En teoría, los medios de comunicación,
desempeñan una función determinante para la politización de la opinión pública.
En las democracias constitucionales, estos pueden ejercer un control crítico
sobre los órganos que integran los tres poderes: ejecutivo, legislativo y
judicial. Es así, al colocarse en competencia cooperante con los órganos del
poder público. Por ello la prensa independiente es definida como “cuarto
poder”.
La libertad de prensa ya encontraba su origen en los finales
del siglo XVIII, en las declaraciones de derechos americana y francesa,
entendiendo que esta era una garantía de la libertad política. Así, Thomas
Jefferson, decía que "la libertad está garantizada donde hay libre
prensa y los ciudadanos son capaces de leer”. Agregando, “si a mí me
tocara decidir respecto de la existencia de un gobierno sin diarios o diarios
sin gobierno, no dudaría en preferir lo último”. En Francia, el
desarrollo del cuarto poder comienza con el desarrollo del tercer estado; las
publicaciones políticas aumentaron durante los días posteriores a la toma de
la Bastilla, hasta llegar a centenares y reducirse con la llegada del imperio.
Napoleón decía que “la libertad de prensa debe
adquirir en manos del Estado, la función de un poderoso auxiliar”.
Agregando en sus escritos de su permanencia en la isla de Santa Elena, “mi
hijo estará obligado a reinar con la libertad de prensa". Esta es hoy,
una necesidad. Las mismas constituciones de la época resaltaron la influencia
de la prensa. Burke decía que existían tres poderes en el parlamento, pero,
observa Charlyle si se consideraba la tribuna de periodistas, existía un poder
cada vez más importante respecto de los demás.
La libertad de prensa, no es específicamente un poder en
sentido constitucional, sino más bien el fundamento de legitimidad de los
poderes delegados. En cuanto explicación directa a la libertad de prensa,
pensamiento y discusión, la libertad de difusión, la libertad de información
es fundamental para un ejercicio correcto de los poderes democráticos y por
ello constituye un derecho que no debe ser atribuido, sino garantizado; es una
libertad no externa al estado democrático ni subordinado a él, sino histórica
y conceptualmente contemporánea a su formación; y los atentados contra el
estado democrático son en muchos casos atentados contra la libertad de
información.
Hoy día, la actualidad, es muy distinta a la época de oro
de las publicaciones políticas, las exigencias económicas hacen que disminuyan
el número de diarios y que los medios se fusionen, acortando el debate y el
pluralismo de opiniones. De esta forma el balance financiero de los medios no
depende tanto de quienes los leen, sino de quienes compran la publicidad. También
existen aquellos medios que o bien son controlados o pertenecen al estado. Esto
es tan así que Duverger ha encontrado que tanto los más antiguos (la prensa)
hasta los más modernos (radio y televisión) poseen un alto grado de
dependencia de los poderes públicos inversamente proporcional a su antigüedad.
En este universo teórico, de que es el cuarto poder, podemos
descubrir otra faceta más de nuestra frágil democracia, en la que El Estado de
Derecho, es solo una expresión de deseo una utopía ideal de lo que esperamos
de los medios. Depende quien brinde la noticia (si es que la brinda), está
tendrá una visión o una tendencia optimista o pesimista. De esta manera la
formación de opinión se vuelve un elemento más de la política, sea esta
oficialista o de oposición.
El riesgo de estas conductas poco éticas, es que se pierde
el valor social e institucional del periodismo, y por ende ese control que le da
a este el rango de cuarto poder.
Mi opinión, es que el periodismo debe ser los ojos de la
sociedad, mostrar a otros lo que no ven y generar los debates necesarios para
una sociedad con bases sólidas.
No hay nada más dañino para una sociedad como la nuestra,
en la que la Justicia ciega es guiada por lazarillos miopes (jueces y fiscales)
que un periodismo hipócrita y servil.
Marcelo
Ricardo Hawrylciw
FELAP N° 496