Con la derrota de Martín Soria en las elecciones de Río Negro, el kirchnerismo duro sufrió uno de los golpes electorales más contundentes de los últimos tiempos y provoca, en definitiva, una celebración del gobierno de Mauricio Macri.
En estos particulares comicios, que permitieron el ascenso de la primera mujer gobernadora en la provincia del norte de la Patagonia, la candidata oficial de Cambiemos terminó en un alejado tercer puesto, sin posibilidades desde el comienzo.
No obstante, este traspié no amargó a la gobernante coalición nacional y la triunfante Arabela Carreras es vista desde la Casa Rosada, si bien no como una socia plena, sí como aliada estratégica, tal como lo es el frustrado candidato Alberto Weretilneck, actual jefe político de la electa gobernadora.
A tal punto que el propio Macri llamó a Carreras para felicitarla cuando los números ya eran irreversibles.
Pero en el macrismo tienen certezas. Por un lado de que hasta ahora le es complicado lograr fórmulas propias exitosas en el sur del país, y, por otro, que los acuerdos y pactos de gobernabilidad con los mandatarios provinciales de cualquier signo político pueden derretirse. Máxime en el contexto de un año electoral trascendental, en el que los gobernadores impulsan comicios diferenciados del presidencial para no ser arrastrados por una eventual postura negativa de la sociedad ante los problemas económicos y sociales.
Pero los gobernadores saben también que el poder central ejercido por Cambiemos al menos hasta octubre tiene las llaves que pueden cerrar o abrir compuertas vitales, sobre todo ante acuciantes necesidades.
Tanto la alianza provincial liderada por Weretilneck -quien sin dudas mantendrá el manejo de los hilos en Chubut- como el Gobierno nacional están celebrando la derrota, con visos de caída letal, de Martín Soria, quien ni imaginaba semejante "paseo" de la candidata "ad hoc" tras el veto de la Corte Suprema al intento reeleccionista del actual gobernador.
También podrían sumarse a esta celebración el sector de Roberto Lavagna y sus actuales compañeros de ruta.
Soria era, hasta este domingo, uno de los puntos fuertes del ultrakirchnerismo, la esperanza de las huestes de Cristina Fernández y de la propia ex presidenta que podía alimentar los sueños de retorno. No obstante, aún le quedan a la ex mandataria varios alfiles, sobre todo en el siempre estratégico conurbano bonaerense.
El sablazo de las urnas que recibió el hijo del malogrado Carlos Soria también implica una reformulación de la estructura justicialista provincial (más allá de los "ismos") con el posible ascenso de otras figuras que cuestionaron y dudaron siempre del intendente de General Roca y están agazapados en las gateras.
Pero, por sobre todas las cosas, Río Negro, como muchas otras provincias, atraviesa problemas como la retracción de sus economías regionales.
Por ello hay festejos de unos y otros pero cautelosos y seguramente con una tendencia a morigerar prontamente la euforia inicial ya que, al margen del golpe recibido por los ultra K -lo que les causa una indudable satisfacción y hasta réditos políticos- también es irrefutable que hay no pocos obstáculos que sortear, sobre todo en el futuro inmediato.