Apremiado por una feroz corrida cambiaria, Mauricio Macri buscó enviar una señal rotunda a los mercados de que su gobierno mantendrá la disciplina fiscal aún a costa de sacrificar parte del crecimiento, al subir la apuesta con el ajuste de las cuentas públicas y suspender parte de la obra pública.
La decisión de avalar a pleno la estrategia ortodoxa de Federico Sturzenegger, quien mantiene diferencias con sectores de la Jefatura de Gabinete, refleja que a partir de ahora el presidente priorizará el recorte de gastos, aunque eso cueste sacrificar en parte (¿o todo?) el crecimiento planificado para el año.
Las medidas anunciadas reflejan también la decisión presidencial de vetar sin contemplaciones cualquier intento de la oposición de frenar el fuerte ajuste de las tarifas, en caso de que prosperen esas iniciativas en el Congreso.
Además de Sturzenegger, Juan José Aranguren, Luis Caputo y Nicolás Dujovne aparecen como ganadores de la pulseada insinuada en el seno del Gabinete en el momento más tenso de la relación entre el Gobierno y los mercados.
Enterada de esa interna, la influyente diputada Elisa Carriótambién pareció dispuesta a sacrificar capital político y salió a respaldar fuerte la jugada presidencial.
No adoptaron el mismo camino rotundo los radicales, pero ese tema quedará seguramente para cuando llegue la hora de definir las listas de candidatos en el 2019.
"Lilita" se reunió con Aranguren, quien le brindó todas las explicaciones del caso con lujo de detalles, y al día siguiente la fervorosa legisladora fue a Olivos para dialogar con el jefe de Gabinete, Marcos Peña.
En esas reuniones se habló de tarifas, dólar y de los intentos del Congreso por cambiar los ajustes en servicios públicos.
La movida ayudó a frenar embestidas que llegaban desde el radicalismo por atenuar el tarifazo para no seguir cayendo en las encuestas.
Pero Carrió priorizó el mal menor: está convencida de que la crisis del 2001 no sólo fue producto de la indudable mala praxis del gobierno de Fernando de la Rúa, sino también un claro "golpe" de comando del peronismo, fogoneado desde la siempre tumultuosa provincia de Buenos Aires.
"Esta vez no vamos a caer en la misma trampa. La alianza Cambiemos resistirá con firmeza cualquier intento desestabilizador", habría confiado Carrió ante sus más cercanos.
Es que no son pocos en la alianza gobernante los que notaron un entusiasmo exacerbado entre kirchneristas y sectores peronistas y sindicales detrás de la jugada para avanzar con una marcha atrás en los fuertes ajustes de tarifas que están erosionando los bolsillos de millones de argentinos.
El apuro del ultrakirchnerismo por retomar el poder es evidente -tienen "abstinencia", bromean en la Rosada-, pero choca con el "PJ racional", encarnado por gobernadores como el cordobés Juan Schiaretti y el salteño Juan Manuel Urtubey, que parecen dispuestos a tomar distancia de cualquier "aventura" fogoneada por Cristina Fernández y sus adeptos.
Mientras tanto, la oposición intentará el martes tratar en sesión especial su proyecto contra los aumentos.
El ajuste aplicado por Macri para tratar de aminorar la alocada carrera del déficit fiscal se nota mucho en el consumo y hace rato comenzó a impacientar a las clases medias que ayudaron a llevarlo al poder.
El presidente considera que este es el camino a seguir y parece dispuesto a consumir todo el capital político necesario.
Lamentablemente para sus planes, la suba de tasas en los Estados Unidos, que fortaleció el dólar a nivel mundial, y la salida de capitales motorizada por este cambio y la aplicación de un nuevo impuesto a la renta financiera, le jugaron en contra.
Por eso autorizó al Banco Central a utilizar todo el poder de fuego a su disposición para que el dólar no se disparara más allá de los $22,50, cuando muchos sectores en el mercado lo imaginan a $25 antes de que termine el año.
También habilitó a Dujovne para recortar en unos 30.000 millones de pesos el plan de obras públicas, y como "señal política" postergó la compra del avión presidencial.
El presidente monitorea con lupa cada movida porque sabe que tal vez detrás de esta pulseada se defina su futuro político.
Hasta hace unas semanas, Cambiemos había instalado como un hecho los intentos de reelección en Nación, Ciudad y Provincia de Buenos Aires.
Ahora, esas insinuaciones fueron eliminadas de la agenda discursiva. Hay temas más acuciantes. Hay demasiado en juego para ponerse frívolos con candidaturas apresuradas, razonan en la mesa chica gobernante.
Bajar el déficit para reducir el endeudamiento
El Gobierno, que ya tiene cubierto el 75% de las necesidades de financiamiento del año, busca que para 2019 la necesidad de tomar deuda se reduzca a la mínima expresión.
Así, espera, quedará menos vulnerable a las nuevas subas de tasas que, se espera, aplicará en lo que resta del año en Estados Unidos.
Dujovne los resumió así: "La Argentina no puede seguir viviendo de prestado. Queremos dejar de emitir deuda y depender de otros mercados".
El objetivo es ambicioso y representará un sacrificio mayor de la población, que ya está soportando un fuerte ajuste.
Esto ya se tradujo en una caída de más de diez puntos en la imagen positiva del gobierno, que ronda el 40% y sigue en picada.
Esa caída, sumada a la decisión de sacrificar obra pública para contener el gasto, abren nuevo interrogantes sobre el futuro de un gobierno que abraza cada vez con más fuerza la ortodoxia económica para tratar de sacar a la Argentina de más de un siglo de desequilibrios en las cuentas públicas.
Por lo pronto, el mercado internacional ya está avisado de que por lo que resta del 2018 no habrá nuevas emisiones de deuda, ni en dólares ni en euros.
La plata que falta se la pedirán a los bancos que operan en el país, que ya se preparan para pedir tasas estratosféricas. Pero al menos, creen en la Rosada, "se mandó un mensaje claro a los mercados, de que lo peor ya pasó".
En los próximos días se verá si esa lectura optimista tiene algún fundamento.