No cabe duda de que el nuestro es un país muy particular. Un país dónde lo anormal pasa a ser normal. Un claro ejemplo: Si en un colegio, un alumno agrede a un profesor, en cualquier país del mundo ese alumno recibiría severas sanciones. En Argentina, no solo eso no ocurre, sino que si el profesor fuese severo, quien tendría problemas sería el docente, y no el alumno.
Ese sería un simple, cotidiano y lamentable ejemplo de cosas que nos pasan, y la lista es larguísima. Citemos algunos casos.
¿Es normal que en un país republicano los ciudadanos de bien nos sintamos intimidados por la delincuencia y que además, los jueces garantistas avalen más los derechos de los delincuentes que los derechos de un ciudadano común?
¿Es normal que un mafioso como Baradel se de grandes lujos cuando los maestros reclaman salarios?
¿Es normal que en un país democrático se promulgue una ley que indemnice y respalde a ex terroristas mientras que para las víctimas de estos mismos se las mantiene en la indiferencia?
¿Es normal que un grupo de jueces y fiscales se agrupen en una entidad mafiosa y sean obsecuentes con el Frente Para la Victoria cuando se supone que deben ser objetivos e impartir justicia?
¿Es normal que toda una organización que nos gobernó durante más de 12 años y terminó siendo una asociación ilícita que saqueó como nadie en la historia siga en libertad cuando hay pruebas más que suficientes como para encarcelarlos desde el primero al último, y que además se la pasen dando vueltas en los medios y que incluso los mismos medios les ofrezcan espacio televisivo ilimitado?
¿Es normal que una ex presidente con las causas judiciales en las que está procesada y que además es repudiada por la inmensa mayoría de la ciudadanía, tenga la posibilidad de postularse como candidata a senadora por el solo hecho de obtener fueros?
¿Es normal que después de 12 años se comience a investigar que ocurrió con los fondos de Santa Cruz por qué Ducler decidió denunciar ahora lo que se sabe hace más de una década?
Nada es normal en nuestro país, todo es anormal, con el agravante de que nos estamos acostumbrando a las anormalidades, y eso es lo verdaderamente grave, porque acostumbrarse y resignarse es despertar secuelas de un país enfermo, y muy difícil de remediar.