El fuerte deterioro económico y social producto de la aceleración del ajuste y la devaluación plantea un desafío mayúsculo para el Gobierno en los próximos meses, ya que ante el hambre urgente sucumbe hasta el más sofisticado de los planes.
La economía está entrando en recesión profunda, como lo reflejan la fuerte caída del 8,1% de la industria en junio último, a los niveles de 2002 aunque con ciertos matices estadísticos, y el freno de la construcción por primera vez en 16 meses.
Todo indica que en los próximos meses se sentirá el mayor impacto de una crisis sobre la cual es imposible todavía aventurar un final.
Por ejemplo, siete de cada diez industriales consultados dijeron que no piensan incorporar personal durante el tercer trimestre del año, y algo similar ocurriría con las expectativas para el último tramo de este complejo 2018.
Casi la mitad estimó, además, una caída en la demanda interna en el mismo período.
En el último foro de especialistas realizado por la Universidad Católica Argentina (UCA) surgieron datos que hielan la sangre y arrojan una nueva dimensión del drama de la pobreza.
Un ejemplo: el 63,9% de los pobres sondeados presenta un "malestar psicológico" producto de su delicada situación económica.
Es una variable novedosa, que va más allá de lo cuantitativo para poner foco en el impacto de la pobreza sobre la salud mental de quienes la padecen.
Según el Observatorio de la Deuda Social, en 2017 el 33,8% de los niños y adolescentes de hasta 17 años asistió a un comedor escolar o comunitario.
Y entre 2016 y 2017 aumentó 4,1% el porcentaje de niños que se alimenta en un comedor. Un salto similar se había producido entre 2013 (24,1%) y 2014 (28,2%).
Proyectado a número duros, son casi 4,2 millones de chicos que dependen de una ayuda estatal, en un escenario de ajuste.
El tema preocupa al Gobierno y fue por eso que se incluyó la opción de incrementar la ayuda social si las condiciones sociales se deterioran, en el marco de la Carta de Intención firmada con el FMI para lograr US$ 50.000 millones de ayuda.
Los trabajos presentados en ese foro de la UCA alertaron que el 23% de los pobres e indigentes consultados admite sentir "infelicidad" en su vida.
Se trata de una "percepción" de la vida vinculada con el "espacio en que viven", explican los especialistas.
Es otro abordaje novedoso, que le suma una variable clave al drama de no llegar a fin de mes, no contar con calefacción suficiente en un invierno crudísimo, ni poder tener atención médica adecuada o el dinero necesario para tomar un medio de transporte.
Todo combinado en un escenario de fuertes aumentos de tarifas en los servicios públicos.
La UCA es una institución que viene haciendo un trabajo descomunal para revelar la trama de la pobreza en la Argentina, y fue denostada durante el kirchnerismo en la época en que se ocultaba la realidad en la Argentina.
El Gobierno dice que esos tiempos quedaron atrás, por lo que hace rato que ya no son excusa.
En ese escenario, la administración de Mauricio Macri deberá acentuar sus políticas sociales para contener a más del 30% de la población que atraviesa una situación muy comprometida.
En términos de las carencias mencionadas en el informe de la UCA, un 17,8% de niños y adolescentes redujo su dieta en el último año y 8,5% pasó hambre.
Al 40% de los chicos relevados nunca le leyeron un libro y 49% no tiene acceso a Internet, una herramienta clave en estos tiempos para poder relacionarse con el mundo, acceder a más oportunidades de desarrollo y hasta potenciar la imaginación.
El trabajo de la UCA desnuda la Argentina marginal, la que viene intentando ser ocultada por sucesivos gobiernos desde hace décadas.
De ese sector siempre al borde de quedar fuera del sistema solo se acuerda la mayor parte de la clase política cuando llega la hora de depositar el voto obligatorio cada cuatro años para elegir presidente, gobernadores o intendentes.
Incluso, muchas veces ni siquiera hay preocupación en interpelarla en los comicios de medio término, cuando "apenas" se eligen cargos legislativos.
Es ese drama de la vida cotidiana, que se palpa en cada esquina de las zonas densamente pobladas del país, el que está haciendo estragos en la juventud.
Cuenta con aliado clave al narcotráfico, tal vez el más sofisticado mecanismo de destrucción creado hasta ahora, si se ponen entre paréntesis las armas.
En medio de este escenario delicado, hay un dato surgido de los trabajos de la UCA que golpea aún más el fondo del alma.
Casi el 40% de las personas pobres consultadas creen no tener control alguno sobre su destino.
El estudio lo llama "creencia de control externo", y sería algo así como considerar que se está totalmente a merced del destino y que su futuro está dirigido por decisiones ajenas a su realidad cotidiana.
"Esta situación genera problemas de insatisfacción, depresión, impotencia o la paralización de la gente que no encuentra una salida", grafica el director del Observatorio de la Deuda Social de la UCA, Agustín Salvia, uno de los investigadores sociales independientes más respetados en el país.
Igual, ante este escenario, la UCA pondera que existe un aumento del financiamiento hacia los comedores, acompañado de incrementos en las asignaciones familiares y una mejora en la canasta básica.
La pregunta es hasta dónde llegaría el drama social si no siguieran lloviendo recursos desde el Estado para la asistencia social.
Y se dispara otro interrogante: ¿Qué le pasó a uno de los países más ricos en recursos naturales del mundo para llegar a este escenario dramático?