El comentario es “no hay sensación de elecciones en la calle”. Y es cierto, no lo hay. Y no lo hay porque al desinterés de la gente se le ha sumado una campaña “low cost” producto de la falta de dinero, la “Causa de los Cuadernos” y la irrupción de las nuevas tecnologías.

Dejemos de lado el tema de la falta de interés de la gente por la campaña electoral, que da para otro artículo, seguramente más frondoso que este, y concentremos nuestro análisis en los factores que hacen a esta campaña presidencial “de baja intensidad”.

El primero, y no menor, es que el país en general está asando una de sus más agudas crisis desde el 2001/2. Hace ocho años que el país está estancado y, en lo últimos dos años, en caída.

A esto hay que sumarle la diferencia en el manejo de la publicidad entre el kirchnerismo y Cambiemos. El Gobierno de Mauricio Macri ha reducido en términos reales la cantidad de pauta oficial en los medios y, lo que es más significativo, también la pauta “extra-oficial”, es decir, el dinero que se le daba (¿o da?) a los comunicadores por afuera de la pauta.

Ya el año pasado se refirió a esa situación el ahora candidato a vicepresidente de Mauricio Macri, el senador Miguel Ángel Pichetto, cuando era de la bancada peronista. Con su habitual aspereza detalló en el Senado que “aparecen economistas que pululan por todos los canales de televisión alentando el fracaso, la derrota, la inexistencia del futuro”, y dirigiéndose a la vicepresidenta Gabriela Michetti, lanzó: “Ustedes lo permiten, porque como no le pagan pauta a nadie, cada uno dice lo que quiere en la televisión argentina”.

Pichetto arremetió contra Cambiemos al señalar que “creen que todo se resuelve en las redes, toda esa pavada”. “Nadie maneja la opinión pública, el horario prime time de la televisión, por lo tanto (los periodistas) dicen cualquier cosa de todos. En fin, política de la indignación”.

A esta falta de inyección de dinero en los canales tradicionales hay que sumarle un dato no menor, la irrupción de la “Causa de los Cuadernos” que echó por tierra el dinero que derivan las empresas hacia los partidos. Ya en sede judicial, el ex jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina, reconoció que parte del dinero que ingresaba por esos pagos, se destinaban a campaña política.

Y ahora se le sumó que todos los fondos que no estén anotados en la plataforma digital de la Justicia electoral no podrán usarse para financiar las campañas políticas.

Claro que eso no impide que se haga campaña. Según los registros de la Justicia Electoral, hasta ahora (principios de agosto), el Frente de Todos no tiene ni un solo aporte registrado, entonces… ¿cómo hacen campaña?

Es cierto que “dinero en negro” siempre hubo en las campañas. Todavía los partidos, salvo el GEN de Margarita Stolbizer, tienen que rendir cuentas de los gastos del 2005, y sin entrar en los casos de los bolsos de Antonini Wilson, o los fondos de campaña de María Eugenia Vidal.

A esta falta de dinero “constante y sonante” se le agregó un nuevo factor: la irrupción de las nuevas tecnologías, que con o sin dinero, igual iban a irrumpir. Es más fácil, barato y se verá si más efectivo, subir un video y distribuirlo por las redes que los actos tradicionales.

No importa si vos vivís en Flores. Si estás en un bar de la localidad de Pilar, cuando veas algo en YouTube te aparecerá una publicidad de los candidatos a intendentes locales, o de Vidal o Kicillof. Saben que estás en la zona, y a vos debería interesarte esa publicidad.

Un video de 30 segundos cuesta la realización, pero es más económico que hacer un acto, pagando decenas de micros, alquilando estadios, cuidando quienes van y que no haya problemas, como ocurrió en el PJ de La Rioja. Los candidatos también se encuentran más seguros en este formato.

Habrá entonces que ir dejando de lado las caravanas, que a su vez habían reemplazado a los grandes actos de cierre de campaña en la calle de los 80’, o los actos en los estadios. Todo parece que se apunta a una campaña “low cost”. Fabián Quintá