El próximo día 27 de mayo será una fecha clave no sólo para el futuro de la democracia colombiana sino para todo nuestro continente.
Con esta primera ronda de las elecciones presidenciales se decidirá, quizás ya en la primera vuelta, si es que el país seguirá el rumbo nefasto de los gobiernos populistas autoritarios, como lo son Venezuela, Nicaragua, Bolivia, o bien tomará un rumbo de consolidación democrática, como lo ha tenido en los últimos cincuenta años. El enfrentamiento de los dos candidatos finalistas es duro con un resultado aún abierto.
Por un lado tenemos un candidato de rasgos netamente Castro-chavistas, Gustavo Petro, discípulo del fallecido tirano venezolano, a quien aún admira, que cuenta para su campaña con el enorme apoyo financiero de la fortuna de la narco guerrilla de las FARC, que siguen dominando vastos territorios colombianos, influyendo en la votación de los amenazados campesinos. Petro, un ex guerrillero del M-19, desmovilizado en el año 1990, se presenta como un candidato anti-sistema para ser atractivo para la joven población urbana del país. Este candidato, con abiertas simpatías por la dinastía de los Castros en Cuba, viste hoy en día ropajes de oveja, ocultando su verdadera ideología. En programas radiales y televisivos jamás responde a preguntas concretas y fundamentales, como por ejemplo si piensa que Maduro es un dictador o acerca del porqué de la dramática situación de los derechos humanos en el país vecino Venezuela. Se esconde, engaña y prefiere hablar de que la ecología estará en el centro de su programa de gobierno. ¡Qué hipocresía en un país asolado por bandoleros narcotraficantes! Bajo una presidencia de Petro el siniestro Acuerdo de Paz, llevado a cabo y firmado en La Habana bajo la vigilancia del dictador cubano Raúl Castro y el presidente Santos, será seguramente respetado en su totalidad, permitiendo así a las narco guerrillas colombianas de las FARC dominar más y más territorio colombiano haciendo del país un narco Estado semejante a la Venezuela de Maduro.
Enfrentado a este candidato de la ultra izquierda colombiana está su contrincante, Iván Duque del partido Centro Democrático, que cuenta con el total apoyo del ex presidente Álvaro Uribe, el político más importante y más controversial del país, que tiene en su favor el haber derrotado militarmente a las narco guerrillas, obligándolas a acudir a una mesa de diálogo, que lamentablemente terminó en un enorme fraude político para el país, debido a la traición de su sucesor en la presidencia, Manuel Santos. Uribe combatió a las narco guerrillas con la camisa arremangada. Menospreció a la casta oligárquica bogotana y nunca les fue a un cocktail mientras fuera presidente. Santos, que fuera su ministro de defensa y al que diera todo su apoyo, recibió a las FARC con los brazos abiertos regalándoles curules en el parlamento y garantizándoles impunidad.
Iván Duque, el favorito de Uribe, es un excelente candidato para la presidencia de Colombia, joven, culto y con garra política. Uno de sus propósitos principales como presidente será rever o eliminar en gran parte la farsa del Acuerdo de Paz y buscar castigo y cárcel para los asesinos, violadores, narcotraficantes de las FARC que hoy disfrutan de una libertad completamente inmerecida. A Duque le preocupa mucho el destino de un millón de venezolanos que huyeran de la miseria de su país, producto de una gavilla de narcos, al que aún defiende su contrincante en las urnas. Además llevaría como vice-presidente a Marta Lucía Ramírez, otra importante líder política del país, ex ministra en el gabinete del presidente Uribe y persona con una notable experiencia en la administración pública y una envidiable fama de honorabilidad. Juntos plantean luchar frontalmente contra el narcotráfico, aumentar la producción petrolera, reducir el desbocado gasto público y adecuar los procesos electorales. Nada de esto está en la agenda de su contrincante de la extrema izquierda colombiana. Petro, con su chavismo, es parte de un problema futuro para Colombia y no de su solución.
La contienda electoral se presenta muy reñida hasta ahora. Las últimas encuestas serias muestran que para la primera vuelta del 27 de mayo, Iván Duque obtendría un 41,3% de votos, mientras que a Gustavo Petro le corresponderían el 32%. Así que habría seguramente una segunda vuelta.
Mientras tanto, el actual presidente Santos es cada vez más impopular en su país. Cuenta con tan sólo el 20% de aprobación a su gestión, resultado de haberle impuesto a los colombianos una de las peores desgracias que le podía ocurrir al país, un tramposo acuerdo de paz con los delincuentes de las FARC. Su gobierno se rindió por completo ante la criminal narco-guerrilla. El acuerdo que impulsara, fue además rechazado en un plebiscito llevado a cabo el año pasado con un rotundo NO. El resultado de este plebiscito fue ignorado, pero le valió a Santos el desacreditado Nobel de la Paz, una vergüenza para la democracia colombiana, siendo apoyado hipócritamente por la progresía de Europa, de la izquierda norteamericana y del propio papa populista Francisco, que actuaron así en contra de la voluntad de un pueblo sufrido y valiente.
Para comprender el grado de peligro que representan estas bandas narco terroristas y su intento actual de dominar al país, también en el campo político a través de la candidatura de Petro, es muy interesante y sumamente importante comparar la realidad colombiana con la experiencia española frente a la banda terrorista ETA. Evidentemente son situaciones diferentes, pero tienen mucho en común, y nos muestran el camino a seguir para mantener un sistema democrático. Ambas grupos criminales asolaron sus respectivos países por más de 50 años con sus horrendos crímenes , hasta que la ETA hace pocas semanas atrás, vencida ya por el Estado Español, declaró su disolución definitiva, pidiendo perdón a la población por los crímenes cometidos. En España no hubo engañosos acuerdos de paz, ni una engañosa justicia especial para los terroristas, como es el caso de Colombia. En España se condenaron a los asesinos y están presos con largas condenas. Son 260 en este país y otros 80 en Francia. Las víctimas mortales de estos terroristas ascienden en total a unas 800. Las democracias responden a los crímenes con penas de cárcel. Los mandatarios como Rajoy, no son bufones al servicio de delincuentes, como lo es Santos en su país. En Colombia las 5 décadas de terror impuestas por las bandas narco-terroristas, han dejado un saldo de 220.000 muertos civiles, 5,7 millones de desplazados, más de 25.000 desaparecidos y casi 30.000 secuestrados. Las tragedias familiares empañan al país por asesinatos a mansalva, secuestros, violaciones de niños, y todos estos malhechores están sueltos gracias a los acuerdos de paz del presidente Santos. Abramos los ojos finalmente, veamos la realidad, y no la que nos presentan muchas veces una gran parte de la prensa internacional, una prensa militante y mentirosa.
Hoy en día afortunadamente se ha levantado el velo de lo que son las FARC, de los verdaderos propósitos de éstos bandoleros escondidos detrás de la mentira de la pacificación. En estas últimas semanas, gracias a la incansable actuación de la DEA, la agencia norteamericana para la lucha contra las drogas , infiltrada en la cúpula de las FARC, se logró la captura en Bogotá, el día 9 de abril pasado, del importante narcotraficante Marlon Marín, militante de este grupo delictivo, con vínculos directos no sólo a la cúpula de la guerrilla de su país, sino con conexiones al más alto nivel con el gobierno narco de Venezuela , con dirigentes cubanos y con capos de carteles mexicanos. Resulta que Marín es sobrino nada más ni nada menos que del jefe actual de las FARC, Iván Márquez, quien es senador de la República sin que nadie lo haya votado. La documentación y los videos en su contra, resultados de peligrosas acciones encubiertas por agentes de la DEA, bien podrían servir como argumento para un super thriller hollywoodense, y son tan contundentes que ya pudo ser extraditado a los EE UU, donde un Tribunal Federal en Nueva York, lo acusó de ser responsable de la negociación de 10 toneladas de droga por un valor de 15 millones de dólares con el cartel mexicano de Sinaloa, capitaneado por Rafael Caro Quintero. La droga tenía destino final a los EE UU. Marín, ante las pesadas acusaciones en su contra y previendo largos años en cárceles norteamericanas, empezó a cantar y cantar, de tal forma que en los medios policiales y judiciales se lo conoce ya como “garganta profunda de las FARC “. Las pruebas y videos muestran a Marín envuelto en tratativas con varios líderes guerrilleros colombianos participando en reuniones con los super narcos del gobierno de Maduro y con generales venezolanos, miembros del llamado Cartel de los Soles, en los que encontramos también a altos funcionarios del gobierno cubano, y que darán el puntapié inicial, sin duda, para una serie de espectaculares arrestos y extradiciones. Todo esto ha demostrado fehacientemente el engaño que ha sido todo lo relativo del acuerdo de paz, que sirvió a la narcoguerrilla colombiana para poder seguir con sus negocios criminales al amparo de una aparente pacificación e integración política y al que se aferra el candidato chavista Petro.
Es evidente que estos últimos acontecimientos podrían influenciar grandemente el comportamiento electoral presidencial del 27 de este mes. Veremos si es así, y tendríamos entonces, tal vez, a Iván Duque como presidente de Colombia, ya en primera vuelta. Ojalá sea así por el futuro democrático de Colombia y del continente. Ah… y me gusta mucho el slogan de Iván Duque y su partido Centro Democrático para Colombia, “Mano firme, corazón grande”.
Dios ilumine a los ciudadanos colombianos cuando voten para no caer en el populismo, para ser un pais democratico libre de mafias, corrupcion y narcos, NO VOTEN A Gustavo Petro !!!