Por el asesinato en 1778 del ranchero John Tunstall, su amigo y padre adoptivo, Billy the Kid liquidó a entre nueve y 21 personas. Una de ellas fue el sheriff William Brady y su ayudante, asesinos de Tunstall y miembros de una banda dedicada al contrabando y el abigeato que tenía licencia para matar. Les asestó una emboscada en la polvorienta calle mayor del condado de Lincoln y huyó a Texas. El nuevo gobernador de Nuevo México, Lew Wallace, futuro autor de Ben Hur, arribó a esa tierra hostil con el deseo de proclamar una amnistía para cualquier hombre que hubiera tomado parte en la llamada Guerra de Lincoln.
Le puso como condición a Billy the Kid que regresara a Nuevo México y testificara en un juicio por otros asesinatos. Era una trampa. Lo hizo arrestar.
Billy the Kid, cuyo nombre real era William Henry McCarthy, se escapó nuevamente. Halló refugio en el desierto.
Pat Garrett, el nuevo sheriff de Lincoln, logró detenerlo en Stinking Springs. Lo hizo juzgar por el asesinato de su antecesor, Brady. Lo condenaron a la horca, pero mató a sus dos custodios y se fugó otra vez.
El 14 de julio de 1881, Garrett fue a la casa de Pete Maxwell, conocido de Billy the Kid, en Fort Sumner, a 200 kilómetros de Lincoln. Mientras lo interrogaba, entró un hombre descalzo, con un cuchillo en la mano izquierda y un revólver en la derecha. ¿Era Billy the Kid?
Garrett dejó escrito en su libro de memorias: “Tan rápido como pude, desenfundé mi revólver y disparé, echándome a un lado, y disparando de nuevo. El segundo disparo fue inútil; ya había caído muerto. Dos convulsiones y Billy the Kid se fue con sus muchas víctimas”.
De no ser verdadera esa versión, Billy the Kid merece ser perdonado por haber sido traicionado por el gobernador Wallace. Hasta ahora, ninguno de sus sucesores se ha atrevido a revisar la historia. Unos de los últimos gobernadores de Nuevo México, Bill Richardson, no tenía claro si había regresado al Estado para entregarse a las autoridades o cometer más crímenes.
De pie, con la ropa arrugada, un sombrero y un rifle Winchester, mirando a la cámara, Billy the Kid no parecía tan temible como supuestamente era. Pagó 25 centavos de dólar, entre 1880 y 1881, en un salón de Nuevo México, por dejarse fotografiar. Es la única foto que se tomó en su corta existencia. Un ferrotipo. Se lo regaló a su amigo Dan Dendrick.
Lo subastaron en Denver en 2011. El comprador, William Koch, vive en Florida. Tiene grandes extensiones de tierra en las montañas del centro de Colorado. Koch pagó 2,3 millones de dólares por la foto. El perdón tiene otro precio.
Buena historia. Un poco de aire fresco entre tanta politiqueria inconducente.