Pudo haber sido la que pasó una semana “bisagra” para el gobierno en particular -y para la Argentina en general-, pero terminó transcurriendo en calma. Sorpresivamente, para una administración que ya asimila la realidad de que todo lo que puede salirle mal, le sale mal. Porque el fin de semana largo dio tiempo para definir la eventual reestructuración del Gabinete, que concluyó tan solo en la renuncia del ministro de Hacienda, más cantada que la semifinal de la Libertadores entre River y Boca.
En efecto, Nicolás Dujovne estaba con un pie afuera del gobierno desde el día siguiente de las PASO, cuando le presentó verbalmente la renuncia a Mauricio Macri y éste le pidió que aguardara para una definición. Porque una salida de ese tipo no se resuelve hasta que no esté resuelto quién se sienta en el sillón libre. Pero a partir de entonces quedó claro que el destino del excolumnista televisivo estaba sellado, pues no volvió a aparecer en público a lo largo de una semana en la que se anunciaron muchas medidas económicas.
Claramente Dujovne no estaba de acuerdo con las mismas, ni dispuesto a defender lo que no creía ante las autoridades de un Fondo Monetario al que él prometió que no se saldrían del camino establecido. El sábado el Presidente acordó con María Eugenia Vidal que ella le cedería a su ministro de Economía, y así se anunció por la noche. Hernán Lacunza sonaba fuerte para el cargo que hoy ocupa desde antes de las PASO, cuando en el gobierno estaban convencidos de que la reelección era posible y ya se especulaba con cómo sería el nuevo Gabinete. Así le había transmitido a este medio una alta fuente que confió que Macri veía con buenos ojos a ese ministro que probablemente se quedara sin trabajo a fin de año, pues la posibilidad de perder la provincia era muy cierta.
No pensaban en el gobierno nacional que ese destino sería concreto tan tempranamente también para esa administración.
Con la salida del ministro firmante del acuerdo con el FMI y la probabilidad cierta de que ese organismo pusiera en duda la continuidad de los desembolsos pendientes hasta fin de año, era de prever un martes negro en los mercados. La antesala de ese día D no fue auspiciosa: feriado en la Argentina, el lunes fue un tembladeral para los bonos y las empresas nacionales que cotizan en Wall Street, mientras que el riesgo país volvió a crecer. El ruido esta vez volvió a venir desde la oposición, cuando el candidato más votado en las PASO deslizó la intención de reestructurar la deuda de los tenedores de títulos argentinos.
Tuvo que salir prestamente Guillermo Nielsen, uno de los principales asesores económicos de Alberto Fernández, para aclarar que esa medida no estaba en los planes del Frente de Todos. El daño estaba hecho, y economistas de renombre se preguntaron si esos dichos no fueron premeditados.
El lunes se estableció en Olivos que no habría más cambios en el gabinete. Los que hoy están seguirán hasta la entrega del poder, o -difícil- el inicio del segundo mandato. ¿El gobierno que venga tendrá en cuenta lo que decía el viernes Carlos Melconian? Economista dilecto de Mauricio Macri, el actual presidente no lo tuvo en cuenta para el cargo que siempre se pensó que ocuparía en un gobierno del PRO, pues aquel no comulgaba con el camino del gradualismo que escogió esta administración. Paradójicamente se sabe que Alberto Fernández habló recientemente con Melconian, y hasta alguno sugirió que le habría ofrecido un cargo en su posible gobierno.
Lo que dice Melconian en su particular estilo es, pensando en el próximo gobierno, que “las elecciones importantes son las de 2023; las de 2021 son pa’ perderlas…”. A juicio del economista fanático de Racing, así sucede con las elecciones intermedias en todo el mundo, pues “lo que no hacés el primer día, ya después no lo podés hacer”. Palito para el gobierno de su amigo Macri, al que siempre reprochó haber postergado las medidas drásticas con las que debió haber arrancado, e implementarlas por la fuerza en la segunda parte de su mandato, con lo que se garantizó ganar las elecciones intermedias, pero hipotecar su reelección.
Pasa por alto Melconian que el de Macri fue el primer gobierno en minoría en ambas cámaras en cien años, y que ninguna administración no peronista termina su mandato desde 1928. Parece ignorar también que el gobierno de De la Rúa se desplomó inmediatamente después de perder precisamente las elecciones intermedias.
Así y todo Macri volvió a ofrecerle el cargo de ministro de Hacienda, pero su amigo lo rechazó, sin tiempo para implementar una gestión como la que entiende debería aplicarse. El Presidente se decidió entonces por Lacunza, que atinadamente resolvió hablar el martes, inmediatamente después de haber jurado y antes de la apertura de los mercados. Luego lo hizo el presidente del Banco Central, Guido Sandleris. No hubo ningún anuncio, pero fueron importantes los tonos, las certezas y ciertos datos. El titular del BCRA explicó que usaría las reservas para “moderar la volatilidad del tipo de cambio y garantizar la estabilidad del sistema financiero”. Ergo, si el Frente de Todos quiere que las reservas no se esfumen, deberá hacer su contribución para evitar escaladas del dólar.
Lacunza aclaró que “no hace falta un tipo de cambio más alto”, dijo que convocaría a los referentes económicos de la oposición y hasta dio un porcentaje de la pobreza no mencionado hasta ahora por nadie: 36% de la población.
La reacción de los mercados fue mejor de la esperada. Pero esto es un día a día. Y a un problema sucede otro. El gobierno trató de contener la inflación al anunciar la eliminación del IVA en alimentos de la canasta básica y congelar los precios de los combustibles, desatando la ira de los gobernadores, que llevarán este lunes su reclamo a la Corte Suprema. El gobierno deberá estar preparado para un revés en el Máximo Tribunal.
Pero también a las consecuencias que traigan las protestas de los mandatarios de la oposición. El vicegobernador electo de San Juan, Roberto Gattoni, presente el miércoles en el CFI en la reunión con sus pares y un representante del Ministerio del Interior, en su condición de ministro de Hacienda y Finanzas de su provincia, no anduvo con eufemismos al advertirle al gobierno sobre las consecuencias que podría ocasionarle que ellos llevaran el caso a la justicia. “Generaría un enorme ruido en el concierto nacional e internacional, sobre todo en este momento de mucha fragilidad, con la volatilidad cambiaria”, alertó. Y fue aun más lejos al señalar que “iniciar un conflicto judicial entre las provincias y la Nación podría erosionar la institucionalidad y generaría un mayor aumento del riesgo país”. Un hombre del gobierno sugirió que esas palabras sonaban a “extorsión”.
Con todo, Mauricio Macri es optimista, y para justificarse el jueves recordó que en las PASO de 2015 había quedado 15 puntos debajo de Daniel Scioli, y así y todo llegó al balotaje y lo ganó. Es verdad, en las elecciones del 9 de agosto de 2015 la fórmula Scioli-Zannini encontró su techo en los 38 puntos, y en octubre le ganó a Macri por apenas 3 puntos, al obtener apenas un 37,08%. Por entonces el tercero en discordia era Sergio Massa, quien se alzaba con el 21%. Hoy el ganador de las PASO superó por más de dos puntos la barrera del 45% que lo exime del balotaje, con lo que Alberto Fernández debería bajar más de 3 puntos. Suena a quimera.
Peor la tiene María Eugenia Vidal, que perdió impensadamente por más de 20 puntos y no tiene balotaje. Por eso hará una campaña “despegada” del presidente Macri; “provincializada”, es el término que usan en La Plata. Será un contacto “uno a uno” con los vecinos, volviendo a lo que fue la campaña de 2015.
Muchos parecen olvidar que en 2017, cuando la gobernadora también se cargó al hombro la campaña, el Presidente se abstuvo de transitar la provincia, sobre todo para las PASO, pues su imagen ya por entonces no calificaba bien en el Conurbano. Repuntó en octubre.
Para estas PASO, en cambio, Vidal se mostró mucho con Macri, ya se sabe con qué consecuencias. En La Plata insisten en que mejor hubiera sido adelantar y que una gobernadora reelecta apoyara ya sin riesgos al Presidente. Saben que para la decisión de no desdoblar fue clave la opinión de Marcos Peña, con quien la relación está totalmente rota, aun de antes de las elecciones. Pero este traspié lo deja más en evidencia.
Prueba de ello, quedó en la cuerda floja en el gabinete bonaerense Federico Suárez, ministro de Asuntos Públicos; un hombre del jefe de Gabinete en la provincia, encargado de la estrategia en la parte de comunicación digital, Big Data y esas cosas que le gustan tanto al PRO en general y a Marcos Peña en particular, y que fracasaron rotundamente en esta elección.