Bastardo (RAE): “Que degenera de su origen o naturaleza”. ¿Acaso el poder legislativo actual no es una degeneración de lo que debería ser?
La Cámara de Diputados de la Nación dio media sanción al proyecto de ley que propone declarar el 4 de junio como “Día Nacional del Cuarteto”.
“Estoy muy feliz con esta media sanción. Este proyecto era muy importante para Córdoba, se trata del segundo proyecto de ley que presenté al asumir esta banca, y es una deuda que tenía el Congreso con nuestra provincia”, dijo Gabriela Estevez, la legisladora autora de tan “trascendental” proyecto.
Leer acerca de estas frívolas prioridades e intereses de los (genérico, hombres y mujeres) legisladores de nuestro país, en momentos en los que soportamos problemas tan críticos como los actuales, me recuerda a Luis XVI, su corte y su Parlamento viviendo en un mundo de fantasía en Versalles, mientras Paris era un hervidero. ¡Ojo! Estos problemas no son nuevos, se vienen repitiendo década tras década y cada vez nos hunden más y más.
Nuestro país, como país, desde hace más de 50 años “da pérdidas”, pérdidas que todos y cada uno de nosotros tenemos que pagar con más y más impuestos; pérdidas generadas por el improductivo, parasitario e ineficiente sector estatal, sector que lo único que sabe hacer bien, es crecer y chuparnos la sangre.
Nuestro sistema educativo es patético. Sarmiento se debe estar revolcando en su tumba. El futuro del mundo es el conocimiento y el conocimiento se adquiere con esfuerzo, no con facilismo. Se confunde el facilitar el acceso a la educación con el facilismo y es así que nos estamos transformando en un país lleno de riquezas pero habitado por mentes pobres.
Nuestra salud está enferma. Somos esclavos de las obras sociales. No podemos elegir a cual pertenecer o con cual profesional atendernos o a qué clínica asistir. Los esclavos obedecen y no pueden elegir, nosotros obedecemos y no podemos elegir, por lo tanto somos esclavos.
También somos esclavos del sistema de jubilaciones. Pero eso seguro está bien, sin dudas el estado sabe que somos incapaces de decidir, que somos imbéciles a los que se les debe decir qué hacer porque no nos da la cabeza para elegir.
Y mejor no hablemos de la inseguridad, porque allí también somos esclavos. El esclavo no tiene libertad y las personas de bien debemos encerrarnos tras las rejas de nuestras casas o tras los alambrados de los barrios cerrados para protegernos de los delincuentes. Es curioso, antes se encerraba a los delincuentes para defender a la sociedad; ahora es al revés.
Somos esclavos de la burrocracia. Si se nos llega a ocurrir trabajar y tener un emprendimiento, tenemos que pedir permiso a nuestro amo el estado, cumplir un millón de trámites inservibles y al final, no sabemos si dar las gracias porque nos dejan trabajar o pedir perdón por ser tan egoístas de querer progresar.
Pero no, a quienes bastardean nuestro Congreso no se les cruza por la cabeza enfocarse en estos problemas, problemas que son el lastre que nos hunde como país.
También somos esclavos de la ideología del igualitarismo. En un país donde las mujeres tienen los mismos derechos que los hombres, se busca incentivar una enemistad entre los hombres y las mujeres, que en la vida cotidiana es muy pequeña o no existe (igualdad de derecho no implica igualdad de resultados).
Al respecto se sancionó recientemente la ley de paridad de género en la política y la diputada Graciela Camaño hizo gala del Maquiavélico razonamiento de “el fin justifica los medios” al alegar en su oratoria que "no estamos haciendo una fantochada. Estamos aprovechando una oportunidad histórica para sacar una paridad".
Al respecto, me permito transcribir parte del capítulo “La igualdad de género degenera” del libro “El Imperio de la Decadencia Argentina recargado”.
“Definir un porcentaje de bancas que deben ser ocupadas por mujeres, es algo absolutamente machista. ¿Por qué no definir un porcentaje de bancas para los hombres? Quienes redactaron el proyecto y quienes dan la noticia, muestran ser los primeros en menospreciar a las mujeres, además de atentar contra el derecho cívico de cada argentino de elegir a quien uno desee, más allá de su género.
Nuestra Constitución no restringe la integración del poder legislativo sólo a los hombres. El espíritu de nuestra Ley Primera, es el de conformar los órganos de gobiernos con los mejores hombres (genérico, hombres y mujeres) posible; meta de excelencia de nuestra Constitución que, al ver los debates de nuestros representantes en el poder legislativo, queda en evidencia se encuentra a años luz de distancia.
Por supuesto que en el siglo XIX no se elegían mujeres para ocupar cargos en el gobierno; pero eso no tiene que ver con el derecho actual, sino con el desarrollo histórico cultural. En nuestro país hemos tenido, hasta hace poco tiempo, una presidente reelecta, actualmente tenemos una vicepresidente y una gobernadora conduciendo los destinos de la provincia más grande de Argentina.
Creo que las mujeres son absolutamente reconocidas en la política de nuestra patria y considero que han sabido ganarse su lugar sin necesidad de una ley que las proteja, han mostrado tener suficiente mérito y respeto como para necesitar alguna deferencia especial.
Por otra parte ¿cuál sería el problema si todos los legisladores fuesen hombres? ¿Y si todos fuesen mujeres? No me interesan los genitales de nuestros congresistas, ¡si me importan sus neuronas y su moral!
Debemos aprender a elegir, debemos dejar de seguir a quienes promueven la guerra de los sexos, dejemos de pensar en términos de hombre o mujer, judío o cristiano, oficialista o anti, amigo o enemigo. Discriminemos entre honesto o corrupto, capaz o inútil, respetuoso o insolente.
No se puede alcanzar la igualdad de derecho profundizando diferencias, no se logra el respeto mediante leyes, no se consigue una paridad en la consideración más allá del género si profundizamos las diferencias.
Los derechos humanos son humanos, no discriminan por género, respetemos a las personas por su condición de persona y terminemos con este enfrentamiento inconducente.”
La igualdad ante la ley, es una reivindicación justa y necesaria, la igualdad ante la ley nos conduce a la libertad, la igualdad mediante la ley nos conduce a la esclavitud.