Primero, una historia que pinta de cuerpo entero a la familia Piano, dueña del banco que lleva su nombre.
Allá por 2013, la entonces SIDE detectó avisos clasificados pidiendo “jóvenes para trámites bancarios, no hace falta experiencia”.
Pedían todos los días nuevas tandas hasta que Antonio Stiuso detectó que la agencia era una “cueva financiera” que respondía al Banco Piano.
¿Cuál era el trámite bancario que no precisaba experiencia)? Era lo que se llama “coleros”, chicos que hacen cola en los bancos para comprar dólares, dejaban sus números de documentos en dichas operaciones y nadie de los Piano quedaba al descubierto.
Cuando llega el momento de la transacción, aparecía un operador del banco para canjear pesos por dólares.
Estaba a la vista que el banco generaba de poquito un movimiento que buscaba alzar el precio del dólar. Una devaluación estilo hormiga.
La exSIDE le informó la maniobra a Guillermo Moreno, que estaba por poner en marcha la restricción a la compras de dólares.
Con su conocida sutileza, Moreno convocó a su despacho a Alfredo Piano, hijo del fundador del banco quien poco manejaba a la financiera por su estado de senilidad.
Sin rodeos, le dijo que sabía que el banco estaba operando para devaluar la divisa con los “coleros”, y le advirtió: “Alfredo, no sigas jodiendo con el dólar, acordate que tenés familia y no la pongas en peligro… terminó la reunión”.
Lo contó el mismo Piano, indicando que Moreno lo recibió de pie al lado de su escritorio donde el ex Secretario mostraba un revólver. No es una leyenda popular que Moreno exhibía armas de fuego para amedrentar a sus visitantes no oficialistas, fue una realidad contada por múltiples testigos.
Lo que no sabía Moreno es que Alfredo Piano tenía una holgada relación con el clan íntimo de Cristina. La entidad giraba descontroladamente sumas millonarias al exterior –paraísos fiscales-, y el BCRA jamás intervenía controlando esos movimientos. La orden de darle carta blanca salía de Presidencia de la Nación y era palabra santa.
Todas esas operatorias eran monitoreadas por una contadora que está en la mira del juez Bonadío.
Se trata de Ana María Telle (Florida 470 piso 4), quien armó en 1995 Yecla inversiones S.A., y Piano puso a la cabeza de la sociedad a los hermanos Filgueira Russo, sus testaferros para maniobras varias que después derivaron en el envío ilegal al exterior del dinero de la corrupción kirchnerista.
Mientras, realizaron varias estafas millonarias denunciadas a la justicia que nunca prosperaron (“el poder es impunidad”, decía Yabrán).
Una de esas maniobras fue apropiarse de uno de los hoteles que formaban parte del alojamiento estudiantil en Bariloche, Hotel Ulises propiedad de Juan Arieu, quien sufrió el despojo y la complicidad judicial con el clan Piano le generó un disgusto que después le costó la vida.
En próximas entregas, iremos dando los nombres de la “conexión Rosario” de la ruta del dinero K, todos operadores de la familia Piano, que el juez Claudio Bonadío tiene en la mira.
Aunque, si el “clan Macri” también utilizó los servicios del Banco Piano para girar ilegalmente dinero al exterior, no podemos dar fe de que el juez que aterroriza al kirchnerismo pueda llegar al quid de la cuestión.