Harold Pinter, dramaturgo, con aspecto ya maduro, un aire a lo Errol
Flynn, prácticamente desconocido en idioma español, resultó ser el ganador
del Premio Nobel 2005. Una vergüenza para las editoriales españolas. Es
inútil comprender a los editores y empresarios del libro. Una tarea para
Kafka y Ionesco, una partida entre caballeros medievales. La literatura es
cosa extraña, en una época rabiosa de banalidad, hambrienta de publicidad,
castrada sin pasión y envuelta en verdades a media y adorada en el altar
patético del mercado. Harold Pinter se salto a traductores y editores. Ya es
un personaje mítico, no solo por el lauro, sino porque sobrevivió a una caída
en Dublín. Un parche en la ceja izquierda, muestra el impacto del golpe.
Con su decisión, la Academia dejó sin pronósticos a los más audaces.
Premiaron a un hombre de su tiempo, un crítico tenaz del sistema
global, que no ha necesitado del lauro sueco para criticar la invasión de
Irak y a sus protagonistas anglosajones.
H.P. describe el
mundo con sus propias iniciales. El mundo no es sólo un drama, sino un
sainete. Un espectáculo con espectadores con los dedos doblados, sus
narices frías, sin olfato, ojos rellenos de plomo y estómagos de
contorsionistas llenos de flatulencias.
El pavoroso escenario de halloween se descuelga con su
sombrero negro en punta y caen unos caramelos blandos, oxidados, que se
deshacen en el aire. Golosinas del arte de la muerte, eterna violeta de
cementerios, madre superiora de todos los conventos silenciosos bajo tierra.
Ahora escarbo sobre Pinter, Harold, H.P. para efectos de la
nomenclatura del Nobel. Leo de paso un diálogo sobre su obra El Amante,
espejo de lo cotidiano, el pequeño baúl de la vida real. -Ella, le
dice al marido que prefiere quedarse con su amante en casa, que ir a una
exposición. -Él, un hombre de negocios comprensivo, le pregunta qué piensa
cuando hace el amor con otro y él revisa balances económicos. -Le responde
que piensa en él, lo que hace más interesante la infidelidad. Sarah, le
pregunta: -¿tienes una prostituta? -Sí, es una putica común, responde. No
vale la pena ni hablar de ella. Sirve para pasar un rato mientras uno espera
el tren. -Aquí no hay trenes. Tú andas en carro... dice Sarah
-Es igual, responde Richard. Es como una taza de chocolate mientras me revisan
el agua y el aceite.
-Suena tan estéril, concluye Sara.
¿Para Richard el acto es un mero cambio de agua y aceite? Sin duda, algo
necesario.
Pinter juega en serio con la pareja en un cuarto de la
vida, con realismo, vitalidad, angustia, zozobra, y silencios escalofriantes
detrás de las palabras, como debe hacer un escritor verdadero cuando es
verdadero. H.P., lo es, como el mundo que le ha tocado vivir, describir,
combatir, soñar, construir, desnudar, disfrutar, dibujar, y atravesar con su
ojo de sabueso anglosajón. Harold Pinter seguirá en cartelera por mucho
tiempo, enfriándole la sopa al ego humano y bajándole los pantalones al
poder fáctico.
Se ha prestigiado el Nobel con Harold Pinter, en tiempos de
fraude. Gran olfato el de los académicos suecos y era necesario,
porque la literatura boquea como un pez en la vitrina del mercado. Los
fenicios sin alma, ni puerto, reman con su mercancía y en medio,
comercian unos cuantos libros que en su idioma llaman bestsellers premiados.
Planeta, el "Premio Nobel" en castellano, por la
suma de dinero que otorga, fue concedido a la española Mari Pau Janer, en
medio de un escándalo, que ya una tradición en ese lauro.
El novelista Juan Marsé, uno de los jurados, lamentó el
bajo nivel de los 417 concursantes, incluida la novela ganadora: Pasiones
romanas. A la autora ganadora, que hoy aparece vestida como una diva
ranchera, con sus largas botas de cuero, Marsé simplemente la demolió: la
menos mala. El escritor catalán la terminó de desmantelar como un viejo
automóvil, cuando apostilló: la novela tiene un ritmo narrativo "lento
y meticuloso" que llega a "impacientar", asegurando que se le
ve "la carpintería, las tuberías y las ínfulas literarias".
El Planeta, el mundo son la misma cosa revuelta. Un loco
lanza su serpentina detrás de la noche ciega y llora porque no ve sus
colores, ríe porque es tan larga como sus pesadillas y no encuentra su punta.
Lo escandaloso es la corrupción a todo nivel y no hay termómetro
para tomar la fiebre a esta epidemia de gripe animal. La literatura se
despluma como una pobre ave en los concursos y vuelan sus páginas hediondas a
estafa. Alguien se desnuda en la lentitud del deseo y se sube al tren de su
destino. Los despojos humanos en la peste aviar, la literatura sin plumas, ni
lenguaje, y los editores avestruces, enseñando sus nalgas rosadas de vedettes
dormidas sobre un tonel de frutillas. Rulfo, Borges, Onetti, Cortázar, el
mismo Neruda o la Mistral, no fueron galardonados en concursos, con la excepción
del premio de los Juegos Florales y de la Universidad de Chile. Ernesto Sábato
renunció recibir el premio Planeta, cerrando con broche de oro una carrera
literaria digna en la aventura de la palabra y del conocimiento, una lección
para mercaderes venecianos de tercera categoría.
Roberto Bolaño decidió otro camino por alguna necesidad
económica y se ganó todos los premios provinciales que pudo en España
y el Rómulo Gallego, que lo catapultó.
Planeta, coronó con el peruano Jaime Bayly, como finalista
del premio, y quien corroboró sus gustos de género al decir que
esa noche quería más a Juan Marsé. La novela de Bayly, es sobre un escritor
huraño, tal vez Borges, y su mucama analfabeta. La diva de Mallorca y el
ubicuo peruano, se subirán al escaparate a partir de noviembre con grandes
tirajes. Se llevaron las palmas de los Duques de Palma.
La Academia sueca salvó octubre con su decisión de Harold
Pinter. Literatura manca en el año del Quijote. Tiempos kafkianos, y Praga en
un homenaje a Franz, ha otorgado también el premio Kafka a Pinter. Meritorio
eslabón perdido de la literatura universal. Las palabras son un castillo de
arena, se van a la mar que es el morir. Babel sin escalera, la literatura se
sueña. Lo seguirá haciendo a pesar de los jurados y editores. Había una
vez, un millón de veces, no una ni mil noches. Bien, Marsé renunció a ser
jurado de Planeta. Ganó una novela anclada en el siglo XIX, dijo m antes de
partir. No es un problema, dos siglos antes, sino qué, cómo dice y cómo está
escrita.
Pienso en Nicanor Parra, antipoeta, al borde del Nobel a
sus 90 años. Tan cerca el pan del horno, que se quema, poeta. Los premios son
una lotería, un negocio, una trampa, un trébol de cien hojas. Borges se quedó
ciego esperando el Nobel junto con los académicos
suecos, a la deriva de sus laberintos. Neruda, esperó años de años,
y por fin, poco antes de morir, sonó la campana de Nobel. Otros, llegaron sin
merecerlo al codiciado lauro.
Parra como Darío
y Neruda, en castellano, le arrancaron una pluma al Cóndor de la poesía en
nuestro idioma. Vallejo, hizo lo suyo, también. Eso no ocurre con frecuencia
en poesía, ni en literatura. Son épocas y poetas. H.P., Pinter, lo ha hecho
en teatro, por eso el aplauso es cerrado, a teatro lleno en la Academia. Algo
de oxígeno para la literatura real y
no comercial. Por sus años, será difícil remontar a Parra. En verdad no lo
sabemos. Sospecho que Gonzalo Rojas, poeta chileno, ya está en competencia
para el Nobel del 2006. Ha estado en Estocolmo, recibió los premios más
importantes en castellano para su
poesía y le tiene ganas a las coronas suecas. La poesía chilena aún goza de
buena salud. Sin duda, no compite con la novela su público es la
clandestinidad de la palabra.
Si la Feria del Libro de Francfort, la mayor del mundo en
idioma inglés y alemán,- Feria de Editores,- recurre a un cartel de la
artista porno, Pamela Anderson, ya sabemos cual es el sexo, no signo, de la
literatura y de estos tiempos.
Pamela,
abre tus páginas, y pon al mundo a soñar...
Rolando Gabrielli