Casi 150 millones de electores, la democracia con el registro electoral más grande de América. Un país inmenso, con una geografía diversa y con una economía de las más importantes del mundo. Brasil tuvo elecciones y allí no solo se votó por presidente y vice, sino que además se definió el control del territorio y la composición del Congreso. Por lo tanto, hay muchas cosas para decir.
Primero, hay que destacar que durante la jornada no se registró un solo hecho de violencia. Para enmarcar este aspecto debemos encuadrarlo en la realidad de la región. En Venezuela una dictadura bestial reprime, criminaliza la política y provoca un éxodo masivo. Una respuesta similar ha dado el gobierno de Daniel Ortega en Nicaragua. En las últimas elecciones en México asesinaron a cientos de candidatos en la campaña. En los últimos meses en Colombia han sido asesinados muchos dirigentes sociales. En este contexto regional se realizó la elección de Brasil. Con la excepción del grave atentado que sufrió Jair Bolsonaro, todo transcurrió dentro de una normalidad y eso no es poca cosa.
Entrando en lo que deja la elección en sí pasamos al segundo aspecto a resaltar. El proceso electoral de Brasil genera resultados legítimos. Utiliza un instrumento de votación muy novedoso: la urna electrónica. Desde 1998 utiliza el voto electrónico con éxito. Apenas tres horas de cerrada la elección estaban los resultados. Pudieron inclusive estar antes, pero dado que el país tiene dos husos horarios debieron esperar a que terminaran de votar en el Estado de Acre.
Desde el punto de vista político hay que destacar que Bolsonaro hizo una elección espectacular. Sin estructura territorial, sin dinero y con poco espacio en la franja gratuita que ofrece el Estado a los candidatos pudo igualmente estructurar una campaña que se centró en las redes, sobre todo en Whatsapp. Un caso de éxito a estudiar en los cursos de comunicación política. Logró 49 millones de votos, el 46,2 por ciento. A tan solo cuatro puntos de lograr la presidencia de Brasil. Los que le falta para que en la segunda vuelta del 28 de octubre.
Y tiene de dónde sacar esos votos: tiene parte de los más de 4 millones de votos de Geraldo Alckim, gran parte de los votos que obtuvo el nacionalista Cabo Daciolo, casi el millón de Álvaro Díaz de Podemos, los 2 millones y medio del liberal partido Novo de Joao Amodeo, o el millón doscientos mil de Henrique Meirelles y el MDB.
Alcanza con lograr moderar un poco su discurso y tratar de seducir a estos electores. Además, tendrá que hacer una campaña focalizada en el nordeste de Brasil. En diez de estos estados perdió muy mal, inclusive en varios de ellos salió tercero. En estados como Pará, Río Grande du Norte, Paraíba, Pernanbuco, Alagoas, Marañao, Sergipe y Bahía deberá despejar dudas sobre el futuro de algunos planes sociales que se aplican en estas zonas vulnerables.
Por su parte el candidato del Partido de los Trabajadores recibió un duro golpe. Su líder, el ex presidente Luis Ignacio Lula da Silva, está cumpliendo una pena por corrupción y fuera del juego electoral no logró transferir el caudal de votos propios a su candidato. Fernando Haddad obtuvo 30 millones de votos, el 29 por ciento, lo cual lo deja muy lejos del 42 por ciento que obtuvo Dilma Rousseff en la primera vuelta del 2014. El candidato del PT tendrá que seducir al electorado de Ciro Gómez, quien obtuvo 13 millones de votos. El estigma de la corrupción petista le juega en contra, además Gómez recela del PT dado que compiten por el mismo electorado en los estados del nordeste del país. Reunir 20 puntos en un puñado de semanas no parece una tarea nada fácil.
Lo que deja esta elección como resultado más interesante es que el mapa de Brasil queda muy distribuido en términos de poder. De las 27 gobernaciones no hay un partido que se haya llevado más de cuatro. La nueva composición del Congreso se caracterizará por la fragmentación y la presencia de nuevos partidos. Ambas situaciones le dan poco margen a Bolsonaro para intentar implementar un proyecto de sesgo autoritario.
Así como es poco probable que un posible gobierno del PT lleve al país a un modelo estilo la Venezuela de Maduro.
En esta corta campaña de tres semanas se verán sobradas muestras de corrimiento de los candidatos hacia el centro y eso, más temprano que tarde, redundará en beneficios para la estabilidad política y económica del Brasil.
Se les aKabó la fiesta populista, ahora sí tienen el Kulo en la mano. En diciembre van a ir por todo.
Lo que pasó en Brasil es muestra del hartazgo de la gente con estos gobiernos de izquierda corruptos a más no poder, el PT no solo es un partido lleno de dirigentes presos y procesados es la quintaesencia del socialismo bolivariano. en América Latina se está acabando con esas lacras que solo generan pobreza. De a poco van desapareciendo estos del foro de Sao Paulo.