La sorpresiva decisión de ir a pedirle plata al FMI refleja las enormes dificultades del Gobierno para encauzar la economía en un escenario de suba de tasas, déficit fiscal y comercial, endeudamiento y fortísima apreciación del dólar.
Aún no está claro si serán 20.000, 30.000 o más los millones de dólares que el organismo multilateral le habilitará al país, con aval de los Estados Unidos, su principal accionista.
Pero el hecho de haber decidido volver a endeudarse con el Fondo ya tiene connotación negativa para la mayoría de los argentinos que sufrieron alguna de las numerosas crisis de las últimas décadas.
La más cercana fue la del 2001, demasiado fresca en el recuerdo, y en la que el FMI desempeñó su rol, ya que venía poniendo al país como ejemplo desde los ´90 hasta que la convertibilidad explotó en mil pedazos y la gente fue a golpear la puerta de los bancos para exigir su dinero.
En 2005, cuando Néstor Kirchner decidió saldar "cash" los alrededor de 9.800 millones de dólares adeudados al organismo para sacárselo de encima, muchos fantasearon con que nunca más se volvería a depender monetariamente del controversial "Fondo". Pero no podrá ser.
El FMI tiene mala prensa, y no precisamente por el escándalo sexual que lo sacudió en 2011 y le terminó costando el puesto a su entonces titular, el licencioso francés Dominique Strauss-Kahn, arrestado por abusar de una camarera en un hotel de Estados Unidos.
Su sucesora fue la también francesa Christine Lagarde, quien debe trabajar duro para revertir la mala imagen del organismo, muy cuestionado, por ejemplo, por no advertir la megacrisis de las hipotecas del 2008 que provocó un tembladeral mundial, incluido Estados Unidos.
Los mayores cuestionamientos hacia el FMI pasan sobre todo por su objetivo de imponer durísimas recetas de ajuste a los países deudores, como ocurrió con la Argentina en los ´80 y ´90, y más recientemente en Grecia y Turquía, con resultados ya conocidos.
¿Será ese el futuro que le esperará a la Argentina luego de que se firme el acuerdo Stand-By? Es probable, porque lo primero que miran los técnicos del FMI es cómo garantizar la capacidad de repago de deudas que tiene el país, y exigen actuar en consecuencia.
El Gobierno defendió enfáticamente la decisión de continuar con el "gradualismo" en el ajuste de las cuentas. Y Lagarde coincidió con esa estrategia.
La duda es si el gobierno y el FMI interpretarán al "gradualismo" de la misma manera.
La debilidad financiera de la economía argentina, agravada por medidas pro mercado adoptadas para intentar dar señales de confianza que aún no fueron correspondidas por el establishment, chocó de frente con la suba de tasas en los Estados Unidos.
Encima, las tres medidas para frenar al dólar: subir intereses, obligar a bancos a vender divisas y recortar más el gasto del Estado, por ahora han tenido escaso resultado.
Desde el 5 de marzo el Banco Central debió desprenderse de unos 9.000 millones de dólares en reservas.
No es el único frente complejo: los gobernadores que visitaron a Macri manifestaron su inquietud por el recorte de gastos en obra pública anunciado por el ministro Nicolás Dujovne.
El funcionario dijo que casi la mitad del recorte del gasto recaerá sobre la inversión en infraestructura y representará $30.000 millones.
Pero los mandatarios temen que se paralicen obras públicas sostenidas desde el Estado nacional, las llamadas transferencias de capital a las provincias.
El objetivo anunciado por Dujovne es reducir el desequilibrio fiscal del 3,2% al 2,7% del PBI.
Habrá que ver si cuando se analice la letra chica del acuerdo con el Fondo no se le exige a la Argentina un ajuste aún mayor para este año.
En medio de un escenario muy complejo, el jefe de Gabinete, Marcos Peña, pidió tranquilidad a los argentinos porque la historia "no siempre se repite".
Pero apelando a un clásico del marxismo, se le podría responder que "la historia se repite primero como tragedia, después como farsa".
Habrá que ver qué campana ideológica termina teniendo razón.