“Este jueves en el aeropuerto de Mendoza comenzó la odisea de los pasajeros de un nuevo vuelo de Flybondi, la empresa de vuelos low cost que sigue generando problemas. A menos de un mes de su debut en el país, Flybondi demoró 36 horas en ir desde la provincia cordillerana hasta Iguazú, Misiones”.
Así da cuenta una de las tantas crónicas que se pueden leer en las últimas semanas respecto de la aerolínea de bajo costo. No hay demora o inconveniente que involucre a Flybondi y que no se desparrame por redes sociales y medios de comunicación, como si se tratara de una tragedia tras otra.
No se trata de nada novedoso, ni de nada que no le ocurra a otras firmas del mismo rubro. Sin embargo, solo se habla de esta empresa. Una y otra vez.
¿Es algo genuino o alguien está operando para que se magnifiquen todos los inconvenientes que atañen a Flybondi?
Todo parece indicar que se trata de lo segundo. De una suerte de operación de prensa pergeñada para dañar a la firma low cost. ¿Quién la lleva adelante? Imposible saberlo, aunque es fácil presumirlo: solo hay que mirar a aquellos que se perjudican por su existencia.
No es intención de este periodista defender a Flybondi —si actúa incorrectamente deberá dar las explicaciones del caso, como corresponde—, pero ha llegado un punto que es demasiado obvio lo que ocurre.
Es una pena y más aún una vergüenza, porque grandes comunicadores se han prendido a la campaña, que se presume rentada.
Por suerte, la verdad siempre prevalece, y más tarde o más temprano todo se sabrá.