“Es preciso coexistir con ciertas dolencias; el problema estriba en vivir con dignidad y no en curarse”. Galeno
Jorge Hané es un ciudadano colombiano metido a
científico trucho. Está radicado desde hace más de veinte años
en la península de Florida. Actualmente ejerce un alto cargo en un “pool”
de empresas de ventas por televisión - facturan un poco más de 120
billones de dólares por año - cuyo axioma es:
"La inteligencia tiene límites; lo que no tiene límites es la estupidez.
Aprovechémoslo". Y así lo hacen a diario induciendo, con falacia y
desparpajo, la compra de una notable variedad de productos que a la larga son
desechados porque no sirvieron a los fines perseguidos. Se transformaron en
objetos inútiles. Como ejemplo están los elementos gimnásticos para que los
excedidos de pesos obtengan en poco días físicos espectaculares como los
de Jennifer López o de Brad Pitt. Obviamente, no hay posibilidades de reclamo
alguno cuando la verdad surge y borra las mentiras.
Hané, todo un moderno Merlín, atrevido y ambicioso,
sin contar con título de médico, bioquímico o farmacéutico, inventó
unas grageas que llamó "Reduce Fat-Fast", producto para
morigerar el sobrepeso y que gracias a la TV se distribuye por toda América. Sin
trepidar, el brujo de voz paternalista confiesa por TV, a los sufridos obesos,
que su milagrosa creación “se vende en 72 países desde hace 12
años con excelentes resultados”. Sprayette, por su parte, dice que
en 68 países.
Siempre se dijo que los mentirosos deben contar con una excelente memoria
para ser creíbles. Un chocarrero ejemplo: Hané le informó a INFOBAE,
el 23 de junio pasado, al referirse a la prohibición en la Argentina de su
dietario, que entre otras maravillas se expende en 17 países sin
problemas. ¿En qué quedamos, don Jorge, 72, 68 o 17? A veces la
incredulidad del público resulta tan asombrosa como las falacias de este
charlatán. Aceptar sus exageraciones, que son fácilmente soslayables – aunque
duela ser obeso -, es volverse cómplice.
Ese producto, salido de la mente febril de un inexperto en farmacia, me
llamó la atención profesional. Especialmente por la metodología de su difusión
por TV, el carácter del mensaje que le enviaba a la gente y por su distribución
en nuestro país vulnerando normas legales. Entonces comencé a hurgar en el tema
y en su creador. Ello me llevó a escribir un artículo -
"Farmacología: Productos para Adelgazar y Preguntas sin Respuestas" -
que además del “Fat-Fast” involucraba a otro brebaje, de característica
efervescente, denominado "Amerilab Silhoette", con similares
objetivos y falencias terapéuticas. Ese material se difundió como nota y Carta
de Lectores en el 2004, y reproducido por varios portales interactivos.
La promoción televisiva de ambos brebajes, no solo es perversa sino
tramposa en sus argumentos. Los incautos que caen en el engaño muy pronto toman
conciencia de la cruel realidad: lo que les ofrecieron como una panacea
universal (analicen la publicidad, por favor), es un salvavidas... relleno
de plomo. Los bribones mercantilistas que suscitan la compra de esta poción del
diablo - amparados y protegidos por la libertad de expresión y comercio, lo que
sería compatible con la libertad de estafar -, no pueden
probar, ni científica ni clínicamente, ninguna de todas las
maravillas y bondades que preconizan de manera falluta y con imágenes
impactantes.
Ergo: la milagrosa metamorfosis de lograr cuerpos semejantes al de
la Venus de Milo o al del David de Miguel Ángel, es puro cuento. Llegado
el momento, ni cantándole a Gardel ni pidiendo ayuda al Ejército de Salvación se
logra revertir el feroz engaño. No hay muro de lamentos ni lugar donde reclamar.
Como decíamos en nuestra niñez, don Hané exclama “pelito pa’la vieja”.
Mi artículo del 2004, sumada la denuncia formal del Colegio de
Farmacéuticos de Santa Fe este año y otros quejumbrosos reclamos, condujeron
a que el interventor de la Administración Nacional de Medicamentos,
Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT) dependiente del Ministerio de
Salud, dispusiera prohibir la venta del "Reduce Fat-Fast" en todo
el territorio nacional, pero...
Sí, siempre existe un "pero"
sospechosamente oportuno.
Mi satisfacción como profesional metido a Quijote fue efímera.
La interdicción oficial era nada más que para la creación de
Hané elaborada aparentemente en Estados Unidos. O sea la
importada. Desde marzo de 2005 la produce un laboratorio argentino, el Survival
S. R. L., destacándose que la titularidad del preparado pertenece a
Sprayette, empresa que presuntamente actuaría como testaferro
del brujo latino. Sprayette logró que la ANMAT
aprobara “su” producto raudamente.
Se debe conjeturar que el organismo de contralor habrá recibido a
satisfacción la copiosa documentación requerida, especialmente la que habla
sobre su composición química (drogas principales y excipientes), las acciones
terapéuticas y farmacológicas, las experiencias realizadas en animales y seres
humanos, los estudios de laboratorio, los países en los que ha sido registrado
y, lo que también cobra enorme importancia, los antecedentes
(currículum) del creador. Leído que fue todo el mamotreto encarpetado, no se
produjeron objeciones porque el visto bueno fue veloz. ¡Aleluya, hermano, los
obesos fueron salvados!
La confianza en un preparado medicamentoso de cualquier naturaleza no
implica, en la práctica, la desaparición de efectos indeseables, sino en que
todos sus posibles efectos - tanto beneficiosos como contraproducentes
– hubieran sido profundamente investigados, documentados y dados a conocer. Para
garantizar la correcta ejecución de los diferentes test están los
organismos fiscalizadores como la Administración de Alimentos y Drogas
(Food and Drug Administration – FDA)
de los Estados Unidos,
o la ANMAT en la Argentina. Cada
país civilizado cuenta con el suyo.
Considero que al lector se le debe clarificar qué es la ANMAT,
responsable ahora de que el “Reduce Fat-Fast” circule sin
objeciones por nuestro país, para mayor beneficio pecuniario de Hané. Y
por supuesto también de la AFIP (Administración Federal de Ingresos
Públicos)... y de los multimedios que poseen canales de aire y cable (ingresan
millones por publicidad, ¿viste?). “Business are
business”.
La ANMAT es una de las áreas más importantes del Ministerio de
Salud, toda vez que debe ser custodia de la sanidad pública. En esto no puede
haber ninguna clase de dudas. Sus misiones y funciones son las de proteger a los
inocentes de la excesiva avaricia, la incompetencia, la indiferencia o el
descuido. Cuatro faltas que ocasionalmente pudieran cometer alguna que otra
empresa farmacológica (en particular), cuyo principal objetivo no es el
altruismo, sino ganar dinero (en general).
Para algunos conocedores, la ANMAT no es totalmente infalible. Es una
maraña administrativa en la que médicos especialistas, expertos en farmacología
y científicos, con escaso personal de apoyo y todos mal remunerados (*),
trabajan en áreas con excesivas y complejas labores. Hay muchos que son
contratados porque las vacantes de la planta permanente están congeladas.
A pesar de todo, los funcionarios de la ANMAT procuran cumplir con sus
quehaceres, aunque prestando mayor dedicación a las especialidades con drogas
realmente curativas, recientemente descubiertas, y que implican la lectura y el
análisis de la copiosa documentación requerida por las normas legales vigentes.
Muchas veces, los pedido de nuevos certificados son acompañados por decenas de
páginas que requieren complejas sesiones de estudio y cotejo, imposible de
mensurar en tiempo; documentación que incluye toda clase de pruebas realizadas
en animales de laboratorio y personas. No es raro suponer que la lectura de
semejante cantidad de protocolos demande un largo lapso y ojos atentos y
vigilantes. En ciertas ocasiones, cuando los complejos informes superan
ostensiblemente a los expertos, se apela a una intercomunicación con la
incorruptible FDA, con la que existen estrechos lazos de colaboración.
En este punto, y para ejemplificar, quiero recordar un párrafo de mi anterior
artículo.
La FDA (hacia fines del 2004)
hizo retirar del mercado estadounidense el analgésico "Vioxy", del
laboratorio Merck, al que se habría encontrado responsable de infartos y muertes
entre 1999 y 2003. La droga base de ese lenitivo era la rofecoxib.
De inmediato la ANMAT se hizo eco del duro informe elaborado
por la FDA, y suspendió la venta en la Argentina de todo aquel
medicamento que contuviera esa droga,
como producto solo o asociado; eran cerca de 22 las especialidades interdictas.
La totalidad de las farmacias retiraron de la venta las marcas cuestionadas.
Hay ocasiones - se comenta - en que presentaciones que se consideran menores,
como los llamados “suplementos dietarios”, no ameritan un estudio
demasiado profundo y consagrado de la documentación que el laboratorio
suministra, confiándose plenamente en que la misma a sido elaborada con absoluta
responsabilidad. Por ello, es probable que un pequeño pez se filtre por las
redes siempre vigilantes de la ANMAT. Y muy bien pudo darse el caso – no
quiero prejuzgar livianamente - que el encargado de evaluar la solicitud
de Sprayette, intuimos que abundante y compleja, haya soslayado
algunos pasos por tratarse de un dietario. ¿Cómo explicar, entonces, que se
aceptara que el “descubridor” del “Fat-Fast” careciera de un título
profesional inherente a cualquier rama de las ciencias médicas? El chamán
Jorge Hané jamás aludió algo sobre el particular.
En virtud de mi artículo y de su difusión por Internet, recibí muchos correos
electrónicos que confirmaban mis dudas y abrían severos interrogantes. Los
remitentes ponían en evidencia el riesgo que implicaba medicarse con cualquiera
de esos dos preparados, los que se distribuían en toda la Argentina sin
control ni autorización oficial. Alguno sostenía que el “Fat-Fast”
contenía “Picolinato de Cromo”, una sustancia que
puede ser efectiva si se la ingiere acompañada de ejercicios, una alimentación
balanceada y sobre todo con una consulta al médico antes de ingerirlo. Me
apuntaron también que los dos dietarios producían insomnio, mareos,
enterocolitis, hipotensión y decaimiento general. Pero lo inefable es que ambos
estaban vedados para diabéticos, lo que se omitía informar. Por lo tanto esto
implica afirmar que estábamos - y aún lo estamos – ante un proceder imprudente,
desaprensivo, grosero y peligroso.
Por ello, y a pesar de la licencia conferida por la ANMAT tanto al
laboratorio que la produce y a Sprayette que la vende, las entidades
como Acción del Consumidor (Adelco); Asociación de
Consumidores y Usuarios de la Argentina (Adecua); Asociación Proconsumer
(Protección Consumidores del MERCOSUR) y Lealtad Comercial, deberán estar más
alerta de lo que estuvieron nunca. Siempre hicieron oídos sordos a nuestros
llamados de atención, lo que en cierta forma esa omisión las hacía también
responsables de cualquier eventualidad. Ninguna de esas agrupaciones se dio por
enterada de la trasgresión que permitía la libre circulación de un supuesto
fármaco, importado y sin aprobación.
Nada más apropiado para el creador del
"Reduce Fat-Fast" que el adagio que
dice "Cuando al pícaro le cierran una
puerta, siempre logra abrir otra", ya
que ahora las onerosas píldoras - la dosis para
quince días
cuesta $ 149,90 (el 21 por ciento del IVA lo recauda el gobierno) -
circulan con mayor libertad. El alto precio de este "aliado
para una vida mejor",
según Hané,
lo convierten en las grageas más caras que se venden en el país. Pero, ¿cuántas
dosis requiere una persona (hombre o mujer) para disminuir 25 kilos, por
ejemplo? ¿Durante cuánto tiempo deberá continuar medicándose para mantener el
peso ideal, ello si supuestamente logra el objetivo de bajar esos 25 kilos? Y la
pregunta del millón: ¿qué cuernos las hacen un producto más oneroso que un
antibiótico de última generación?
Todas las drogas activas ejercen determinados efectos en el
organismo. Algunas medicinas - como los antibióticos, que destruyen las
bacterias, los hipnóticos, que hacen dormir, o los anticonceptivos que inhiben
la ovulación - poseen efectos fácilmente demostrables, lo que posibilita
demostrar su eficacia. ¿Sprayette puede declarar, bajo
juramento de ley, que con el "Reduce Fat-Fast", los
obesos lograrán lo que se le promete? La ANMAT, ¿puede
certificar lo mismo a partir de la documentación presentada, analizada y
aprobada? ¿El Instituto Malbrán fue consultado para que
investigara y convalidara la relevante creación del taumaturgo Hané?
Pero aún queda en la nebulosa qué determinación se tomará sobre el "Amerilab
Silhoette", la otra gran chantada con la que – así lo prometen
sin hesitar - las grasas se quemarán ¡en una semana! Se llegó a la
coronación de la desfachatez al afirmar que “se ha comprobado que “Amerilab”
es 150% más efectivo que cualquier otro producto”. Comprobado, ¿cómo? ¿De
qué manera? ¿Mensurado con qué? ¿Dónde está la documentación que lo acredite?
Puede haber ingenuos que compren buzones, pero no todos somos estúpidos y
fáciles de engañar.
Lo que la gente ignora - y ahí es dónde apunta la publicidad vil y engañosa
- es que la único probado es que no existe ningún específico de
laboratorio que pueda eliminar la grasa corporal. Lo único que logra adelgazar
el “Amerilab”, al igual que el “Fat-Fast”, son los bolsillos de
los incautos. ¿Los bioquímicos de la ANMAT y los del “Instituto
Malbrán”, pueden convalidar que la grasa corporal se elimina tan fácilmente
en una semana o quince días? ¿Pueden corroborar que el “Fat-Fast” es tan
efectivo como se enfatiza?
Ya lo decía mi abuelo Isidro: "Lo que
hace que un funcionario tenga el reconocimiento de la población, es la
preocupación, la dignidad y responsabilidad con que cumple las funciones para
la que fue escogido". Y aquí en la
Argentina, aún no sabemos si esto puede ser aplicable en materia de Salud. Esto
dicho con todo respeto y sin ánimo de ofender.
Juan Isidro González
(*) Merece una aclaración cuando hablo de “mal retribuidos”. Lo que sigue no implica culpar a nadie de nada, ni mucho pretender que de manera implícita le esté endilgando el mochuelo de corruptos a agentes de ese Estado del que alguna vez fui parte. No es una novedad que todo el personal de la Administración Pública Nacional está mal pago, tanto los profesionales como los administrativos. Es una verdad absoluta que sus salarios se encuentran exageradamente atrasados y con pocas posibilidades de una pronta recuperación. La A. T. E. (Asociación Trabajadores del Estado) solo promueve movimientos de fuerza en aquellas áreas donde los conflictos realmente cobran notoriedad porque afectan de manera directa a la población (v. g. hospitales públicos o Institutos como el Malbrán). Los paros - a veces considerados salvajes porque son aprovechados por activistas políticos - toman estado público de inmediato generando una pronta búsqueda de soluciones. El personal técnico y los empleados de la ANMAT son parte de esos trabajadores mal retribuidos, sin embargo carecen de la fuerza de otros sectores como para paralizar sus tareas, movilizarse y presionar a la autoridades. Que haya conflicto gremial en la ANMAT, por corto o largo lapso, solo provocaría demoras en el estudio, análisis y autorización de nuevos específicos, que a nadie perjudica. Los agentes afectados por los magros salarios solo les queda la resignación y digerir su enojo y frustración. No sería nada extraño conjeturar que sus tareas puedan atenuarse, que morigeren con causa sus esfuerzos y acepten, sin mayores problemas, las solicitudes de nuevos certificados.