Sabemos que la prensa es el “cuarto poder” que rige o acompaña al mundo: cuando un hecho sucede por más efímero que sea, tras llamar a emergencias o a la policía, también se suele llamar a la prensa. Se busca el número del noticiero y como si fuera un servicio vital –que dicho sea de paso, la información es alimento espiritual para el ser humano- se llama al canal noticiero para que estos envíen un móvil al lugar de los acontecimientos y así lograr que “sean escuchados”.
Las problemáticas donde más se suele llamar a la prensa para obtener respuestas, son los hechos de inseguridad, que van de la mano con los hechos de injusticia; de quienes meten la mano en la lata –donde cada vez queda menos dinero a pesar de que los impuestos sigan subiendo por el ascensor-; que a su vez van de la mano con la ineficiencia de los distintos poderes.
Si bien en Argentina el Estado ha adquirido dimensiones elefantiásicas y se ha desbordado por completo, invadiendo los ámbitos que son propios de la sociedad civil, al mismo tiempo y paradójicamente, tenemos un Estado Ausente de aquella función que le es connatural por definición: garantizar la seguridad y la Justicia en la sociedad.
“¡Yo no quiero bajar del poste, llamen a la prensa, si no la llaman, me tiro de cabeza!” grita un suicida en potencia porque le hipotecaron su casa, su mujer no quiere más pasar su vida junto a él y acudirá a la justicia para que nunca más vea a sus hijos, por ejemplo. Es ahí cuando la prensa es esa garantía necesaria, si los funcionarios no atienden el pedido:
La prensa se hace presente para que la sociedad acompañe al desamparado y el caso tome estado público con todos los beneficios que eso significa.
Un turista canadiense paseaba por la ciudad de Buenos Aires cuando de repente fue interceptado por una persona que iba en moto, por esas casualidades armada, y decidió ponerle fin a la libertad de la propiedad privada del transeúnte queriéndole quitar la mochila que este tenía, a punta de pistola. Palabras más, palabras menos, mientras el turista se resistía porque no comprendía qué solicitaba esta persona armada, más nervioso se ponía el “excluido social”. El hecho terminó con que el canadiense no tuvo que entregar nada, se ganó un buen susto y seguramente nunca más volverá a invertir sus dólares en nuestro país, ni él, ni su familia y allegados. ¡Punto a favor para la economía argentina!
El accionar de la prensa, en lugar de solidarizarse con el turista, condenar los hechos del sujeto armado e increpar o pedir las explicaciones correspondientes a los funcionarios que fueron elegidos para que no haya inseguridad o para que esta se reduzca, se dedicaron a invitar al programa al motorizado para saber qué fue lo que le llevó a él a querer robarle la mochila a un sujeto. “¿Qué te pasó en la vida que actúas así? ¿Cuáles son tus injusticias que justifiquen tu accionar? ¿Cómo podemos hacer para ayudarte?” Fueron algunas preguntas -psicológicas más que periodísticas- que realizó la prensa argentina. La culpa la tenían todos menos quien realizó el acto de hurtar. La culpa es nuestra, es tuya y de ellos, menos del “excluido social” que sale a robar porque se aproxima el cumpleaños de su hijo y debe recibir como es debido año a año un regalo. El problema no está en que el niño reciba o no reciba el regalo es decir, el fin en sí mismo, el problema radica en cómo su padre adquirió ese dinero, es decir el medio.
Como en el país lo que es excepción suele ser la regla, en este caso, los medios justifican al fin, aunque eso, en este preciso caso, pudo haber derivado en la muerte de algún inocente, quien no tenía ni medio ni fin y nunca lo va a tener porque no es un “excluido”.
La prensa puede ser un arma de doble filo. Si así no fuera, “la víctima social” que sale a la calle armada a la buena de Dios, no hubiera podido contar su historia de vida, llorado ante las cámaras y ganarse el respeto y amor de los mass media. Si así no se hubieran registrado los hechos, en ese orden, el “excluido” nunca hubiera podido acceder a un plan social, que tan gentilmente le otorgó la agrupación política: “La Cámpora”, y no pudiera percibir unos pesitos mensuales para comprarle todos los regalos de cumpleaños y de no cumpleaños a su hijo. Si analizamos el hecho de que se apiadaron de él y le otorgan un beneficio o ayuda económica por mes, estamos dando por sentado que, además de que el asunto haya tomado estado público, como más arriba dijimos respecto del ejemplo del suicida en potencia, no obtuvo el juzgamiento que merecía por parte de la Justicia.
La policía no lo detuvo; el Fiscal no realizó una investigación; no pasó una sola hora detenida; y el Juez no tuvo el cien por ciento de certeza que se necesita para condenar a una persona.
Que la prensa sea la piedra del zapato de los políticos, esa piedrita que tanto molesta y que no queda otra que quitarse el calzado para sacarla, es una garantía que tienen los ciudadanos comunes y corrientes para que los mandatarios rindan cuentas. Que la prensa investigue e ilumine a cierta parte de la población y les advierta que le están robando, paralelamente de los impuestos, es otra garantía del papel de los periodistas. Pero que la prensa apoye, acompañe, apañe, cubra o respalde el ataque a las libertades de unos sobre otros, es una canallada siniestra, pues para ello ya está el poder turno y todos aquellos actores que con los años se han ido corrompiendo.
Habrá que volverse a preguntar, repensar la frase de un periodista teórico en la materia: “Para ser Periodista primero hay que ser buena persona” dice el polaco, Ryszard Kapuscinski. Y pues, por Convención Social, otra vez, volver a definir qué es bueno y qué es malo; ¿cuándo se es víctima y cuándo victimario? y eventualmente analizar las inclinaciones, como en una balanza, que el “Cuarto Poder” sea capaz de realizar y cuáles han sido los costos.