Después de Borges, Cortázar y Sábato, quién puede superar tanto genio
reunido. Saer no me convence con su
Nosotros somos apocados, serios, tímidos, más tristes que
los tangos, y es por ello que somos buenos poetas y ustedes excelentes
narradores: graciosos, inteligentes, desenfadados, ingeniosos, no reprimidos;
nosotros todo lo contrario, para adentro, sometidos, apatronados, resentidos,
arribistas, faltos de triunfos, siempre a medias, en todo, de allí que en
nuestra miseria miremos al europeo y al extranjero en general porque los vemos
como exitosos y socialmente aceptados, ricos, antes nuestra pobreza y escasa mística,
por eso no hemos hecho revoluciones exitosas, sino revueltas en las que nos
masacraron toda la vida, no hay logros, nada hemos concretado, vivimos en la
desolación, en la infertilidad, en la desesperanza. Es un tema para largo,
profundo, intenso y no cerrado, para discutir.
Nuestros indígenas se cambiaron los apellidos por españoles,
los gringos siempre los sometieron, los castellano vascos son los dueños de
todo, en el sur, los alemanes, los árabes, los franceses en menor medida, algún
italiano, pero chileno exitoso ninguno, todos perdedores, de allí que siempre
estemos mirando hacia afuera, y nos vayamos derrotados hacia adentro, sin
reconocer nunca nuestra derrota, por eso nuestra poesía es seria,
reconcentrada y llena de nostalgia, ya sea por un mundo no existido, nostalgia
del futuro, de un pasado que hay que construir con gloria, de una raza
araucana cantada por un español, un mito, una leyenda, derrotada, que a pesar
de no ser sometida ni por rey jamás regida, lo fue por el propio criollo, el
latifundista, el déspota patrón de fundo, el feudo, la mesa del pellejo,
siempre al margen el chileno, el mestizo, el último de la fila, de la escala.
Ante ese panorama optamos por dos polos, o cantan impropiamente las glorias
servilmente del poderoso, los arribistas, o se resienten y muerden la angustia
del asalariado que no tiene otra opción que le den la facultad mínima de
votar, de expresar en forma soterrada, aun sin libertad total y desenfado, sus
sentimientos, porque siempre el miedo a decirle las cosas al patrón, al
empleador están presentes, por el castigo, por la furia que podamos desatar
en éste.
Un pueblo de mineros y de pacos, ese es nuestro ámbito, o
soñando con hallar el tesoro en el sometimiento o serviles desesperados del
poder. Pescadores, campesinos, independientes ninguno y el que lo ha sido
termina mal, sin nada, arriesga todo y debe pactar con dios y el diablo para
sobrevivir. Siempre en la medianía, en los terceros, en la clase media a lo más,
nunca gloriosos. Los argentinos tienen personalidad, carácter, cosmopolitas,
han ganado, han tenido glorias, y conquistas, aunque sean simbólicas, en el
deporte, en las artes escénicas, etc.
Traigo
estas reflexiones, que guardo hacer años, comparando nuestras literaturas,
pero no puedo ser concluyente, porque no he leído la totalidad, pero es mi
impresión atenta de que la narrativa argentina tiene vuelos y nosotros no,
que nuestra poesía ha sido angustiosa y creado mundos, en la mudez, en la
soledad, en la desolación del estudiante, del que mira pasar la vida y vive a
medias el mundo, pero que es nostálgico de un paraíso que nunca conquistó y
melancólicamente se enmudece a MUSITAR sus penas. Por qué Huidobro es
distinto, porque era de la burguesía, lo tuvo todo, la riqueza, la
tranquilidad, el mundo y la insolencia, pero eso no se le podía pedir a
Neruda, que es todo lo contrario, ni a Mistral, que termina sumida en el
catolicismo, meditabunda, errabunda, preclara, pero sometida. De Rokha intenta
romper con el fracaso total del mundo, pero se suicida, grita, aúlla su
desesperación, pero termina derrotado, con su familia destruida. Teillier es
tímido, lárico, pueblerino, hay nostalgia por la comodidad del hogar, por la
cocina de los abuelos, de la madre, por la vida burguesa, de clase media, y
por eso añora su paraíso perdido y se siente un forastero del mundo urbano,
a la vez que huérfano de su tierra, perdido y se va en ensoñaciones. Pezoa Véliz
intenta dar una impresión citadina, de suburbios, de pobreza, pero la pereza
y la enfermedad lo rondan, se pelea con los anarquistas, denostó a su propia
gente. Díaz Casanueva, de familia pudiente, se embarca a la aventura de la
metafísica y los mundos soterrados, las confabulaciones esotéricas, para
desde allí cambiar el mundo, un mundo que en esencia trata de desentrañar en
la violencia creadora, que no mueve las hojas, que se sumerge en los secretos,
muerde las esencias, pero es impopular, como Del Valle que escribe corazones y
se lanza a
Los otros poetas han sido de la burguesía y han cantado
sus conservadurismos tardíos. Naftalina en los sentimientos. Y los
anarquistas siempre fueron estériles y marginales, también derrotados,
esteticistas y líricos, o radicales ilustrados, patriotas de glorias
dominicales o del día de la bandera, de la patria chica, de la patria que
miraba a Francia, a Europa, a los grandes y no llegó a asemejarse propiamente
tampoco, a pesar de todos sus esfuerzos y de su tolerancia mal entendida,
siempre la medianía, lo posible, lo racional, lo legal, lo cívico, el
progreso del pueblo y de la clase media, ricos de pensamiento, ilustrados pero
sin romper con la tradición venida desde afuera, del gran mundo.
En fin, a Chile le falta aire, por eso somos tan grises,
empolvados, por los caminos, por la monotonía campesina, por el asombro de
las ciudades a las que vamos llenos de sueños sin alcanzar la gloria nunca.
Mauricio Otero