En 1872 José Hernández escribió “El Gaucho Martín Fierro”, un extenso poema compuesto en versos octosílabos con rima consonante. Traducido a decenas de idiomas es acaso, el libro más representativo de la literatura y la poética argentina.
El primer verso, en todos los casos, queda huérfano y sin rima. El segundo completa el sentido de la estrofa, mientras el tercero y el cuarto contrastan con la primera unidad.
Finalmente, los versos quinto y sexto cierran la rima y el sentido de los anteriores, y concluyen la estrofa con una reflexión a modo de refrán o enseñanza.
“El Gaucho Martín Fierro”, junto con “La vuelta de Martín Fierro”, componen la saga narrativa que se denomina de manera informal «El Martín Fierro».
En la primera parte, Martín Fierro es retratado como un gaucho laborioso y honesto al que la injusticia lo convierte en un matrero. Es decir, responde a la injusticia con más injusticia, poniendo de manifiesto cuales son las consecuencias de vivir en una sociedad carente de justicia.
“El Gaucho Martín Fierro” es la pieza más representativa del género gauchesco.
O al menos eso se suponía hasta el reciente descubrimiento de “La Gaucha Cristín Fierro”, obra que alguna vez hemos comentado en este espacio dedicado al universo gauchesco y que, en este caso, podríamos definir como perteneciente al género guachesco.
Desde el comienzo, José Hernández deja ver no sólo el argumento, sino también el tono; forma y fondo se combinan para narrar y cantar la desventura del gaucho de nuestra tierra:
Aquí me pongo a cantar
Al compás de la vigüela,
que el hombre que lo desvela
una pena extraordinaria,
como la ave solitaria
con el cantar se consuela.
Cristín Fierro no le va a la saga y, de hecho, podría decirse que supera al propio José Hernández. La gaucha habla de su propia épica y, a diferencia de la obra de Hernández, la relación entre forma y fondo si bien es indisoluble, suele perder las formas pero parece no tener fondo:
Aquí me pongo a cantar
con pito, matraca y conga
el candidato que ponga
habrá de ser presidente
pa’ que el poder no lo tiente
he elegido al más pindonga
En efecto, ella es la protagonista indiscutible de la historia y, aunque se quiera poner en segundo plano y pasar inadvertida detrás del gaucho Pindonga, una y otra vez se ve la mano que mueve la pluma:
Lo dije y aura repito:
¡Naides me habrá de hacer sombra!
les puse una roja alfombra
Desde la pampa a los Andes
a Kiciloff y Fernández
o… Cuchuflito y Pindonga.
Aquí menciona, por primera vez, a otro personaje propio de la gauchesca, un gaucho taimado y ladino, el gaucho Cuchuflito, ladero y secuaz de Pindonga:
Pindonga es un gaucho rudo
Cuchuflito, un pendenciero
Los dos me sirven de escudo.
Mezcla e’ Parrilli y Aníbal
De uno tienen lo caníbal
Del otro, lo pelotudo.
Cristín Fierro no deja pasar la oportunidad para recriminarle a Pindonga su traición y, aunque parece redimirlo con el perdón, deja abierta la posibilidad de la venganza:
Pindonga se ‘jue cabrero
en los tiempos del pingüino
una noche de mal vino
me trató de china necia
después le agarró la amnesia
Y volvió pa’ mi chiquero.
Tampoco Cuchuflito sale indemne del lance; a pesar de ser el gauchito preferido, diríase su gauchito regalón o retacón, según se lo mire, también le recrimina algún traspié del que ella pretende no hacerse responsable, como si no hubiese tenido nada que ver.
Cuchuflo llegó de prepo
en ancas de la Magario
quejándose del salario
que cobra el pobre peón.
Aura se hace el cimarrón
pero es el dueño del cepo.
Sin embargo, aunque quiera disimularlo, aunque pretenda esconder sus verdaderas intenciones, hacia el final de sus versos deja ver cuáles son sus oscuros propósitos de eternidad. El gaucho Pindonga se alejará de su pago (en efectivo), con las ilusiones flacas y los bolsillos gordos hacia su triste destierro en Puerto Madero, donde el gaucho Albistur le da refugio para que pase sus últimos días en su rancho de paja y adobe, más paja que adobe.
Si Cámpora jue al gobierno
y Perón tenía el poder
Yo no lo voy a perder
No traiciona el que lo anuncia
Pindonga gana y renuncia
y mi poder será eterno.