Ficha Técnica / Artística
Título: He visto a Dios – Dirección y adaptación: Raúl Ramos.
Dramaturgia: Francisco Defilippis Novoa – Género: Comedia dramática..
Reparto: Raúl Ramos (Carmelo Salandra), Oscar Rovito (Vittorio), Paula Trucchi (La Pelada), Pablo Kovacs (Chicho), Rolando Alvar (Vendedor de Biblias), Néstor De Giobbi (Gaetano) y Victoria Bobr (Nuncia).
Asistencia técnica: Adriana García.
Coreografía: Sebastián Codega – Música: Federico Rosso.
Prensa y RR.PP.: Alfredo Monserrat / www.alfredomonserrat.com.ar
Teatro: La Máscara. Piedras 736, CABA. Tel: 4307-0566 – Funciones: viernes 20 hs. – Costo localidades: $ 250. – País: Argentina – Año: 2018. Duración: 75 min. – Estreno: 25-05-2018.
“He visto a Dios” del dramaturgo entrerriano Francisco Defilippis Novoa (1889-1930), fue su última creación literaria, estrenada en el año de su muerte. Una obra del sainete criollo que refleja las costumbre de la vida en los conventillos y la marginalidad, con tintes de humor, en un conflicto sentimental con una nota trágica. Teatro expresivo, donde confluye la problemática de los inmigrantes (italianos, españoles, polacos, árabes, judíos, etc.), frente al universo de la burguesía criolla. En una nueva versión adaptada, dirigida y protagonizada por Raúl “Tito” Ramos, se presenta en el teatro “La Máscara”, todos los viernes de junio y julio, a las 20 hs. Una pieza imperdible que nos reconcilia con la vida, los valores y la modernidad asediada. Como los clásicos: ¡para volver a verla siempre!
El director de “Flor de durazno”, 1917 (película muda con Carlos Gardel), enrolado en la corriente del “teatro de vanguardia” que modernizó la literatura argentina, formó parte de un grupo de autores que asociaron la impronta del inmigrante a la identidad cultural de los años ‘20. Así, Armando Discépolo (“Mustafá”), Samuel Eichelbaun (“Un guapo del 900”), Elías Castelnuovo (“Los señalados”), Carlos M. Pacheco (“Los disfrazados”, Florencio Sánchez (“M’hijo el dotor”), Gregorio de Laferrère (¡Jettatore!) y Roberto J. Payró (“Canción trágica”) entre otros, trazaron un puente cultural a la incipiente Argentina Moderna. Una prosa en clave lunfardo: los malandras, el compadrito y castigador, el tango reo, las minas. Es el conventillo y costumbrismo (inteligente), una poética sensual que enamora.
Argumento. Asistimos a un clásico del grotesco criollo, con música original de Federico Rosso, donde se juega toda la pasión porteña y su nostalgia. Carmelo Salandra (Raúl Ramos), es un joyero-relojero muy peculiar. Como todo inmigrante trae una mochila de juicios y prejuicios que los pone en la mesa. Dueño del negocio: “El Vesubio”, este avaro reparador de objetos, cuenta con su fiel empleado Vittorio (Oscar Rovito), que sueña con traer a su mujer de Italia. Carmelo es la fotografía de la ambición desmedida por el dinero y su acopio. Recurre a cualquier medio para obtenerlo. Compra objetos (de dudosa procedencia) y los comercializa sin hacer preguntas. Es ángel y demonio, según se lo mire. Es la imagen del comerciante inescrupuloso y pragmático. Recorren el mismo espacio escénico otros personajes encantadores: La Pelada (Paula Trucchi), una mujer de dudosa reputación que vende lo obtenido a Carmelo; un Vendedor de Biblias (Rolando Alvar), que le alquila una pieza, Chicho (Pablo Kovacs) – el hijo de Don Carmelo, una verdadera oveja negra de la familia – Gaetano (Néstor De Giobbi) y Nuncia (Victoria Bobr).
“He visto a Dios” es la historia de una vida de trabajo, que se ve jaqueada por un hecho trágico que la abruma y arrincona. Donde la razón escéptica pugna ante lo sobrenatural. Dos mundos que colisionan, y como siempre, los de afuera que quieren sacar rédito ante la adversidad. En esta excusa narrativa, el sainete criollo (o género chico), calza como un guante por el lenguaje y su circunstancia. Frases catafóricas con doble intención: “tenés tela de araña en la cucuza” (SIC), como verba procaz que mueve a carcajadas; y La Pelada – con su pinta de “atorranta” – que manosea a Don Carmelo en busca de dinero. En el cuadro está el lunfardo, el tango, la picaresca y la música incidental que seduce al compás del 2 x 4. La obra le queda pintada a “Tito” Ramos: dueño absoluto del espacio escénico y del rol de actor, por la composición del personaje y el poder de repentización, emerge su figura exultante de una estética que lo potencia y explota con su máscara del conventillo.
Cae el telón. El grotesco criollo, ese género “chico” abrevado del sainete español y la zarzuela, concluye en un célebre cuento moral que emociona, duele y trasciende. La metáfora del dolor como antesala a la cura, que nos llena de esperanza en el arte de representar emociones. Érase una vez Don Carmelo, un hombre que jamás vio a Dios, descubrió la salvación en lo más profundo de su corazón. En un Rendezvous – para aclamar de pie – encontró su prédica, aquellas lecciones de un hombre que aprende siempre y no se muere nunca: La Historia.
El universo del grotesco criollo y su realismo visceral. Un cuento moral de época que trasciende y emociona. Raúl Ramos – el todoterreno – cuya epopeya recuerda que el sainete es y será un género típicamente porteño.
Página de la obra: https://www.facebook.com/pg/GrotescoCriollo/posts/
Puntaje de la obra de teatro: 5 Tribunas (¡Imperdible!)
Puntaje actor protagónico: Raúl Ramos 5 Tribunas (Superador)
Referencias:
5 Tribunas: excelente /imperdible
4 Tribunas: muy buena
3 Tribunas: correcta / buena
2 Tribunas: regular
1 Tribunas: mala /pésima