El próximo 7 de octubre hay elecciones presidenciales en el Brasil, probablemente las más decisivas de la historia del país y las más insólitas. El favorito, Lula da Silva, no podrá participar porque se encuentra preso. El segundo candidato en popularidad Jair Bolsonaro fue salvajemente acuchillado en el transcurso de un evento de campaña política, y se encuentra aún hospitalizado debido a la gravedad de las heridas sufridas. El candidato del PT, del partido de Lula, Haddad sigue tan sólo órdenes del caudillo desde la cárcel. Y en el medio una masa de votantes aún indecisos que es calculada en por lo menos un 25 %.
El panorama político del país es hoy en día más que incierto. La democracia más grande del continente con sus 200 millones de habitantes, y con una economía que ocupa el sexto lugar en el mundo, vive momentos de zozobra, y el resultado de las elecciones de este domingo, o los resultados de la probable segunda vuelta prevista para el 28 de este mismo mes, marcará el futuro del país políticamente y económicamente: o bien tomará aquella ruta del crecimiento con la aprobación de reformas estructurales necesarias para rescatar la economía que se encuentra en el limbo. O bien retrocederá a la antigua matriz populista de Lula, responsable del desempleo, la inflación, el total desastre de las cuentas públicas, sin hablar de la astronómica corrupción nunca antes vista en el país que caracterizó a los gobiernos populistas del corrupto Lula.
Se enfrentarán en la contienda electoral por un lado el discípulo del caudillo, elegido a último momento, a regañadientes, Fernando Haddad, que no cuenta con el perfil carismático ni populista de su maestro, representando la extrema izquierda de salón, de la elite universitaria, sin la más mínima pátina del “presidente obrero”, llevando como candidata a la vice-presidencia, a Manuela Dávila, importante militante del Partido Comunista Brasileño. Haddad cuenta con un caudal de votos de aproximadamente 18%. Por el otro lado su contrincante, el ex militar de derecha Jair Bolsonaro, ex paracaidista, propenso a una política de Law and Order, afín al lema del escudo brasileño que estipula “Ordem y Progresso”. Bolsonaro es actualmente el favorito en las encuestas con un porcentaje de 28% de los votos. Se plantean unas elecciones muy complejas, con un final abierto y que repercutirán fuertemente no sólo dentro del país, sino que gravitarán en el clima político del futuro del continente.
Lula hasta último momento se aferró a presentarse a las elecciones sabiendo que tendría todas las chances de ganar. Digan lo que digan o afirmen lo que afirmen el coro nacional e internacional de progresistas, y se va a decir mucho y se va a discutir mucho, Lula no pudo ser candidato por la aplicación correcta y estricta de una ley que aprobó su propio gobierno hace ocho años. No fue una ley inventada para impedir que Lula se presentara como candidato en estas elecciones, sino que fue hecha y sancionada por él mismo. Es así que Lula fue condenado a doce años y un mes de prisión por los delitos de corrupción y lavado de dinero, y es tan sólo uno de los cientos de condenados a la cárcel por esos crímenes en una larga lista en la que figuran políticos de todos los partidos y empresarios de todos los niveles. Es más, muchos analistas políticos brasileños opinan que Lula debería haber sido preso mucho antes, por tantos otros delitos graves, como por ejemplo la compra de congresistas, el famoso “mensalao”.
Lula está preso desde hace seis meses en la cárcel federal de Curitiba. Transformó su celda en un cuartel de campaña política manejando desde allí la maquinaria de sobornos y compra de candidatos en favor de su sucesor. Tiene muchos privilegios, puede dar entrevistas a la prensa, y aprovecha esta oportunidad para asumir el rol de víctima, de perseguido político. Incluso ha logrado interceder ante el Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas para que a último momento pueda ejercer sus derechos políticos, ignorando así la decisión democrática del Tribunal Superior Electoral brasileño que prohíbe a los condenados en segunda instancia a postularse a cargos públicos. Increíble el desprestigio que acarrea este organismo internacional al tratar de imponer una medida de tal tipo en un país democrático con una Justicia funcionando. Anotemos a título de información que EEUU renunció a su membresía de esta organización el 19 de junio del 2018.
El candidato elegido a dedo por Lula, Fernando Haddad pertenece a la clase alta urbana de San Pablo. Hijo de ricos comerciantes libaneses se formó en leyes en la Universidad de San Pablo y también en Canadá. Su tesis doctoral muestra su clara ideología, “De Marx a Habermas – el materialismo histórico y su paradigma.” Fue ministro de Educación de Lula y como la mayoría de los políticos brasileños estuvo envuelto en escándalos de corrupción durante su gestión en la municipalidad de San Pablo con la constructora de obra pública UTC. Es evidente que Haddad se vale del legado de Lula para impulsar su candidatura presidencial, pero al mismo tiempo no puede liberarse del tutelaje del caudillo. Hoy se encuentra en segundo lugar en las encuestas del país, con un 18 % de intención de votos, pero para ganar tendría que entrar en alianzas con otros partidos políticos. Haddad habla en tono didáctico y pensado, herencia de sus tiempos de profesor, completamente opuesto al rey de la oratoria, Lula, capaz de inflamar y emocionar a las masas con sus discursos acalorados, demagógicos. Como abogado, Haddad tiene acceso a la celda de Lula y ahí puede recibir sus instrucciones de cómo mejor cooptar la voluntad de otros partidos, repartiendo cargos a futuro y sabrosos “sobrecitos”.
Jair Bolsonaro, el hasta ahora favorito en las encuestas para ganar la presidencia de Brasil, con un 28% de intención de votos, pero con un 60% de rechazo por sus posiciones y declaraciones extremas, se encuentra aún hospitalizado, y se espera que en cualquier momento le den el alta. Algunas encuestas sugieren que bien podría imponerse ya en la primera vuelta del próximo domingo. Pero hay otras que ven que podría consolidar la victoria recién en la segunda vuelta electoral el próximo 28 de octubre, más aún si se sumara a sus filas algún otro partido de los 25 representados en el congreso y si lograra moderar su discurso extremo.
La profunda cuchillada que recibió el candidato Jair Bolsonaro fue una cuchillada a la democracia brasileña, en un país donde no son comunes tales actos de violencia. El hombre que cometió el atentado y que se salvó de ser linchado, Adelo Bispo de Oliveira de 48 años, es un viejo militante del partido de extrema izquierda PSOL y actuó por motivos políticos y religiosos. Su perfil en Facebook, analizado por la policía, demuestra un profundo odio tanto al Presidente Temer como al candidato Bolsonaro, surgiendo además el hecho de su gran simpatía por el gobierno venezolano de Nicolás Maduro.
Bolsonaro interpreta el sentimiento de frustración actual del orgulloso pueblo brasileño que en gran parte pasa por alto sus declaraciones tendenciosas de extrema derecha y piensa que es producto de la dura campaña política y que una vez en el gobierno se volverá más moderado. Si Bolsonaro es elegido Presidente, seguramente renacerá en Brasil el discurso oficial nacionalista, proclive al proteccionismo y al intervencionismo estatal.
Muchos analistas políticos consideran a Bolsonaro como un peligro para el futuro democrático del país. Pero en las calles de Brasil sus seguidores llevan la voz más fuerte y se oyen frases como “Es el único político decente” o “La línea de Bolsonaro siempre nos ha gustado, una línea clara y fuerte, conservadora, que defiende los valores de la familia” o “Es un patriota, y es lo que necesitamos hoy en Brasil.” Bolsonaro es una caja de sorpresas y es difícil de pronosticar cómo será su actuación como presidente, y si dejará de lado todo su discurso provocador y extremista.
Brasil pocos días antes de las elecciones presidenciales se encuentra en una encrucijada entre dos extremos, el peligro de la ultra derecha y el peligro de la ultra izquierda, ambas con rasgos fuertemente populistas. Para entender mejor al Brasil, hay que aceptar que es una nación especial en el continente. Habla un idioma diferente al resto de la región, cuenta con una cultura política propia que no está caracterizada por la confrontación, sino por el consenso, por arreglos pacíficos en la trastienda. El colonialismo, la esclavitud, las dictaduras militares desaparecieron sin grandes tragedias. Esperemos que esta vez, en esta verdadera locura electoral suceda lo mismo y el país vuelva milagrosamente a la normalidad y que el dicho tan popular en el Brasil “Deus e brasileiro” ilumine el futuro del país para que su democracia pueda salir de la terapia intensiva en la que hoy se encuentra.
Problema de los brasileros, bastante tenemos nosotros con los nefastos que nos han gobernado y gobiernan y las ruinas que se estan acumulando de mandato en mandato.
Brasil es nuestro principal CLIENTE y PROVEEDOR a la vez. Inexorablemente, nuestro destino como país esta vinculado a ese vecino, salvo que se cambie la matriz productiva y de comercializacion, que grupos economicos foraneros han diseñado en forma de complementaciòn y de sinergias. Tanto Bolsonaro como Haddad, TIENEN LA OBLIGACION de NORMALIZAR a Brasil en lo que hace a sus INSTITUCIONES. El vendaval de la CORRUPCCION fuè transversal y NO SE SALVO NADIE. sea de izquierda o derecha o en sus respectivos matizes, sumada la burguesia empresaria Brasilera que está herida de muerte y no le va a ser fàcil reconstituirse. CONFIANZA Y HONESTTIDAD, deben ser los valores en lo que se debe reconstruir Brasil. Ni Bolsonaro ni Haddad, comen vidrio. Una cosa son las campañas y otra gobernar una POTENCIA que necesita seguir evolucionando sino quiere caer en el desastre, no tiene muchas alternativas. Así como se pensaba que con Lula, llegaba casi "el comunismo" a Brasil y se viò que no se moviò un apice de los lineamientos de Hernrique Cardoso en lo que a VISION economica respecta. Lo mismo seguramente sucederìa con Bolsonaro y Haddad. Ni Bolsonaro puede ser Trump, porque ademàs de no darle el cuero, a su paìs tampoco le dá, como para cerrarse por mas mercado interno que tenga. Ni Haddad, puede distribuir RIQUEZA que no hay, tal como si pudo hacerlo Lula por el auge de los commodities y el descubrimientos de los yacimientos presal que lograron el autoabastecimiento petrolero de Brasil, algo vital para la SUSTENTABILIDAD de cualquier proceso productivo y a su vez anzuelo para atraer inversiones productivas. En el caso Argentino, paradojicamente convendrìa el triunfo de Haddad, por el vinculo que YA TIENE con Macri, de cuando ambos eran "alcaldes", uno de San Pablo y el otro de la CABA. Ademàs coinciden en potencializar el MERCOSUR, siendo una incognita con el caso de Bolosonaro. Acà es donde la "ideologìa" es para los giles, pues de dialectica no se alimenta el hombre, sino de PLANES DE ACCION Y....¡RESULTADOS!
Siempre es un placer leer las notas de este medio independiente y las interesantísimas apreciaciones de los foristas, donde siempre se destaca Piratón por sus análisis contextualizados, claros y precisos. Y por otro lado es lamentable la participación de la forista (o militante) "maría" que es incapaz de tener una visión crítica de las cosas, siempre aparece con su "disco rayado" con el mismo discurso sesgado de ideología, y hasta ha tenido el tupé de ofender la integridad moral de Cristian Sanz en la nota que anticipó la incoherencia y posible falsedad de la noticia de la docente torturada. Como lo dijo el mismo Sanz, hasta con sentido común se notaba que se trataba de algo falso... y bien... no es novedad que esta persona carece total y absolutamente de sentido común...