El Gobierno se encuentra en el momento más complicado desde su llegada al poder, allá, en lo que parece más lejano de lo que realmente es, a finales del 2015.
Paradójicamente, para octubre falta demasiado, aunque no tanto, cada día tiene 24 horas y es imposible saber que pasará al día siguiente en materia política, en ese sentido, el tiempo parece quedarle ajustado al oficialismo que intenta volver a consignar una victoria y un consecuente nuevo mandato.
Para lograr el ansiado objetivo, el Gobierno retornó, aunque en una medida imperiosamente menor, al afamado populismo que tanta ventaja le otorgó a los Kirchner, sobre todo a Cristina, quien obtuvo dos mandatos seguidos y quien, como ya adelantó Tribuna de Periodistas, volverá a intentar presidir la Argentina, sin duda alguna.
No fue la única medida que el oficialismo tomó del kirchnerato con el propósito de generar mayor confianza y/o empatía con la ciudadanía: la imagen del “Macri enojado” divisó otra cara muy lejana al “Macri zen” y más cercana a la actitud vehemente que siempre mostró la otrora presidenta Cristina Fernández.
No es casual, las encuestas a Cambiemos le está haciendo pasar una mala jugada: en un ballotage Macri-Cristina, la segunda le aventaja aproximadamente 9 puntos porcentuales al actual mandatario, lo cual le preocupa sobremanera al Gobierno.
Para colmo, no es fácil lidiar con las promesas efectuadas durante la campaña electoral del año 2015: no va a hacer falta el programa “precios cuidados”, “pobreza cero”, “bajar la inflación” va a ser fácil, entre otras arañadas promesas que jamás se cumplieron y lejos están de cumplirse.
Otra paradoja que trae el kirchnerismo, es que, en distinción al proselitismo macrista, aparece la imagen de “Cristina buena”, una Cristina que lejos está de ser lo que fue, la que, según dicen en su entorno, no perseguirá a la prensa ni a enemigos, no discutirá con el campo, no declarará default, entre tantas otras cuestiones muy distantes de lo que se vendrá.
Los mercados ya lo marcaron con una tajante tan prevista como inusitada, “si vuelve Cristina se viene la hiper”, mencionan como un lema rayado a todo aquel que le preste el oído, el argumento es elocuente per se, existe un terror ecuménico respecto del qué pasará con la endeudada Argentina si reaparece el populismo como máxima expresión gubernamental.
En el mientras tanto, la senadora nacional líder de Unidad Ciudadana mantiene su silencio como su discurso de mayor eficacia, no brinda un abrazo, un apoyo, mucho menos intenta esperanzar a la económicamente golpeada población argentina, no, simplemente mantiene un mutismo que incluso puede ser interpretado como “aterrador”.
Nadie sabe qué pasa en aquella cabeza, ¿Robarán al mismo nivel? ¿Caerán las causas de corrupción contra ex funcionarios kirchneristas, no kirchneristas implicados y empresarios corruptos? ¿Qué pasará con Diego Cabot, el encargado de destapar esta trama de faraónico latrocinio al Estado? ¿Qué pasará con Oscar Centeno, el autor de aquellos cuadernos que desnudaron la asociación ilícita que, presumen, lideraba la ex jefa de Estado? ¿Acaso se esfumarán los once procesamientos y las 5 prisiones preventivas dictadas contra CFK?
Preventivos son, en realidad, algunos jueces, aquellos que buscan mitigar las causas contra la señora Fernández, cuanto menos, hasta pasadas las elecciones. Ello deja una muestra clara del poder y la injerencia que posee dentro del Poder Judicial, y del miedo que muchos magistrados le tienen.
Incluso demuestra lo dependiente y oprobiosa que fue la Justicia durante sus mandatos, aunque no hace falta analizar nada para saberlo, baste escuchar a Norberto Oyarbide, Luis Rodríguez y Víctor Manzanares para dar fe de ello.
En fin, ¿Quién librará a la Argentina de tanta falacia, de la detentación del poder? ¿Alguien que de verdad quiera hacer la diferencia? Impensable.