Mauricio Macri parece decidido a sobrecargar de responsabilidades a María Eugenia Vidal en este año electoral decisivo para las perspectivas de reelección que resolvió instalar en forma temprana, a contramano de los consejos de la literatura política.
Su respeto y cariño por Vidal viene de larga data, pero se terminó de fraguar durante los años que compartieron en el Gobierno de la Ciudad.
Ya es un clásico en las tertulias macristas la lista de elogios que el presidente destina a la gobernadora: "Actitud, humildad, trabajo, vocación, transparencia", suelen fluir de los labios presidenciales cuando menciona a la mujer que no sólo logró desplazar a los barones del conurbano sino que a muchos dirigentes opositores empieza a convencer de sumarse a sus políticas en la provincia más grande del país.
Tal vez por mucho de esto Vidal tendrá una doble responsabilidad este año: impedir que el kirchnerismo residual complique el escenario político en sectores calientes del conurbano, y cargarse buena parte de la campaña legislativa al hombro.
Para el primer objetivo la gobernadora ha empezado a encontrar aliados inesperados: el último fue el jefe comunal de Carlos Casares, Walter Torchio, con predicamento en la Cuarta Sección Electoral del interior bonaerense.
Otro es el expresidente de la Cámara de Diputados Julián Domínguez, quien junto a otros peronistas vienen dando por clausurado el ciclo de Cristina Fernández.
Vidal ya había logrado sumar a intendentes como Ismael Passaglia (San Nicolás), Hernán Bertellys (Azul), Carlos Berterret (Coronel Pringles) y Adrián Sánchez (Exaltación de la Cruz).
Ni hablar de Joaquín De la Torre (San Miguel), su actual ministro de Gobierno en uso de licencia en la Intendencia. No son los únicos peronistas que le suman por ahora a la incansable gobernadora.
En esta temprana instalación de movimientos preelectorales, en Cambiemos comienzan a especular con el rol que intendentes como Alejandro Granados (Ezeiza) y Mario Ishii (José C. Paz), podrían cumplir para esmerilar un supuesto intento de Cristina Kirchner y Daniel Scioli de entrar a la campaña.
El sondeo de Management & Fit conocido la semana que pasó, que arrojó algunos datos inquietantes para el oficialismo, podría contribuir a acelerar los tiempos.
El trabajo confirmó que el conurbano sigue siendo refractario a Macri, sobre todo en barriadas pobres de La Matanza, un histórico bastión peronista.
Incluso, proyecciones de ese trabajo permitirían concluir que el macrismo correría el riesgo de quedarse sin representación en el Senado por la provincia de Buenos Aires, ya que las eventuales fórmulas Massa-Stolbizer y Cristina-Scioli miden más que eventuales postulantes de Cambiemos, como Jorge Macri.
No es casual que la cuestión electoral se haya instalado antes de tiempo en el tablero político.
A pesar de llevar más de un año en el gobierno, y de haber tendido lazos con sectores refractarios como algunas organizaciones sociales -mérito de la ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley- y movimientos políticos históricamente ligados al peronismo, Macri mantiene matices de orfandad política.
Emilio Monzó, hábil operador en la Cámara de Diputados, lo alertó tempranamente, y prendió una señal de alarma para el oficialismo.
Tal vez por eso el presidente parece haber decidido que Vidal, la funcionaria con mejor imagen, deba tener este año un pie en el día a día de la provincia y otro en el de la campaña electoral, una dinámica que promete profundizarse tras promediar el año.