Una luz de alerta amarilla se encendió en el tablero electoral de Cambiemos. Las últimas encuestas y casi todos los indicadores económicos, anticipan fuertes turbulencias y no garantizan para nada la victoria de Macri y mucho menos, la de María Eugenia Vidal. No quiero dar los números de las encuestas porque todavía falta mucho y complican el análisis. Pero hay que decir que casi todos los estudios de opinión pública, incluso en los que confía el gobierno, muestran que Cristina tiene una mayor intención de voto que Macri en la provincia de Buenos Aires y que esa diferencia es importante: entre 5 y 11 puntos. De este dato preocupante para el oficialismo se desprenden otros no menos inquietantes.
Macri tiene una tendencia a seguir aumentando su imagen negativa que a esta altura es superior a la de Cristina.
El terremoto en las reuniones apareció cuando en el rubro “No lo votaría jamás”, aparece Macri más arriba que Cristina. Es decir que tiene mayor rechazo. Por lo tanto ya no es tan certera esa idea de que Macri le gana a Cristina es una segunda vuelta.
Le recuerdo que estamos hablando de la provincia. En el resto del país, Córdoba, Capital, Santa Fe que son provincias con muchos votos, por ahora es Cristina la que tiene más rechazo que el actual presidente.
Pero lo grave para la suerte de Cambiemos, es que Cristina traslada a su candidato a gobernador en la provincia, Axel Kicillof o quien fuera, casi el 100% de sus votos. Y Macri está diez puntos debajo de María Eugenia Vidal. ¿Se entiende?
Eso significa que la figura política de mejor imagen de la Argentina podría perder la elección aunque sea por un voto. Le recuerdo que en Buenos Aires no hay balotaje.
Insisto: todavía falta mucho pero no tanto. El sábado 22 de junio vence el plazo para presentar la lista de candidatos para las PASO nacionales. Por ahora no se sabe si Cristina se va a presentar ni quién va a ser su referente bonaerense.
Pero lo cierto es que la fotografía de hoy es inquietante para Cambiemos que saca muchos trapitos sucios al sol y que, según todo indica, no va a disponer de una ostensible mejora económica que levante el ánimo de muchos votantes desilusionados.
Tampoco se sabe quién será finalmente el candidato a presidente del “peronismo no K”, si Lavagna, o Massa o Urtubey ni quien jugará con esa camiseta en la provincia. Eso también es clave y mueve el amperímetro. Por lo tanto no es posible sacar conclusiones definitivas.
Pero hoy ya nadie dice que Macri y Vidal van a ganar caminando sus respectivas reelecciones como se sospechaba hace un trimestre. Hoy no hay brotes verdes a la vista, salvo las 140 mil toneladas de granos de la cosecha record, el turismo o Vaca Muerta.
El peligro para Cambiemos es que muchos de sus votantes, enojados, cansados de tanta estanflación, asfixia impositiva y tarifazos voten en blanco como una forma de advertencia o de voto castigo. Eso sería letal para Macri y sobre todo, para Vidal. Porque los que siguen a Cristina son en su mayoría militantes. Son sufragios duros y con fuerte componente ideológico. Es casi imposible que un cristinista cambie de pensamiento y coloque otro sobre en la urna el 27 de octubre. Entre los que apoyaron a Cambiemos hay casi 3 millones y medio de compatriotas que dudan y que tienen convicciones más fugaces que ideológicas. Su voto está más ligado a su bolsillo que a su pensamiento. No quieren a Cristina, repudian la corrupción, votaron por un cambio pero están económicamente en colapso o muy cerca de la quiebra.
Como si esto fuera poco, la gobernadora Vidal está segura que fue espiada por algún eslabón de los servicios de inteligencia que conduce Gustavo Arribas, un íntimo amigo de Macri. Y las diferencias políticas con Jaime Durán Barba y Marcos Peña son cada vez más evidentes aunque por ahora nadie dice nada en forma pública.
Un enfrentamiento clave fue aquel fin de semana cuando Peña estuvo a punto de dejar la jefatura de gabinete y varios ex ministros o funcionarios recuperaban el papel central que habían perdido. Hablo de Alfonso Prat Gay, Rogelio Frigerio o Emilio Monzó, entre otros. Esa batalla feroz, finalmente fue ganada por Peña que tiene la confianza ciega de Macri y casi la única llave de su despacho.
Otro choque fue cuando Vidal aceptó no adelantar las elecciones de la provincia por una supuesta disciplina partidaria o por trabajar en equipo. Macri les dijo que se arreglaran entre ellos y Marcos decidió que había que hacer todas las elecciones juntas. Vidal se sometió a esa decisión que fue un error gravísimo desde lo político. Hoy con elecciones desdobladas, María Eugenia tendría asegurado cuatro años más de gobierno provincial. Y Macri estaría en mejores condiciones de derrotar a Cristina luego de una fuerte caída en su principal distrito que representa el 40% del padrón. Fue un error muy básico de Cambiemos. En ese momento se veía claramente. Hoy es una verdad más grande que una catedral. Pero no hay vuelta atrás.
Vidal aflojó en esa ocasión y ahora siente que no la cuidaron lo suficiente. Algunos piensan que fue por impericia política, por soberbia y otros creen que Marcos Peña también tiene sus ambiciones de suceder a Macri en el 2023 y no quería que Vidal fuera una de las socias principales del triunfo electoral. Yo no creo en estas mezquindades pero los egos de las personas muchas veces nos dan sorpresas desagradables. Yo creo que se trata de la misma ineficacia y falta de vocación para la construcción y la ampliación de Cambiemos que arrojó que, en muchas provincias, la coalición no funcione como no funcionó nunca o que directamente bajen a sus candidatos como está por ocurrir en Rio Negro o no apoyen a los propios como pasó en Neuquén o directamente se fracturen como en Córdoba.
Cambiemos, con la conducción efectiva de Marcos Peña, fue una máquina de expulsar cuadros partidarios y funcionarios de excelencia de los más variados matices ideológicos. En lugar de crecer en aliados y partidos, la alianza de gobierno fue perdiendo profundidad, solidaridad y también extensión territorial. Ahora no es tan fácil encontrar el remedio para esta enfermedad que erosiona las chances electorales de Mauricio Macri.
La solución está en la cabeza del ala política del gobierno que está semi congelada y de ninguna manera podría ser encabezada por Marcos Peña que no cree en eso. Pero es urgente que Macri pegue una suerte de volantazo, de relanzamiento del gobierno. O mejor dicho que anuncie en conferencia de prensa que finalizó la etapa del ajuste, que los cimientos ya están listos y que no habrá una sola mala noticia más. Que a partir de ahora comienza la fase del crecimiento con inclusión y sin tarifazos, del desarrollo productivo, de aumentar el consumo y la actividad y de reactivar la economía real que de tantos recortes quedó herida de muerte. Por eso casi no reacciona. Porque la economía real y el ciudadano aparecen resignados y con los brazos caídos. Y nadie gana una elección prometiendo solo ajuste y más sacrificios. Si no recrean algún tipo de epopeya y esperanza para los sectores medios, Macri puede hundir a Vidal y hundirse a sí mismo.
Por eso hay alerta amarilla en Cambiemos. Porque esa situación, solamente favorece al chavismo cleptocrático que quiere volver con Cristina.