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Dos Argentinas… y un mismo suelo

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¿PODREMOS RECONCILIAR A LOS DOS PAÍSES?
¿PODREMOS RECONCILIAR A LOS DOS PAÍSES?

Aunque muchos pretendan negarlo, son dos Argentinas enfrentadas, quienes van más allá, aseguran que es una Argentina pero fragmentada. El dilema, es reconciliarlas ¿seremos capaces?

 

Todos nosotros podemos evitar este clima. Pero ¿es la realidad la que está polarizada y no la gente? Hablamos de una Argentina y resulta que existen dos, el off político nacional se expresa por lo bajo de esa manera, no seamos hipócritas. Para solucionar los problemas primero tenemos que reconocerlos y sincerarnos. Todo es discusión, y la mayor de las veces está ausente el debate fructífero, le gana la discusión chata y estéril; pero no es un mal solamente de los ciudadanos; es un mal que implacablemente alcanza siempre a la clase dirigente de turno, que ostenta la elevada incapacidad de promover o renovar acuerdos y consensos entre los distintos dirigentes políticos, sociales o gremiales, no respetando así, muchas veces el voto de la gente.

No promovemos la tolerancia recíproca para reconciliar las dos Argentinas, y caemos siempre en la misma trampa, ¿cuál?, la de la hegemonía consentida o hegemonía intolerante; la historia nos señala que como sociedad no hemos aprendido nada de nada, y no me refiero a los agentes de los intereses anti argentinos que operan finamente desde la génesis de nuestra Nación, me refiero a nosotros, los comunes, que año a año profundizamos una división irreconciliable en nuestro País, y es una división que tiene nombre, un solo nombre, “grieta”.

No es pasión o sentimiento como nos plantearon los escritores y filósofos Eduardo Mallea y Víctor Massuh, en las dos Argentinas que pregonaron en los ’30 y en los ’60 respectivamente; anteriormente con algunos matices, ya lo habían hecho el poeta y filósofo Olegario V. Andrade en 1860 y posteriormente el filósofo Alejandro Korn en 1912, donde se refirieron a los dos países, las dos políticas. Con otra mirada, hay quienes aseguran por el contrario, y sostienen que debemos aproximarnos a la Argentina real, la única que existe. Me vuelvo a preguntar entonces ¿la única que existe? Concluyo en este tramo, que superar la sensación, la mirada, la visión de la existencia de una Argentina irreconciliable es la misión de políticos e intelectuales de hoy, y ahora, no más tarde o después para las generaciones futuras, es ahora.

Me resisto  a considerar las visiones apocalípticas del nacionalismo tradicionalista y la izquierda vernácula revolucionaria, lejos de los extremos, intento apoyarme en la moderación y el razonamiento equilibrado y plural, pero no alcanza para contrarrestar a los dogmas atrasados en el tiempo, no solo en nuestro País, sino en el mundo entero. A esta negación de la política, le respondo que es necesaria más acción política, pero con una mejor calidad de políticos, es decir de nosotros mismos como sociedad hacedora de dirigentes.

 

Cara y contracara de la historia Argentina

Son 200 años de existencia, son 200 años del nacimiento de dos Argentinas, son 200 años de la doble brecha que mantiene dividido al País, para entender ¿Por qué los Argentinos somos así?

Emerge en la génesis un rostro difuso, con el Virreinato del Río de la Plata (constituido en 1760 por orden de la corona española) interesado fundamentalmente en las minas de oro y plata de las colonias americanas, históricamente de fuerte influencia a una de las dos Argentinas. El 1800 (En medio de un conflicto entre España, Inglaterra y Francia, nos independizamos políticamente) Inglaterra no tenía real interés en el control político de las entonces colonias, sino en el económico que logró mantener a lo largo de las centurias. La Semana de Mayo 1810 tuvo como protagonista a dos grupos bien definidos, los que querían una real independencia externa y crear una nueva Nación, y los que querían crear un poder con dependencia externa.

Una dualidad, que continúa en una línea de tiempo con Republicanos y Monárquicos, Morenistas y Saaveristas, Buenos Aires y Asunción; el Puerto y las Provincias; Directoriales y Artiguistas; Unitarios y Federales; Rosistas y Antirrosistas; Autonomistas y Nacionalistas; Conservadores y Radicales; Civiles y Militares; Peronistas y Antiperonistas. De esta manera, se configuraron en nuestra historia dos líneas de pensamiento políticos antagónicos; la línea nacional por un lado y la línea liberal por otro;  dos proyectos de País, que con sus diferentes matices predominaron uno u otro de manera alterna, pero en coexistencia permanente.

La línea nacional encarnada por caudillos federales y grandes líderes populares, es una de las dos Argentinas, intentaron desarrollar y consolidar modelos económicos autónomos con distribución de la riqueza, basados en el proteccionismo industrial y las economías regionales, defendieron los intereses de las Provincias, revalorizaron la cultura popular y la conciencia nacional. La línea liberal, unitaria, históricamente integrada por los hombres del Puerto de Buenos Aires, las minorías ilustradas, las élites aristocráticas, que sostenían el modelo agroexportador dependiente, basados en el “librecambio”, y defendían sólo los intereses porteños, y fomentaban los valores culturales europeos, dejando de lado todo lo nativo y popular. Aunque a no pocos les moleste este ejercicio de memoria, es así y es irrefutable.

 

En busca de una solución armónica

A diario la vemos, muchos la sufren, ya que se presentan dos proyectos antagónicos e irreconciliables, no es nueva, es histórica y constitutiva de nuestra Nación, son las dos Argentinas. Me preguntaba al comienzo de este breve ensayo, si seremos capaces de reconciliarlas en medio del fuego cruzado de intolerancias, la soberbia aflora en las dos, y siempre son los mismos los perjudicados.

Desde hace bastante tiempo, y no sin razón histórica, la consigna parece ser la memoria, y la restauración de la misma, que nuevamente vuelve a ser la memoria de los vencedores sin importar ¿Quién? o ¿Quiénes? se hace necesario también el olvido, puesto que como decía el filósofo Victor Massuh “el olvido no juzga, sino que restaura la inocencia. Es decir, uno reconoce naturalmente que el enemigo es un ser humano, un potencial compañero, el punto de partida de una nueva alianza; no se pregunta qué hizo. Sólo pregunta qué quiere hacer en adelante, si será el interlocutor de un proyecto para colonizar otra vez el futuro. A través del olvido se abre paso la dimensión inédita del futuro.”

En la búsqueda de una solución armónica para la reconciliación de las dos Argentinas, o la reconstitución de la Argentina fragmentada como les gusta decir a algunos, aunque polémico, la importancia del olvido se hace central y tal vez sencillamente eficaz. Decía recordando a Massuh que el olvida no juzga, radica en que no pide cuentas, pide nada más que proyectos en común y en que sólo su presencia puede crear el clima necesario para la reconciliación. Planteado así, no es proponer una abolición de la memoria ni una forma de amnesia, ya que esto constituiría lisa y llanamente, una negación de la historia.

Por el contrario, la voluntad de olvido es un descanso de la memoria, una pausa. La pausa que hace posible la reflexión para una solución armónica y superar la “grieta” de las dos Argentinas enfrentadas. ¿Seremos capaces como sociedad? ¿Los políticos que elegimos, serán capaces?

En conclusión: ¿Dos Argentinas? ¿Sólo dos?, desde distintas perspectivas ideológicas se han destacado la existencia de dos Argentinas; donde hasta 1983 se desarrolló en un contexto faccioso y conflictivo. No es algo que llegó de la noche a la mañana, como decía con mucha razón el escritor Ezequiel Martínez Estrada, la nuestra es una “Historia Apasionada”.

La prosperidad de una Nación se logra a partir de consensos entre fuerzas antagónicas, aceptar la inevitabilidad de los opuestos permite una lucha más noble; en esa contienda y ante el dilema de reconciliarlas, me quedo con la de “los sueños”, la de San Martín, Belgrano y otros próceres; la que valora la fraternidad, libertad, igualdad y justicia. Está en cada uno de nosotros como interpretamos su legado.

 
 

14 comentarios Dejá tu comentario

  1. Coincido con Maralerod, sin honestidad, sin justicia, hay que eliminar las malas raices: corrupción y vagancia sino no hay construcción posible.

  2. Es muy fácil de resolver. Es suficiente con ser conciente que... 1) Hay que saber y para ello, hay que estudiar e informarse. 2) Opinión es doxa. Apuntemos a la episteme.

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