La mera idea de comer insectos puede provocar escalofríos, pero la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) alienta desde 2013 ese tipo de ingesta para paliar el hambre y luchar contra la obesidad. Los insectos forman parte de la dieta de unos 2.000 millones de personas. Son más de 1.900 las especies de insectos que sirven como alimento, sobre todo en África y en Asia. Muchas de ellas, dice la FAO, atesoran la misma cantidad de proteínas y minerales que la carne y más grasas saludables que las recomendadas por los médicos en dietas balanceadas.
En Europa, algunos restaurantes comenzaron a incorporar hormigas y saltamontes fermentados como manjares exóticos. La regulación de la Unión Europea, llamada Novel Foods, se ha renovado el 3 de enero de 2018 con los insectos como alimentos novedosos. Tanto enteros como en partes (patas, alas, cabeza, etcétera). "Los insectos enteros, ricos en calcio, hierro y zinc, no se consumieron hasta la publicación de la primera regulación, el 15 de mayo de 1997", aclara. Ahora están aprobados para su venta y su consumo.
Los más comunes son los escarabajos (31 por ciento); las orugas (18 por ciento); las abejas, las avispas y las hormigas (14 por ciento), y los saltamontes, las langostas y los grillos (13 por ciento), según una investigación de la FAO y la Universidad de Wageningen (Países Bajos). En la promoción de unas barritas energéticas hechas con grillos, la firma Insectfit desea a sus clientes buen probicho en lugar de buen provecho. Parecen barritas de cereales. "Los grillos proveen, gramo por gramo, más del doble de proteína que la carne de res con los nueve aminoácidos esenciales, y contienen casi cinco veces más magnesio que la carne, mineral que reduce en un 22 por ciento el riesgo de infarto", abunda en detalles la promoción.
Los tiempos cambian. Mientras promediaba el siglo XVII, John Montagu, cuarto conde de Sándwich, permanecía durante horas frente a la mesa. No por una improbable adicción al trabajo, sino por su patológica debilidad por el juego. Tan concentrado estaba en los naipes que ni tiempo para comer tenía. Le pidió un día a su criado "cualquier cosa para picotear" sin abandonar la partida y, acaso sin darse cuenta, prescindió de los cubiertos, excepto del cuchillo. Cortó pan y carne en rodajas. Los combinó. Fue el origen de su "mayor legado" a Reino Unido, como señaló en su testamento. Fue el origen del sándwich.
¿Qué tal un sándwich de grillo modelo siglo XXI? Con el sándwich, uno zafa si se ve en aprietos frente a presuntos manjares al paso que el paladar, por timidez, se empeña en rechazar si no son disimulados entre dos rebanadas de pan. En Skuon, Camboya, son un clásico las tarántulas fritas: se empieza por las patas, crujientes y delicadas, de un sabor parecido a las gambas al ajillo, y se culmina con el abdomen, algo rancio para mi gusto. Esa tradición, nacida de la hambruna derivada de la guerra civil en los años setenta, se ha incorporado con llamativa rapidez a la cultura culinaria del país.
La ONU enfrenta ahora la mayor crisis alimentaria de su historia. Sólo en Yemen, Somalia, Sudán del Sur y parte de Nigeria unos 20 millones de personas se encuentran en niveles críticos de desnutrición. La cría de insectos, según la FAO, sería menos dependiente de la tierra que el ganado, produciría menos gases de efecto invernadero y crearía oportunidades de negocio y de exportaciones a personas de bajos recursos en países en desarrollo. Las barreras son psicológicas. En un estudio ciego, nueve de cada diez personas prefirieron las albóndigas de carne vacuna y lombrices que las de carne vacuna sola.
En Finlandia surgió el pan de insectos, horneado con grillos caseros secos. En Cuernavaca, México, son tradicionales los chapulines (saltamontes fritos sin parentesco con Kwai Chang Caine, el de la serie televisiva Kung Fu). En Oaxaca, también México, el gusano de maguey abreva en el mezcal reposado. En Japón, el gusano de arena corona el sushi. En China, las larvas de gusano fritas son frecuentes. En Hong Kong causan furor los espaguetis salteados con cucarachas, así como Medio Oriente los escorpiones bañados en chocolate. El único problema es que engordan más que un manojo de hormigas culonas colombianas.
¡Si es comestible y tiene valores nutricionales, obviamente no hay que descartarlos como alimentos! Así sucedió con las algas y las flores. Todo depende de la CULTURA ALIMENTICIA de cada pueblo. En México y centro amèrica, hay sociedades que hace rato los consumen. En la India sería impensado comerse una vaca, por el caracter sagrado que le asignan. Incluso en nuestro país, hay diferencias, pues un Porteño u habitante de grandes urbes, dificilmente se alimente de un buen plato de iguana, como lo hacen en algunas regiones del paìs, sobre todo del norte. En la actualidad, hay personas que reniegan de comer conejo o pato, porque los tienen como mascotas. En fin, CUANDO HAY HAMBRE, NO HAY PAN DURO.
Cada uno hace lo que puede, y de lo que puede saca sus costumbres. PERO NO ME VENGAN CON EL MUNDO. Mucho menos me vengan a insinuar que si el mundo tal cosa yo también. Porque ahora estamos todos comunicados y conectados y "EL MUNDO" como abstracción estadística ya carece de sentido. Cada uno sabe dónde le aprieta el zapato y todo el resto también lo sabe. De modo que no vengan con que me van a hacer comer insectos para que un chino coma lomo. Si a alguno esto le parece una exageración, que considere que los mismos que nos quieren imponer que la identidad e incluso el género es algo meramente cultural, también pretenden operar para dictarnos la cultura. Esta es la tiranía del siglo XXI, la de los sociólogos y los especialistas militantes: no se molestan en forzarnos a hacer algo, porque en nombre de una autoridad intelectual que no tienen, nos fuerzan a aceptar que ellos dictan y definen lo que somos, y el resto viene en el paquete.
Y sí, me he comido cada bicho.
Para el caso de la población de las ciudades, asi como se presentan los insectos y alimañas, no los comeremos, pero hechos en forma de paté, o como albóndigas y como hamburgesas, ademas recubiertos con otros ingredientes, pan o queso rallado, por ejemplo, bien pueden ser presentados en una mesa. Me acuerdo de una anéctoda narrada por la hija de un molinero, que entre sus harinas elaboraban alimentos balanceados para gatos y perros. En una fiesta para sus amigos y conocidos les sirvió una variedad de canapes con estos alimentos, todos recontentos.