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De Vido condenado a la cárcel, un día histórico

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Se acabó la impunidad
Se acabó la impunidad

Hoy es un día histórico en la lucha contra la impunidad en la Argentina. El ex súper ministro Julio Miguel de Vido fue condenado a 5 años y 8 meses de prisión en el juicio por el siniestro de estación Once.

 

Es la primera condena efectiva que se le aplica a quien, además, se lo inhabilitó a perpetuidad para ejercer cargos públicos. De Vido escuchó la sentencia desde la cárcel. Está detenido pero con prisión preventiva.

La de hoy es una condena. Esta mañana, el reo Julio de Vido, sin vergüenza y con la cara más dura que una caja fuerte, se comparó con Jesucristo, citó a Perón y Néstor Kirchner, pero no a Cristina y acusó al presidente Macri de haber ordenado que lo metieran preso por la ventana.

En su delirio mentiroso, el gerente general del cártel de la corrupción K aseguró que sufre “una perversa persecución política, mediática y judicial”.

Caracterizó al delincuente de Amado Boudou como preso político y dijo que Macri “alienta a la policía a disparar por la espalda”. También le puso sus cañones a Laura Alonso, la titular de la Oficina Anticorrupción y la definió como “inepta, miserable, designada por un decreto ilegal y ahora investigada por corrupción”.

Dos veces citó como sus maestros a Néstor y a Perón y tres veces apeló a su fe religiosa y argumentó con la historia de Judas entregando a Cristo y con Poncio Pilatos lavándose las manos.

Tal vez en este caso se refería a los diputados del peronismo que accedieron al desafuero y por eso pudo ir al calabozo. O, en una de esas, también fue un mensaje por elevación a su ex jefa, Cristina, a la que odiaba, según confesó José López y que no dijo una palabra de solidaridad con el preso.

El jefe del Cártel de los Pingüinos Millonarios está entre rejas, por desviar sumas millonarias de dinero en el caso turbio de la Mina de carbón de Río Turbio.

En el momento de su defensa, con un estómago a prueba de balas, don Julio le tiró toda la responsabilidad al conductor de la locomotora, Marcos Córdoba porque “omitió apretar los frenos y solo eso llevó a generar el accidente”.

Una vez más, el cajero y el ministro de mayor confianza de la familia Kirchner, se mostró como un provocador y humilló a los familiares de las víctimas.

Creer que son solo apretar el freno se hubiera evitado el siniestro más siniestro es una mentira grande como la Patagonia. Es mirar para otro lado en la corrupción, la falta de mantenimiento y control que generaron el triángulo de las Bermudas conformado por sindicalistas delincuentes, empresarios ladrones y funcionarios cómplices.

No se puede llamar accidente a lo que ocurrió. Yo ni siquiera le llamo tragedia. El accidente es algo imprevisible, evitable. La tragedia algo que cayó del cielo. Pero esto fue obra y responsabilidad de los hombres, un verdadero siniestro criminal en todo el sentido de la palabra siniestro.

De Vido no se privó de tirar debajo del tren, también a sus dos colaboradores en el tema ferroviario: Ricardo Jaime, corrupto confeso y Juan Pablo Schiavi. Ambos están presos igual que él.

Julio de Vido tuvo durante 9 años bajo su órbita el tema ferroviario y no podía desconocer lo que pasaba. Entre otras cosas porque con su firma fue el responsable de pagar los millonarios subsidios que en lugar de ser destinados al mantenimiento o a mejorar el servicio fueron a parar a los bolsillos de los corruptos.

El juez federal Claudio Bonadio elevó a juicio oral esta causa en la que estaba acusado, insisto, no de un tema menor: estrago culposo agravado por la muerte de 51 personas más una beba por nacer. Es el mayor siniestro de la historia ferroviaria. Julio de Vido es el nombre y apellido en donde todo termina y donde todo comienza.

Fue el gerente de compra de voluntades y licenciado en sobreprecios, coimas y retornos. Es tan grosero su comportamiento y su falta de escrúpulos que la mismísima María Luján Rey, en su momento, contó que quisieron comprarle su silencio en nombre de De Vido.

Una semana después de que hubieran enterrado a su hijo Lucas, atrapado entre vagones en el siniestro de Once, fue uno de los Olazagasti a ofrecerle trabajo, un auto o lo que quisiera para que se sumara a la complicidad del gobierno. María Luján Rey los echó de su casa. Los ladrones creen que todos son de su condición. Hablo de los integrantes de ese triángulo mafioso de la mega corrupción seguida de muerte que instaló el kirchnerismo.

Por eso todos los organismos de derechos humanos cristinistas jamás dijeron una palabra. Por eso los artistas militantes del camporismo extremo no fueron capaces de actuar nunca en forma solidaria y miraron para otro lado ante semejante muerte multiplicada.

Castigaron dos veces a las víctimas para ser cómplices y proteger al estado que no protegió a los muertos ni a los heridos.

Paolo Menghini, hace un rato, emocionado, dijo que la condena a De Vido es “absolutamente ejemplar e histórica por haber administrado en forma fraudulenta los bienes del estado”.

Como diría Cristina: no fue magia. Fue un crimen de lesa corrupción cometido desde un estado encabezado por la presidenta de la Nación. Cristina la pasó muy mal durante una misa por Santiago Maldonado. Mónica Bottega se acercó y alcanzó a decirle en la cara “soy la mama de Tatiana Pontiroli y usted es una asesina”. Después, los guardaespaldas se encargaron de sacarla de la iglesia de Merlo.

En las condiciones en las que estaba el chapa 16 del Ferrocarril Sarmiento solo un milagro podía salvar a los pasajeros de ese cementerio sobre rieles.

Siento vergüenza ajena por el silencio del gobierno que se fue. Apenas unas palabras sueltas y de compromiso frente a semejante masacre. Me cuesta comprender esa actitud negadora de ni siquiera mencionar el tema durante tanto tiempo. Fue una tozudez y una crueldad que lastimó más a los familiares. Al ningunear el tema, pretendieron ocultar el horror de un siniestro que conmovió a la Argentina. Como dijeron los familiares:” para el gobierno, la tragedia no existió”.

Siento vergüenza ajena por los empresarios, empezando por Cirigliano, que tenían que devolver como retorno coimero gran parte de los millones y millones en subsidios que les daba el gobierno y privilegiaban su rentabilidad en lugar de invertir para que los trenes funcionaran como tenían que funcionar y no se convirtieran en un cementerio que transita por las vías.

Siento vergüenza ajena por muchos para-periodistas oficiales que callaron por miedo a las sanciones del gobierno nacional. Temieron que los echaran de sus trabajos o que les quitaran el único combustible que los mantenía en pie: la pauta oficial. ¿O es producto de la casualidad que los diarios y los cronistas militantes casi no hablaron del tema durante tantos años?

El más repugnante fue Víctor Hugo Morales que no conforme con defender a malandras de la calaña de Amado Boudou o Lázaro Báez, atacó a los familiares de las víctimas. María Lujan Rey, la madre coraje de Lucas Menghini, le respondió algo demoledor: “Cuando por obsecuencia se justifican muertes inocentes se convierte en un ser despreciable. De ese lugar no se vuelve”.

Siento vergüenza ajena por muchos dirigentes de los derechos humanos como Hebe Bonafini y Estela Carlotto que se taparon la cara con la camiseta kirchnerista para no ver lo que pasó y justificar su indiferencia.

Siento vergüenza ajena por todo lo que hace a las víctimas más víctimas y las vuelve a matar con el silencio y la insensibilidad.

Finalmente siento orgullo por los familiares.

Siento orgullo por esos padres y madres valientes, por esos esposos, por esos hijos y hermanos que tienen una entereza y una dignidad que emociona. Y por los que se animaron a acompañarlos solidariamente.

Los muertos eran estudiantes, trabajadores, soñadores, novios, amigos, una vida por nacer en una panza floreciente, tímidos, audaces, solitarios, familieros, eran como cualquiera de nosotros, porque cualquiera de nosotros podría haber estado en su lugar. Son muertos que llevamos dentro. Que laten en nuestro corazón. Aunque el poder quiso hacerlos desaparecer del recuerdo popular.

Son “madera noble, roble su corazón”, como dice la canción de Lucas, porque siguen peleando por memoria, verdad, juicio y castigo a los culpables para que Nunca más haya crónicas de siniestros anunciadas. Para que Nunca Más, haya viajes hacia la muerte. Para que nunca más haya ministros como Julio de Vido.

 

3 comentarios Dejá tu comentario

  1. YO NO SIENTO VERGUENZA....SIENTO UNA PROFUNDA BRONCA CON ANIMO DE FUSILARLOS, DESDE KRIS HASTA EL ULTIMO CORRUPTO....Y A LO QUE QUEDA DE NESTOR, PERON, LA EVA Y TODOS ESTOS IDOLOS JEFES DE BANDAS MAFIOSOS QUEMARLOS Y TIRAR LAS CENICAS AL CEAMSE...NO MERECEN OTRA COSA. VERGUENZA NO ES LA PALABRA, ES JUSTICIA.

  2. Este sujeto tiene otras causas pendientes. Pregunto: las penas se suman no? porque antes no era así, en cuyo caso si tuviese otra pena por ejemplo de 6 años y fuesen de cumplimiento simultáneo es como si esta quedase impune.

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