El gobierno de Mauricio Macri empezará a transitar a partir del próximo lunes el tramo final del año, la última quincena de 2017, sin margen para el error después del escándalo registrado tanto dentro como fuera del Congreso nacional durante el fallido tratamiento del proyecto de ley de reforma previsional en la cámara de Diputados.
Es público y notorio que diciembre se ha convertido en un mes especial en la historia política reciente de la Argentina; tiene ese "no sé qué", y en esta ocasión amenaza claramente con poner en jaque a la administración macrista.
Los propios desaciertos de la Casa Rosada, que en su afán por diferenciarse de la gestión anterior sigue trastabillando con su estrategia de comunicación, empujaron al Gobierno hasta esta situación de incertidumbre y de tensión incluso puertas adentro, con la diputada Elisa "Lilita" Carrió desmarcándose de la bajada de línea oficial y alzando su voz disidente.
El macrismo se mantiene fiel, absurdamente fiel por momentos, al dogma comunicacional que proponen el "gurú" ecuatoriano Jaime Durán Barba y el jefe de Gabinete, Marcos Peña, aunque en esta oportunidad, es evidente que faltó una mayor presencia de Macri como presidente de la Nación asumiendo la responsabilidad de explicar y detallar los alcances de las reformas que impulsa el Gobierno, incluso, ¿por qué no en cadena nacional? A veces, ni los mensajes de ocasión de los ministros ni el bombardeo de información mediante redes sociales alcanzan para llevar tranquilidad a quienes, asediados por el fuego cruzado de declaraciones entre oficialistas y opositores, están en su derecho si comienzan a sentirse preocupados y desconfían.
El Gobierno no logró, no supo apagar a tiempo las luces de alerta que encendió la oposición en torno del proyecto de reforma previsional, incluso después de que la iniciativa recibiera media sanción en la cámara de Senadores, y las consecuencias están a la vista: caos en las calles aledañas al Congreso, descontrol dentro del recinto —con el kirchnerismo junto a sus "nuevos aliados" haciéndose un festín con la suspensión de la sesión— y más nubarrones en el horizonte.
Si efectivamente esta propuesta que motoriza la gestión macrista cuenta con el respaldo de gobernadores —aunque trascendió que algunos dicen haber recibido "presiones"— y, a la larga, beneficia a los jubilados en general y al sistema previsional argentino en particular, el propio Macri debería haberse encargado de anunciarlo por cadena nacional, asumiendo de igual modo los costos de un eventual fracaso del plan.
"Chacho" Álvarez con polleras
En definitiva, de eso se hablaba justamente en las redacciones periodísticas el jueves pasado por la noche, cuando tomaban fuerza las versiones sobre un posible Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) de Macri para "sacar" adelante la reforma jubilatoria.
En ese contexto, se contemplaba la posibilidad de que el Presidente difundiera un mensaje por cadena nacional para explicar la situación. Finalmente, nada de esto sucedió.
El Gobierno conserva la carta del DNU bajo la manga, pero su propia comisaria política de tiempo completo Carrió se paró de manos el mismo jueves para advertir que una decisión de esa naturaleza "violaría gravemente la Constitución Nacional".
Un puñado de días antes, "Lilita" había manifestado sus reparos acerca de la fórmula de actualización de los haberes jubilatorios —y de la Asignación Universal por Hijo (AUH)— que impulsa el Gobierno y después de la desmedida actuación de las fuerzas de seguridad que blindaron el Congreso y reprimieron tanto a manifestantes como a legisladores el jueves pasado, cuestionó a la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich.
La Casa Rosada aún tiene que resolver qué hará con Bullrich, cuya labor empezó a ser objetada incluso puertas adentro, sin ir más lejos, por Carrió por ejemplo, pero también debería establecer —si es que todavía no lo ha hecho— la estrategia de contención más conveniente para evitar que "Lilita" termine convirtiéndose en un problema para Cambiemos, con riesgo de implosión.
"Carrió es como el Diego (Maradona), le mete ese gol maravilloso a los ingleses y después derrapa y queda al borde de la muerte. Tómalo o déjalo, como a ´Lilita´", dijo a Agencia NA una fuente de la coalición de Gobierno.
El desafío intramuros está planteado para el macrismo: ¿Cómo lidiar con una dirigente extraordinariamente influyente y que, además, viene de ganar por más del 50 por ciento de los votos en la ciudad de Buenos Aires?
Mientras tanto, en la oposición, en especial en los sectores más radicalizados, como el kirchnerismo, se relamen frente a la posibilidad de que Carrió se transforme en una especie de Carlos "Chacho" Álvarez con polleras, con actitudes que puedan restarle robustez y solvencia a una gestión que si bien recibió un amplio respaldo popular en las urnas hace apenas dos meses, transita por estos días por un momento complejo.
Dentro del mismo oficialismo prácticamente lo admiten: este sábado, el diputado de Cambiemos Luciano Laspina, presidente de la Comisión de Presupuesto y Hacienda de la Cámara baja, se expresó en tal sentido, al admitir "errores" de comunicación y hasta "ingenuidad" del Gobierno a la hora de lidiar con este conflicto e impedir que el kirchnerismo olfateara sangre.
De matones y ¿traidores?
El 11° encuentro ministerial de la Organización Mundial de Comercio (OMC) en Buenos Aires resultó ser un fiasco desde lo institucional, aunque su puesta en escena sirvió para que los militantes de izquierda y los anarquistas que salieron a las calles a protestar contra la globalización y el supuesto plan de ajuste del Gobierno, una vez concluida la cumbre, se quedaran con ganas de más (de más agite).
Y al parecer, los gendarmes que participaron del operativo, también.
La realización de la conferencia de la OMC pudo haber ayudado a Macri a mostrarse aún más como un líder regional emergente ante la mirada de países que, hasta hace unos años, veían a la Argentina como una nación más vinculada a Irán, Venezuela o Angola que a las potencias de Occidente; aunque indudablemente colaboró también para que diciembre termine siendo este año más movido, intenso y preocupante de lo que se esperaba.
En este marco, el Gobierno parece decidido a conseguir la aprobación de su paquete de reformas cueste lo que cueste antes de que concluya 2017, es decir, apenas semanas después de haber negado —antes de las elecciones legislativas del 22 de octubre pasado— la existencia de planes oficiales para modificar en su conjunto las normativas sobre relaciones laborales y sistema jubilatorio, entre otras cuestiones.
Cueste lo que cueste supone un capricho con aires temerarios que puede resultar caro, como quedó demostrado el jueves pasado en la Plaza del Congreso.
Para este lunes, está convocada una nueva movilización en contra del proyecto y el macrismo, como agrupación política surgida justamente en la Capital Federal, debería saber que el límite de la tolerancia de la sociedad, en especial de la clase media —que hoy apoya al Gobierno en su mayoría—, en la Argentina no suele ser tan elástico por lo general frente a una reiteración de incidentes graves que involucran a fuerzas de seguridad.
Claramente no tiene margen para el error el oficialismo.
Si bien Gendarmería quedará fuera del operativo de control —y por ende, Patricia Bullrich— tras los excesos cometidos por algunos de sus integrantes del jueves pasado, fueron miembros de la Policía Federal, que sí volverá a entrar en acción el próximo lunes, los que atacaron brutalmente con gas pimienta en el rostro a la diputada kirchnerista Mayra Mendoza.
Aprobar el proyecto previsional en Diputados en medio de disturbios sería un escándalo comparable con la llamada "Ley Banelco" del gobierno de Fernando de la Rúa y su frustrada reforma laboral, por más que el macrismo se empeñe en sindicar como responsables e incitadores a los presuntos "matones" del kirchnerismo, encabezados por Andrés "Cuervo" Larroque y quienes supuestamente buscan obtener un rédito político en medio de este tipo de situaciones caóticas.
A decir verdad, Larroque volvió a mostrar la hilacha —como tantas otras veces— al increpar violentamente al presidente de la Cámara baja, Emilio Monzó; pero un rato antes, en la calle, fue vilipendiado junto a colegas kirchneristas, entre ellos, Agustín Rossi, Axel Kicillof e incluso Máximo Kirchner, por militantes de izquierda que, ubicados del otro lado de las vallas, es probable que no se hayan olvidado que el Gobierno anterior los perseguía y reprimía cuando cortaban, por ejemplo, la autopista Panamericana para protestar contra del cierre de fábricas.
El diputado nacional y dirigente del Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) Nicolás Del Caño, que celebró con los legisladores kirchneristas el fracaso de la sesión dentro del recinto —al igual que los "Ronin" del Frente Renovador que dejó Sergio Massa en la Cámara baja—, sí parece haberse olvidado de todo aquello, de aquellas balas de goma y gases lacrimógenos... aunque tildarlo de "traidor", como se escuchó por ahí el jueves pasado, es poco fuerte, ¿no?