Después de su amplia victoria del año pasado, Andrés Manuel López Obrador, AMLO, nuevo presidente mexicano y un peligroso mesías de la izquierda radical del continente, prometió una gran transformación del país, comparable a la Revolución Mexicana. Pero lo que presenciamos tan sólo luego de 7 meses de asumir su mandato son nada más que promesas incumplidas, un drástico empeoramiento de la incontenible violencia que azota el país, el estancamiento de la economía y un drástico recorte de los gastos de la salud pública que afecta a los más pobres.

El nuevo México, que dice mentirosamente estar construyendo, se parece mucho más al viejo México que juró solemnemente superar y para lo cual fue elegido por una población que le dio casi un 78 % de aprobación, siendo así el presidente mexicano más votado en la historia del país en los últimos 30 años. Bastaron sólo 7 meses de su “desgobierno” para que estas cifras de respaldo se redujeran prácticamente a la mitad. De acuerdo a datos de la Encuesta Nacional de “México Elige”, publicada a inicios de julio, la aprobación de Amlo descendió al 44,6 %, bajando en junio pasado más del 5,1%.

Esta última disminución abrupta se debió mayormente por ser uno de los meses más sangrientos de la historia reciente de México. Sólo en la primera mitad de junio, se registraron 650 asesinatos. En apenas un día, el sábado 8 de junio, se reportaron 113 asesinatos. También en este mismo mes en el Estado de Jalisco, asolado por carteles de narcotráfico que se sienten prácticamente impunes bajo Amlo, fueron descubiertas 11 bolsas de basura con cadáveres descuartizados, arrojados a un canal de aguas pluviales. Este hecho, junto a tantos otros de extrema violencia, explica porque hoy en día el 60 % de los mexicanos piensa que bajo los primeros 7 meses del nuevo presidente Amlo la violencia ha aumentado en forma catastrófica.

Otro importante elemento que contribuyó a la drástica caída de la popularidad de López Obrador ha sido la reducción de un 44 % en los fondos para la salud pública, lo que ocasionó la renuncia del director del Instituto Mexicano de Seguridad Social IMSS, Germán Martínez, que se fue diciendo “yo no voy a despedir a los doctores mexicanos porque la gente se va a morir en las calles”. Es así que ya han sido despedidos más de 10.000 médicos por falta de fondos. Además junto a la reducción de los médicos vino la reducción de los presupuestos de insumos para los hospitales, lo que afecta sobre todo a los niños y los recién nacidos, dado que son tantos los baleados y heridos por hechos de sangre que no hay ni personal ni camillas disponibles para ellos.

Por el otro lado, casi con total insensibilidad humana frente a esta situación realmente dramática, Amlo anunció el pasado 28 de junio, fiel a su agenda de extrema izquierda de toda su vida política y siguiendo su tradicional estrecho vínculo con la dictadura cubana, un acuerdo con el régimen castrista que prevé la entrada de un contingente de unos 6.000 médicos cubanos que se integrarán al sistema de salud del país.

El acuerdo fue firmado por el Ministro de Salud Pública mexicano y su contraparte de Cuba José Portal Miranda, con la participación del Jefe de Asesores de la Presidencia mexicana, Lázaro Cárdenas Batel, mano derecha de Amlo. El esquema utilizado es el mismo que fuera aplicado en el Brasil por Lula bajo el nombre de “Mais Medicos” y que fuera eliminado después por el nuevo presidente brasileño. Luis Almagro, Secretario General de la OEA, dijo hace muy poco en referencia a este sistema de esclavitud moderno cubano: “Es una máscara para la mayor fuente de ingresos en divisas del régimen cubano”.

Lázaro Cárdenas, junto a su esposa, la activista cubana de extrema izquierda Mayra Coffigny, es el responsable de la presencia cada vez mayor de personal cubano en la administración de AMLO. Ya cuando se encontraba al mando de la gobernación del Estado de Michoacán, en la década pasada, impulsó la llegada de más de 400 funcionarios cubanos que fungieron como asesores en este Estado mexicano en las ramas de educación, seguridad, salud, etc. Este es el modelo que quieren aplicar hoy en día a nivel federal. El régimen cubano obviamente está muy interesado en ampliar su presencia en México, país que reemplazaría a Venezuela como salvavidas de su desastrosa economía. Evidentemente estas relaciones non sanctas con Cuba han desprestigiado a la actual administración causándole el alejamiento de amplios sectores de la población y de funcionarios calificados.

Aparte de esta dramática, caótica y peligrosa situación a la que ha llevado al país en sus primeros 7 meses de administración, Amlo enfrenta un evidente deterioro económico. Al menos el 48% de los encuestados por la prestigiosa empresa consultora Mitofsky, considera que la situación económica del país ha empeorado y que esta tendencia se acentuará en los próximos meses. Por otro lado un análisis económico del periódico Financiero afirma que ya podemos presenciar los primeros signos de una recesión económica en el país, teniendo en cuenta que la creación de nuevos puestos laborales en México disminuyó en un 39 % con respecto al año pasado. El desempleo es, como bien sabemos, uno de los indicadores macro económicos de una recesión. A esto se suma la renuncia del Secretario de Hacienda, aduciendo profundas diferencias ideológicas con el nuevo mandatario. Consideremos también que bajo el corto gobierno de Amlo, en el período comprendido entre abril y mayo de este año, la producción industrial sufrió la mayor caída en una década. A lo que se suma que Amlo con sus políticas económicas ha espantado la inversión extranjera.

Es evidente que ya luego de siete meses de gobierno, Amlo que se perfilaba como el nuevo ídolo de la izquierda latinoamericana, de la izquierda globalista mundial, que se considera genéticamente superior, ha sido un gran fracaso. ¿En que quedaron las promesas que hiciera el primer día de su mandato? Reducir drásticamente la violencia, reducir la corrupción, luchar contra el narcotráfico, sacar al ejército de las calles, defender el medio ambiente, crear nuevos centros hospitalarios a todo el ancho del país. Sus propuestas para solucionar los graves problemas de violencia del país han empeorado más la situación, como lo es su proyecto de dar una amnistía a los criminales narcotraficantes, y así bajar los índices de violencia del país. Amnistía para criminales, amnistía para corruptos, esas son las soluciones que está considerando, así como la creación de una Guardia Civil, al estilo venezolano, que, como bien sabemos, ha servido en ese país más para reprimir a opositores que para contrarrestar la violencia.

Como reacción a este descalabro y desgobierno amplios sectores de la población han empezado a movilizarse, hasta ahora en forma pacífica. “Fuera Amlo”, “México no es tuyo, “Menos populismo”, “Traidor”, “Queremos que se vaya”, lucían las pancartas de las multitudinarias manifestaciones de las últimas semanas que llenaron las calles de varias ciudades del país. Algunas de ellas fueron encabezadas por el ex presidente Vicente Fox. En la ciudad de México, una de las marchas fue organizada por los Chalecos Amarillos México, en coordinación con el Congreso Nacional Ciudadano. Muchos de los manifestantes lo hicieron también para expresar su hartazgo por la grieta social que está produciendo Amlo en el país, que en lugar de conciliar, unir a la población detrás de un proyecto común, divide a la sociedad en “chairos y fifís”, fifís son aquellos pertenecientes a la clase pudiente y media, que critican su peligroso populismo. Las protestas se extendieron a colectividades mexicanas en el extranjero, como en Canadá, Estados Unidos y Alemania.

López Obrador ha confirmado ser el populista engañoso que fue siempre en su larga carrera política, y ya amplios sectores de analistas, periodistas e intelectuales se plantean el considerarlo simplemente como un demagogo con una ideología socialista de los años 70, y se preguntan también si se transformará en un peligro para la democracia mexicana. Existe ya en estos círculos la percepción de autocracia, autoritarismo y venganza relacionados a su persona. Temen al mesías que no tiene empacho en declarar “al diablo con las instituciones”, cuando éstas se ponen en su camino.

Un futuro incierto para México y su población, que está recibiendo actualmente más balazos que abrazos, y no al revés, como gustaba repetir Manuel López Obrador en su campaña electoral.