La película de la vida de María Eugenia Vidal se podría titular: “Nace una estrella”. Tiene apenas 44 años y es la persona con mayor imagen positiva de la Argentina con números asombrosos, incluso por encima del presidente Macri. Y eso, pese a que hace dos años gobierna la provincia que tiene más problemas y más graves. Vidal contará hasta el 2019 con 105 mil millones de pesos extra para atender a los que más necesidades insatisfechas tienen y para sembrar el territorio con la mayor cantidad posible de dignidad y ciudadanía. Hablo de cloacas, agua potable, escuelas, autopistas y otras obras de infraestructura que puedan reparar todo lo que destruyó el peronismo en sus distintas variantes ideológicas durante los últimos 28 años que gobernó.
Prácticamente en todos los brindis de fin de año se habló de los ovarios que tuvo María Eugenia, cuando enfrentó un piquete de guardavidas en Mar del Plata.
Creo que nadie dejó de ver esas imágenes. No le permitían pasar y se tiraban encima de la camioneta en la que ella viajaba. Se bajó y con una templanza impresionante les dijo que la violencia no era la forma de protestar ni de vincularse y con firmeza les exigió que se corrieran de la calle y la dejaran seguir transitando. Solita quebró el piquete de los musculosos guardavidas y logró que el capo de ellos tuviera que pedirle disculpas públicamente.
Muchos se acordaron cuando en el programa de Santiago del Moro le paró el carro a un monigote kirchnerista y de contragolpe hizo un discurso que asombró al país. “Me rompo el lomo y el que te jedi”, le contestó en lo que para muchos fue una suerte de cajón de Herminio que terminó de enterrar a Cristina en las elecciones. ¿Se acuerda?
Millones de personas lo vieron por internet. Igual que su desafío cara a cara a los bañeros de la costa atlántica.
María Eugenia Vidal ya se ganó un lugar en la historia política de la Argentina. Es la primera gobernadora mujer de la provincia de Buenos Aires y encima no pertenece a ninguno de los dos partidos históricos. Venció en el distrito más importante donde mandan (o mandaban) los barones (con “be” larga y “ve” corta) del Conurbano y eso significó que la fórmula integrada por Aníbal Fernández y Martín Sabbatella protagonizaran la peor derrota electoral del peronismo que no perdía allí, casi en tres décadas.
Fue una elección para el análisis. Hay un dato clave: María Eugenia fue tan buena candidata que sacó 500 mil votos más que Mauricio Macri. Y Aníbal fue tan malo que consiguió 300 mil sufragios menos que Daniel Scioli. Ella fue un fenómeno popular que hoy sigue creciendo y él, se fue hundiendo tan profundamente que perdió hasta en su pago chico, en Quilmes, igual que Sabbatella que fue derrotado en Morón donde ganó, por esas curiosidades del destino, Ramiro Tagliaferro, el en ese entonces esposo y hoy ex, de Mariú como le dicen sus amigos.
Algunos definieron aquella epopeya como la batalla como entre la bella y la bestia. Otros dijeron que Aníbal fue una mochila de piedra por su brutal imagen negativa vinculada al narcotráfico, tanto que hasta el propio Papa Francisco operó para cerrarle el paso a La Morsa.
Todo fue muy silencioso pero toda la estructura de la iglesia se puso al servicio primero, de Julián Domínguez en la interna y después, para que María Eugenia ganara aunque sin decirlo. Los colegios parroquiales, la estructura de catequistas y hasta los curas villeros en su mayoría confesaron que el Santo Padre les había dicho que Aníbal era poco menos que Pablo Escobar.
Sus formas patoteras y los hechos de corrupción fueron una contracara muy marcada de una politóloga recibida en la Universidad Católica, de vida sencilla y honrada que siempre puso la cara y su sonrisa en todos los conflictos. Por eso el Papa la felicitó tanto en el encuentro que tuvo con el presidente Mauricio Macri.
¿Qué características tiene María Eugenia para convertirse en una estrella naciente?
Calidez y firmeza para ejercer el poder. Carisma y capacidad de administración. No anda por la vida peleándose con todo el mundo pero cuando tuvo que decir que el gobierno de Scioli fue un desastre que le dejó la provincia quebrada, lo dijo. Sin embargo, su principal atributo según su mano derecha que es el ministro Federico Salvai, es que afronta los conflictos y que nunca se borra. Le pasó en la ciudad con los dramas del Indoamericano, el Borda o las inundaciones, por ejemplo. Nunca se escondió. Al revés de lo que hacía Cristina en ese momento que era mantenerse lejos de los grandes dramas sociales, María Eugenia les ponía el pecho y siempre encontraba una solución aunque no fuera definitiva. Cada vez que tuvo que enfrentar la adversidad avanzó y creció en su imagen.
Ahora le pasa lo mismo. Está atajando mil penales y llena de desafíos en Buenos Aires. Sin embargo su imagen se mantiene bien arriba. Se podría decir que es la dirigente más amada y la más amenazada. Primero revolvieron su propio despacho dos policías que debían estar cuidando ese lugar. Y después, además de cientos de llamadas telefónicas crueles que anticipaban hasta su muerte, apareció un cartucho en su vieja casa matrimonial de Castelar y eso la obligó a vivir en la Base Aérea de Morón. A veces nos olvidamos pero a 35 años de democracia, la gobernadora del principal distrito, tiene que vivir en un cuartel, rodeada de militares. Es que está cumpliendo, según las encuestas con el principal mandato que surgió de las urnas: “Que combata a las mafias”. Y eso, nunca es gratis. Es sumamente riesgoso y por eso la gente le dice que se cuide y como contó Jorge Fernández Díaz le ponen estampitas y crucifijos en sus manos. Faltaría que le digan: “cuídate changuita”. Es que es muy joven. Encima tiene 3 hijos, María, Pedro y Camila a los que no descuida ni en sus tareas más hogareñas y escolares. Entre las amenazas de la policía corrupta, los narcos asesinos o los penitenciarios atorrantes debe contarse también cuando invadieron la casa de Federico Salvai para no robar nada, el incendio abortado del ministerio de seguridad de Cristian Ritondo que tiene abajo un arsenal que hubiera hecho volar el edificio por los aires, el fuego que desataron para quemar expedientes con amenaza directa a la gobernadora en el Tribunal de San Martín, y hasta los balazos en la puerta del ministerio de Salud. O los anarquistas quemacoches de la Legislatura. O el intendente ultra K, Mario Secco, entrando con violencia y destrozos a ese recinto.
Los muchachos no andan con chiquitas. María Eugenia persigue todo tipo de delitos y les complica la vida. Por eso los corruptos la odian tanto y por eso la gente la quiere tanto.
El día que ganó dijo:” estamos haciendo historia. Hicimos posible lo imposible”.
Hoy tiene una responsabilidad gigantesca. Porque debe ayudarle a millones de bonaerenses a construirse un futuro. Allí está concentrando su tarea. Invierte horas, en escuchar a los vecinos. No es una novedad, su militancia social en la Iglesia Católica le enseñó a poner el cuerpo entre los más pobres y hacer una opción por ellos. Desde el 2008 nunca apagó su teléfono celular ni siquiera por las noches. Viene de un hogar de clase media, de un médico cardiólogo de Haedo que todavía sigue trabajando. Es austera, tiene un patrimonio mínimo y no parece sentir demasiada atracción por el dinero ni la riqueza. Hizo su carrera universitaria viajando todos los días en el tren Sarmiento. Eso le da una sensibilidad que muchos ministros de Macri no tienen. También es pragmática y auténtica. Es lo que es. No finge ser otra cosa. Autoexigente y exigente, pero de imagen angelical. Tiene ángel. Hasta los que votaron al peronismo la respetan. Jorge Macri la definió como “el puente emotivo de Cambiemos con el pueblo”.
Su muñeca política se forjó en el grupo Sophia donde se entreveró con peronistas como un joven de pelo largo llamado Ramiro que luego terminó siendo el padre de sus hijos. Por eso pudo sumar a Joaquín de la Torre, mano derecha de Sergio Massa y, producto de un acuerdo con el Frente Renovador, darle la presidencia de la Legislatura en su momento a Jorge Sarghini, un hombre capaz y honesto del equipo de Roberto Lavagna.
Todavía queda muchísimo por hacer, hay demasiada gente que la está pasando mal, pero lo que ya se hizo fue una conmoción para el sistema político tradicional. Fue como patear el tablero de un kirchnerismo/ peronismo que se creía invencible. Tal vez eso explique la sonrisa de Vidal. Es optimismo y voluntad de cambio. Pero sin gambetear las dificultades y sin negar la responsabilidad que ella tiene para resolverlas. Si María Eugenia hace bien las cosas, sin robar, con desarrollo e inclusión social y fuentes de trabajo para los que más necesitan, va a ser una pieza clave para cambiar la historia. Por ahora, es una estrella naciente.