solución
abrupta que quebrante la institucionalidad, pero sabe que en las actuales
condiciones de humor social será complejo ingresar en la campaña. La menor
embestida de un candidato oficialista, podría sellar la suerte de Ibarra”, asevera
Eduardo van der Kooy en su habitual columna de los domingos. Es dable afirmar
que el mentado coraje que
generosamente le endilga el jefe de política de Clarín,
sólo existe en su imaginación, dado que el maníaco "encerrador
de plazas y parques" Aníbal Ibarra (por esa obsesión, merece el mote de
Ibarren, pues es adicto a
enrejarlo todo), se cuidó muy bien de no asomar mucho la nariz por el
exterior luego del 30 de diciembre. Esa noche fatal, no se lo vio por las
inmediaciones del boliche e imploró por la pronta ayuda presidencial. Como
sabía que de lo contrario su gestión haría agua irremediablemente, aceptó
la intervención del ex duhaldista Juanjo Álvarez
a cargo de la seguridad porteña, y se lanzó con él a clausurar bares,
boliches, gimnasios, bailantes y casa de comida; mientras los colegios
dependientes de la comuna se caían a pedazos.
A
finales de enero de este año, se llegó a barajar la posibilidad de adelantar
las elecciones porteñas que tendría como seguro vencedor a Mauricio Macri.
La jueza María Angélica Crotto llegó a inhibirle sus bienes por esos días,
pero se cuidó muy bien de citarlo a declarar como partícipe necesario del bengalicidio
de Cromañón (Jorge Asís dixit.).
El cenit del progresista de festival
Para
contrarrestar la movida judicial, organizaciones de derechos humanos y otras
entidades intermedias afines al jefe porteño salieron a declamar sobre la
existencia de un delirante complot
derechista destinado a quebrar la institucionalidad, y de paso
voltear a Ibarren cuando éste
se aprestaba a comparecer ante la Legislatura porteña.
“Soy
un hombre sensible, tengo que dar explicaciones como funcionario, pero me
conmueve como ciudadano y como padre”, sostuvo
ni bien se sentó el viernes 28 de enero al inicio de dicha sesión. Pero
luego cambió de careta, y cansó leyendo una larga lista donde resaltaba los
logros de su gestión ante la mirada irritada de los familiares de las víctimas
de la masacre de Once. Se dio cuenta de esto ni bien acabó con la perorata, y
no tuvo empacho en afirmar que “yo no
eludo como jefe de Gobierno lo que me corresponde, pero tampoco aceptaré lo
que no me corresponde”.
Unos
días atrás, el citado matutino había publicado una encuesta del CEOP
en la que se aseguraba que “la
mayoría de los argentinos” le echaba todo el fardo al empresario
supuesto payaso Omar Chabán. Y al mismo tiempo, se metía toda la carne al
asador para que el mencionado pagara el pato junto con los integrantes de Callejeros.
El
31, un sector de los familiares cercano al ministro del Interior Aníbal Fernández
le pidió la inmediata intervención de la Capital Federal para terminar con
el mandato de Ibarra.
Contra
las cuerdas, éste echa mano del ardid (van
der Kooy dixit.) de la convocatoria a una consulta popular obligatoria y
vinculante y al día siguiente concurre de nuevo a la Legislatura. Allí
continuó su catarata de palabras sin sentido, hasta que fue interrumpido por
la valiente intervención de Mariana Márquez (q.e.p.d), que le obligó a
elaborar unas pocas sinceras disculpas.
A
mediados de este mes de mayo, crecían las versiones entre los simpáticos
seguidores de Varela Varelita de
una muy posible intervención en el distrito porteño. Con el agravante de que
el devaluado cabecilla de la Ciudad podría ser citado a prestar declaración
indagatoria ante el juez Julio Lucini, por “incumplimiento
de los deberes de funcionario público” y se analizaría si le
corresponde una pena por “homicidio
culposo”.
El
jueves 26, Urgente 24 puntualizaba
que “el jefe de Gobierno Aníbal Ibarra,
luce muy desgastado, casi devenido en una piltrafa que espera, pasivo, el
desenlace de los problemas judiciales del caso Cromañón. En tanto, en
sectores del PJ hasta hay distribución de responsabilidades en una hipotética
gestión de la ciudad que imaginan inexorable…..y ventajosa”. El
colmo, ya que se prueban las pilchas del tipo cuando aún no espichó del
todo. Inclusive, algunos aventurar que su eventual reemplazante no sería otro
que el vicepresidente Daniel Scioli.
Al
día siguiente, el mismo sitio asegura que “el
decreto de intervención federal ya estaría listo. La posibilidad de que se
produzca un repentino y rotundo desembarco de las fuerzas comandadas por Néstor
Carlos Kirchner en la Ciudad de Buenos Aires a través de la intervención
federal, despertó ilusiones en un sector que ya había perdido las esperanzas
de lograr perspectivas electorales y por otro lado, encendió una luz de
alarma entre aquellos que habían puesto sus fichas en el distrito sin pensar
que K patearía el tablero.”
A
todas luces, la suerte de Aníbal Ibarra estaría echada. Pero si esto sucede,
habría que celosamente poner atención sobre sus próximos pasos, pues no
vaya a ser cosa que la misma justicia que hizo ver de nuevo el sol a María
Julia Alsogaray, y pretende hacer lo mismo con Chabán, lo haga zafar a él.
Fernando Paolella