“Creo que la corrección política puede ser una forma de fascismo lingüístico”. P. D. James.
Wikipedia describe a la corrección política como “un término utilizado en sentido irónico para describir lenguaje, ideas, políticas, actitudes o comportamientos que, por medio de eufemismos y disfemismos principalmente, buscan disfrazar, enmascarar, maquillar o negar la realidad por considerarla "incómoda", "cruel", "inhumana" o hasta "ofensiva", y que incluso construye narrativas y teorías falsas que encajen bien con una propia y distorsionada visión del mundo”.
Esta nueva forma de hablar, tiene una franca relación con el posmodernismo y con la posverdad. Como explica al respecto el director de la RAE, Darío Villanueva, esta ideología procura “regir nuestras conductas exclusivamente por los sentimientos, los prejuicios o las pasiones, no por la racionalidad, atributo privativo de nuestra especie”, esta posición, “dinamita el ideal filosófico que la enseñanza universitaria debería alentar”.
Al abandonar a la razón lógica, como el único modo de acercarnos la realidad objetiva y formular una verdad provisoria al estilo poppereano (la verdad es la correlación entre una afirmación y la realidad); el posmodernismo toma como fuente del saber al subjetivismo y al misticismo.
“Cada quien tiene su verdad” es una sentencia que niega el valor de la lógica y da por válida toda aseveración “emotiva” o “caprichosa”, incluso las que son opuestas (lo cual es un contrasentido). Es tan absurdo pensar que todos tienen su verdad, que esta idea hace que dejen de tener sentido palabras como “mentira” o “error”.
Incluso la inexistencia de una verdad y una realidad, transformaría en incoherente el estudio de las ciencias, ya que no habría nada que descubrir.
Volviendo a la corrección política, esta es una ideología sutil pero profundamente totalitaria, una ideología que busca imponer, no sólo un lenguaje, sino una condena social y hasta legal para con el que no la adscribe.
Por ejemplo, si alguien dice que un hombre transexual es un hombre, no sólo será acusado de homófono (y no se cuantas cosas más), sino que incluso la justicia le va a exigir que se retracte. Siendo que con esta afirmación, esa persona no emite un juicio moral, ético, religioso, cultural o de gustos; sino que emite un juicio biológico innegable, la corrección política es un déspota que impone una fantasía.
Es intolerante, pues censura expresiones pretendidamente molestas si se dirigen a ciertos colectivos, acusando, encerrando en catervas y descalificando a quienes las formulan de falta de tolerancia. Otro contrasentido.
Es hipócrita, porque predica un catecismo que no cumple, prohibiendo las promotoras en las carreras de autos pero aplaudiendo las marchas en las que las mujeres salen con las mamas al aire. Castigando a Cacho Castaña al interpretar con un sentido retorcido, un antiguo dicho que pronunció (ante la violación inminente relájate y goza; frase que está alejadísima de una apología del delito, la misma alude a que ante un mal inevitable hay que resignarse); este dicho popular, que podrá considerarse de mal gusto o inapropiado, está lejos de merecer la crucifixión. Paralelamente, nada decían de un programa televisivo de altísimo rating, en donde se recortaban las polleras de las bailarinas en cámara, en una franca alusión sexual o de las canciones de reguetón que son burdas apologías al ultraje, como aquella que dice “quiere que lo entre por donde le sale ca**”.
Esta ideología hace un culto del eufemismo, llamando no vidente al ciego, persona con movilidad reducida al paralítico o pueblo originario al aborigen; como si esas palabras fuesen un insulto, cuando lo importante es el sentido con el que se utilizan. Puedo ser más denigrante llamando no oyente en lugar de sordo a quien padece este problema.
Incluso deforman la realidad. Al discapacitado lo llaman persona con capacidades diferentes. ¡Todos tenemos capacidades diferentes!, reconocer que un individuo tiene una incapacidad no es discriminatorio, es un hecho objetivo. Luego de esa valoración podré tomar la actitud que se adapta mejor a sus necesidades.
Es una ideología basada en la más pura discriminación por colectivos. Si una persona no se siente cómodo con un homosexual es homófobo, si pretende vivir de acuerdo a ciertos valores es retrógrado, si cree en el mérito es elitista, si apuesta al individuo es un egoísta (en realidad debería decir avaro); así, de este modo, la responsabilidad individual se va diluyendo en la sociedad.
La corrección política posee un carácter moralista místico, imponiendo las reglas del deber ser, según las caprichosas deformaciones del lenguaje, al que lo adapta a las concepciones sentimentales, las sentencias ilógicas y principalmente a dogmas cuasireligiosos incuestionables (¿será por eso que son enemigos de las religiones y sus dogmas?). Para su aplicación, establece un activo sistema de censura (sea a través de sentimientos de culpa o de vergüenza), generando una restricción progresiva de la libertad de expresión.
La misma corrección política es la que desvirtúa la estética, llamando a un paquete con excremento arte (no es chiste, sucedió) o la exposición de un mingitorio en un museo como algo sublime.
Se confunde lo políticamente correcto con la corrección social y la cortesía. Las reglas de urbanidad no implican la aceptación de todo argumento o hecho por miedo a incomodar al otro; estas normas promueven el lenguaje apropiado y la buena educación.
Si digo que un acto es aberrante o una propuesta es absurda, no es una falta de respeto. La falta de respeto es aceptar en contra de mi parecer cosas o ideas reñidas con la realidad y que afecten mi integridad.
Quienes somos políticamente incorrectos, somos para el posmodernismo, lo que eran los herejes para la iglesia; los inquisidores son los medios de comunicación, los políticos y los pensadores de la pos-verdad, y nuestros pecados son: el pensar, el usar la razón y la lógica, y el tener juicio crítico.
Defendamos la libertad de expresión del ataque que sufre a manos de la opresiva corrección política, no sé si es una tarea posible, pero sin dudas es imprescindible.