Tras la conmoción provocada por los alarmantes datos de pobreza, el gobierno promete que a partir de ahora arrancará una etapa menos traumática de la política económica.
Esa expectativa se sustenta en desembolsos previstos para reanimar un consumo casi paralizado, empezando por un bono de fin de año que partiría desde los $3.000 y que aún no se sabe a cuántas personas alcanzaría, ya casi cerrado con la CGT para evitar un paro.
También se basa en la necesidad de apuntalar lo que se espera será un 2017 con crecimiento, en línea con las necesidades del año electoral.
Existe mayor optimismo entre los agentes económicos respecto de lo que ocurrirá en los próximos meses -Miguel Bein, exasesor de Daniel Scioli, vaticina 5% de crecimiento-, pero no debe perderse de vista que la comparación será con un año muy flojo, ya que este 2016 cerrará con una caída del 1,5% en el Producto Bruto.
"Viene una época de expansión y desarrollo para todos", buscó entusiasmar Macri a unos 2.000 intendentes en Tecnópolis, donde buscó darle volumen político a lo que el gobierno cree será una etapa de recuperación de la economía.
El presidente insiste en que la Argentina despierta gran entusiasmo en el mundo, pero ya el secretario del Tesoro norteamericano, Jack Lew -quien se declaró "amigo de la Argentina"- advirtió en su paso por Buenos Aires que esos fondos no llegarán de un día para el otro y que los fondos de inversión reflexionarán largo y tendido antes de volcar sus carteras hacia la Argentina.
Macri pareció intentar instalar una suerte de "borrón y cuenta nueva" tras los índices que alertan que uno de cada tres argentinos se hunde en la pobreza.
Pidió que su gobierno sea evaluado tomando ese 32,2% como punto de partida, y consideró que el éxito o fracaso de su administración dependerá de cuánto logre bajar esos números terribles.
La jugada encierra algo de trampa, ya que por un lado buena parte de esas cifras son producto del 40% de inflación que la política económica actual contribuyó a provocar cuando se devaluó para salir del cepo cambiario, mientras que, a su vez, cuánto más alto el indicador, más sonoro serán futuros índices que arrojen bajas.
El kirchnerismo lo advirtió rápidamente y Axel Kicillof intentó poner las cosas en su lugar, cuando dijo que la pobreza estaba sobre estimada.
Se conformó así un escenario extraño, con un gobierno tratando de magnificar números negativos, y una oposición buscando instalar que la crisis social no es tan grave.
Pura especulación política: más de 12 millones de argentinos padecen las imposibilidades de llegar a fin de mes, y lo peor es que casi la mitad de los chicos del país crecerá atravesando necesidades alimenticias, en una Nación que pretende ser el granero del mundo.
La delicada situación social es producto de décadas de políticas económicas desacertadas, corrupción política y ausencia de visión de largo plazo, que Macri promete ahora revertir.
La sobreactuación en admitir la compleja coyuntura no debería tentar a Macri y su equipo con el argumento de que todos los males responden a la "herencia".
La administración macrista lleva casi diez meses en el poder y la mayoría de los números han empeorado, así como también la situación económico-social de la gente.
El Gobierno habla de un "sinceramiento", eufemismo para no reconocer que se trata de un ajuste ortodoxo.
Siguiendo ese esquema, solo los 12 años y medio de manipulación de la realidad encarados por el kirchnerismo parecen explicar por qué la gente parece seguir dándole crédito al gobierno.
Diversas encuestas señalan que existen enormes porciones de la sociedad que admiten estar pasándola mal, pero son optimistas sobre lo que va venir.
Parece haberse instalado el razonamiento de que era necesario atravesar esta sucesión de malas noticias para sacarse de encima el mal mayor que significó el kirchnerismo y sus vicios que dañaron la institucionalidad política y económica.
Los próximos meses serán clave para comprobar si esa es finalmente la tendencia que se impone.
Por ahora, el cuarto trimestre mostrará a un gobierno inclinándose hacia un keynesianismo clásico, tratando de recalentar el consumo y canalizar la inversión hacia la generación de puestos de trabajo, luego de que más de 120 mil personas quedaran desempleadas en los que va del año.
Se estima que 2,5 millones de personas tienen dificultades para adquirir los alimentos necesarios para subsistir, en el país que quiere ser la góndola de mundo.
Hacia esos sectores postergados deberá apuntar todos los cañones el gobierno, para mantener a raya parte del malestar social.
Macri se lo pidió a los intendentes: "Tenemos que construir una red para que ningún argentino quede afuera", les dijo.
Deberá ser muy fuerte y construida por expertos, porque de lo contrario la clase política podría quedar enredada en expresiones de deseo.