“En el caso de daños en los lóbulos frontales del cerebro queda disminuida la capacidad de formular intenciones”. El misterio de la voluntad perdida, J.A. Marina, gran pensador español.
Llegan todos los días a Gradiva en consulta personas agonizantes en lo principal que es un dato humano como lo es la voluntad; voluntad para tomar decisiones, voluntad de vivir, voluntad de desear. Vencidos solo los ata a la vida un carnet de Obra Social que un familiar consigue.
Llegan en masa luego de 20 o 30 años de consumo de estupefacientes o jóvenes que comenzaron a los 11 o 12 años siempre acompañados con un carnet de discapacidad que les permite viajar gratis o ir al Gaumont a ver cine. Todos vienen con intervención judicial; no por delitos sino porque son “parias” e incluso expulsados del sistema de atención médica.
Años y años de consumo inveterado, muchos viviendo en la calle luego de reiterados fracasos y de rechazos familiares y de defraudaciones varias.
Oscar tiene solo un grupo de familiares que pagan su obra social pero no le dan dinero…la calle fue su refugio, en sus 45 años reconoce que perdió familia, hijos, enfermedades varias incluso dañando su sistema inmunológico con enfermedades infecto-contagiosas. Busca ayuda como la de los desesperados.
Me interesa analizar la pérdida de la voluntad como la señal más clara de la agonía existencial. Necesitan una “prótesis” humana que no los precipite al suicidio. Garantes de la vida y ese parece ser el papel humanizante de las comunidades terapéuticas y de los médicos y profesionales que tratan pacientes adictos con un alto nivel de cronicidad en el consumo y que han perdido atributos en tres dimensiones:
A.Deterioro de las funciones cerebrales de control, planeamiento y pensamiento que fundan la voluntad para optar y decidir en donde los daños de los lóbulos frontales es evidente;
B. La alienación de la subjetividad en donde el “dealer” o “transa” es el sujeto buscado siendo él solo un objeto;
C. La caída de vínculos sociales sanos quedando cercado por complicidades que culminan siempre en un deterioro aún mayor.
Tres niveles de perdida de libertad y de agonía de la voluntad.
¿Qué es la adicción?
Según la Academia Nacional de Letras deriva del griego “adiccere”: encadenado a… abandonado a…; al mismo tiempo quiere decir sin expresión…el que no puede decir. Esclavitud y falta de palabra son dos notas características de estos nuevos discapacitados que acompañados por carnets de identificación social (discapacidad y de una buena obra social) se presentan para que seamos garantes de una vida posible. No son violentos ni rebeldes. Están vencidos. Buscan una “mano” que los ayude en el camino de la vida.
A veces funcionamos como un “bastón”, en otros casos como una “casa” que pueda garantizar no volver a hundirse en el “mar” de la enfermedad. O sea cultura que al decir de Ortega y Gasset la es “el salvavidas que nos auxilia en el mar bravío de la vida”.
Los debemos ayudar a superar las barreras que les propone la abstinencia con su gama de sensaciones displacenteras y de síntomas físicos y las compulsiones que a través de ideas que se imponen o en sueños que son pesadillas lo instan a consumir. Necesitamos superar noches de insomnio y de vacío. Y fundamentalmente devolver ganas de vivir.
Nuestra responsabilidad profesional
Son muchos los elementos que nos inducen a pensar que durante años no alertamos lo suficiente sobre las consecuencias de esta enfermedad .El alerta temprana es fundamental así como la detección precoz.
Cuando empieza la “luna de miel” de consumo es donde debemos actuar o sea cuando se prepara el proceso que puede culminar en la perdida de la libertad. Luego vendrán asistencias en guardias hospitalarias que desintoxican rápidamente sobredosis pero todo sigue igual. También tratamientos que se interrumpen ante las primeras muestras de mejorías que encubren procesos larvados de abstinencia para volver a consumir.
Luego seguirán tratamientos ambulatorios con drogas incluidas en donde triunfara la mentira y la manipulación para seguir en el camino del deterioro cada vez más rápido. Luego seguirán hijos abandonados, varias parejas en relaciones furtivas y fugaces. Se van acumulando frustraciones. Heridas emocionales una tras otra imposibles de elaborar psicológicamente porque el déficit psíquico y de su sistema nervioso avanza.
Hoy sabemos que el costo de tratar pacientes con trastornos adictivos es menor al costo asociado al uso de servicios de salud, la criminalidad y el uso de servicios de justicia bajando el índice de discapacidad y la cronicidad de miles resguardándose el capital humano y social del país que es su verdadero capital.
Una intervención precoz en asistencia lleva a tasas de mejoras en un 50%, la cesantía laboral baja también un 50 % así como la criminalidad. De lo contrario se va consumando lo que J.A.Marina llama “el misterio de la voluntad perdida”.