Las brutales medidas de endeudamiento, ajustes, despidos y represión estatal no deben ser analizadas en la actual coyuntura como una mera expresión clásica del neoliberalismo, sin el riesgo de caer en la miopía política; estamos asistiendo desde diciembre de 2015 a la primera etapa de la agenda del Nuevo Orden Mundial para Argentina.
El desembarco del neocolonialismo de la derecha angloamericana llegó de la mano de las corporaciones financieras, mediáticas, políticas, judiciales y sindicales, produciendo una devastación social express absoluta.
La llamada “grieta” entre dos modelos de país no es meramente cultural e ideológica sino clasista: en el país una elite multimillonaria de familias dinásticas e históricas (Peña Brown, Noble, Martínez de Hoz, Bullrich, etc.) transfieren aceleradamente las riquezas hacia sus arcas, empujando al resto de la sociedad al abismo de la pobreza e indigencia, produciendo así una catástrofe social sin precedentes en la historia argentina.
Esta dictadura cívico-empresarial es una oligarquía de plutócratas y ceos que cumplen directivas del FMI y la embajada norteamericana y están relacionados a una élite mayor y global que controla el planeta y tiene una agenda específica para el próximo decenio en Latinoamérica.
Macri es un mero alfil dentro del tablero y por cierto que no es la única pieza actual. Existe un plan B y C: Vidal, Larreta o el peronismo blanco de Massa, Lavagna, Urtubey y Pichetto.
Este gobierno de ocupación es la etapa inicial de un programa mucho más amplio que no es solo la sumisión económica sino la expansión ideológico territorial sobre el país: posicionar gobiernos de derecha que giren a la ultraderecha y suprimir cada movimiento populista, anarquista o insurgente.
Cambiemos es solo la cabecera de playa de una estrategia continental más avanzada y peligrosa, en contra de las libertades civiles y la libre expresión; en Morón, la administración del intendente macrista Ramiro Tagliaferro forma parte activa también del gobierno hambreador de Macri y Vidal y exhibe sus mismas políticas destructivas y de censura de prensa, aunque con una insignificancia política notable.
El nuevo orden mundial es la explicación racional al por qué estas democracias representativas o burguesas son sospechosas y cómplices de las mafias y élites supranacionales que digitan presidentes y naciones en el continente; para asegurar un férreo control se está instalando un sistema tecnológico de punta de origen israelí y un formidable aparato represivo estatal.
Los movimientos populares deben vencer los temores a los así llamados órdenes establecidos, legalidad, institucionalidad, paz social y a los sistemas punitivos estatales. Debemos ejercer la resistencia a esta agenda con autodeterminación, organización y movilización popular, el asambleísmo y democracia directa sin partidocracias rectoras.
La agenda de la élite procura destruir el triple eje de poder popular: el poder proletario, el poder negro y el poder indígena; existe un llamado urgente a la desobediencia civil y pacífica que incluye la desobediencia fiscal, mediática, laboral, social, callejera, electoral, política e intelectual, no solo contra el gobierno de Cambiemos en particular, sino contra todo el sistema en general; se necesitan signos de liberación social que sean inocultables. El desafío y los riesgos son enormes, como lo enfrentaron los pueblos que pagaron costos por su emancipación.
Los tiempos apremian, la agenda siniestra se está ejecutando, la resistencia va unificando las luchas porque ha llegado el día y la hora.