Un colapso financiero de escala planetaria. Lo armó Donald Trump con un tuit. Un simple tuit: “Acabo de autorizar una duplicación de aranceles sobre acero y aluminio con respecto a Turquía, ya que su moneda, la lira turca, se desliza rápidamente contra nuestro fuerte dólar. El aluminio ahora estará en el 20% y el acero en el 50%. ¡Nuestras relaciones con Turquía no son buenas en este momento!”. No son buenas. Cierto. Son peores, así como las relaciones con Irán, en tándem con Israel, y con supuetos aliados, como la Unión Europea.
El tuit de Trump contra su par turco, Recep Tayyip Erdogan, despedazó la moneda local, la lira, y provocó una crisis cambiaria en Asia, Europa y América latina. Todo por un tuit, resumen improcendente de una decisión política. La guerra comercial no pasó esta vez por China, sino por los arrabales de Europa y de Asia, sembrando desconfianza en los inversores. ¿La excusa? Un pastor evangélico norteamericano, Andrew Brunson, se encuentra detenido en Turquía bajo cargos de terrorismo y de espionaje. Trump pidió que fuera liberado. Erdogan desoyó su reclamo.
Estados Unidos y Turquía son miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN)y del G20. Debió ser un paliativo, así como las felicitaciones de Trump a Ergogan cuando coronó su anhelo de ser una suerte de sultán tras haber ganado las elecciones del 24 de junio. Un plebiscito en toda regla, con renovación del cargo e imposición de mayoría parlamentaria. El poder absoluto del que ambos se ufanan perjudicó al menos fuerte, envuelto ahora en una crisis económica sin precedente desde la convulsión que propició el ascenso de su partido, el de la Justicia y el Desarrollo (AKP, sus siglas turcas), en 2001.
En el ínterin, Trump autorizó la entrega de armas a las milicias kurdas, aliadas de Estados Unidos, para combatir en Siria. Desoyó las quejas de Erdogan, obsesionado con la filiación terrorista de los kurdos. También suspendió durante casi tres meses la concesión de visados en Turquía tras de la detención de un empleado de su consulado en Estambul. Lo acusaron de participar en el golpe de Estado de julio de 2016 y de tener lazos con Fethullah Gülen, clérigo musulmán turco que reside en Estados Unidos y ha sido acusado por Erdogan de orquestar la fallida sublevación militar.
El tuit de Trump, como otros, resultó ser nocivo. ¿Lo escribió de madrugada mientras veía Fox News? The Boston Globe reveló que la autoría de muchos de sus tuits corresponde a empleados de la Casa Blanca que imitan en forma deliberada su estilo volcánico e histriónico. Usan frases breves, signos de exclamación y palabras en mayúsculas. Son menos espontáneos de lo que aparentan ser. Nada queda librado al azar. Los tuits de Trump pueden mover mercados, romper vidas, lanzar anuncios o alimentar debates con mala gramática y peor intención. Un deleite del caos, pasión que comparte con Erdogan.
Lo maneja el. A no quejarse. Gano las elecciones.