Cristóbal López quedó en libertad y se convirtió en todo un símbolo de los tiempos de impunidad que se vienen para los ladrones de Estado. Cristóbal y su socio Fabián de Sousa, completaron el último trámite que les faltaba para abandonar la cárcel de Ezeiza. Presentaron un seguro de caución por 60 millones de pesos, tal como exigió el juez Claudio Bonadío.
Dicen que no pudieron utilizar su fortuna colosal ni sus propiedades para pagar esa fianza porque tienen todos sus bienes inhibidos y/ o concursados. Su grupo tiene alrededor de 150 empresas, pero tienen embargos por 1.500 millones de pesos.
En los años 70, las manifestaciones pedían por los detenidos políticos y cantaban: “Libertad/ Libertad/ a los presos por luchar”. En estos últimos casos, irónicamente aunque no hay marchas pidiendo por ellos, deberían corear algo bien distinto: “Libertad/ Libertad/ a los presos por robar”. No hace falta que diga que son verbos muy distintos: luchar es una cosa y robar es otra muy distinta.
Luchar por el regreso de la democracia o por una sociedad más igualitaria es parte del ADN de la República y robar los fondos del estado, es decir de todos los argentinos, es parte de los mega delitos y la corrupción a gran escala que cometieron el Cartel de los Pingüinos en asociación ilícita dedicada a saquear al estado cuya jefatura ejercieron primero Néstor y luego Cristina Kirchner.
Ahora que salen todos. Ahora que van a quedar muy pocos presos queda muy claro que el trabajo valiente y riguroso de muchos periodistas, fiscales y jueces va a caer en un agujero negro de la historia.
El otro día le dije que el objetivo inconfesable de Cristina y su banda es que Alberto ocupe el lugar de Macri para que Bonadio ocupe el lugar de Lázaro Báez en la cárcel de Ezeiza, Pichetto en lugar de Cristóbal y Lanata o Daniel Santoro en lugar del general violador de los derechos humanos y enriquecido ilegalmente, César Milani.
El Plan Venganza incluye la gente en las calles celebrando la liberación de los corruptos para recibirlos como si fueran héroes revolucionarios. Así se podría resumir el acuerdo entre Cristina y Alberto. Para lograrlo están estudiando todas las variantes, a saber:
-Reforma Constitucional que reduzca el poder judicial a un servicio de justicia.
-Poner todos los jueces en comisión y despedir a los que se animaron a investigar a los K y llenar de jueces K los tribunales, Comodoro Py y la Corte Suprema de Justicia.
-Copar el Consejo de la Magistratura para apoyar ese proceso de premios para los magistrados amigos y castigos para los enemigos.
-Indultos selectivos, amnistía generalizada, leyes especiales de revisión extraordinaria, como propuso Zaffaroni que, además, se pueden complementar con jubilaciones de jueces.
-Colocar en la Oficina Anticorrupción y en la Unidad de Información Financiera a militantes cristinistas que dejen de impulsar las investigaciones como querellantes de las principales causas.
-Lo más peligroso y preocupante es que si ganan los Fernández, los arrepentidos que con tanto coraje aportaron datos van a ser custodiados por funcionarios kirchneristas que pueden ser sus verdugos o entregarlos atados de pies y manos. Alguno ya está pensando en arrepentirse de haberse arrepentido.
Todavía no encontraron solución para los condenados, por la justicia como los casos de Amado Boudou que, tal vez se convierta en el Pato de la Boda. Alberto Fernández no lo quiere porque, durante el gobierno de Cristina, expulsó de un cachetazo a su amigo Esteban Righi, el ex procurador, el Bebe, al que acaba de rendirle un homenaje emocionado.
Y después porque fue condenado por haberse apropiado de Ciccone, la fábrica de billetes, 5 años y 10 meses de prisión y ese castigo fue confirmado por la instancia superior. Cristina lo designó a Boudou e intentó protegerlo por todos los medios.
Aunque suene insólito, la ex presidenta estatizó Ciccone, autorizó que Amado se cargara a Righi pero se molestó cuando cayó en la cuenta de que Boudou quiso robarse para su bolsillo y no para la causa, semejante empresa.
El ex vice, ese malandra de estado, también está condenado por haberle pirateado a su ex mujer la mitad de un auto para lo cual tuvo que falsificar documentos públicos. Eso habla de la catadura moral del reo. Hoy nadie defiende a Boudou. Solamente su amigo personal el ex juez Eugenio Zaffaroni que se sumó a su cuerpo de defensores. Pero en el peronismo, nadie lo quiere.
Habían vaticinado que como Boudou, al igual que María Julia venía del palo ideológico de Alsogaray, era el único que iba a quedar preso. Y algo de esto hay. No es exactamente así porque Ricardo Jaime confesó su corrupción y también tiene condena firme.
O porque José López y sus bolsos en el Monasterio lo condenaron al desprecio y el odio de Cristina pese a haberlo elogiado en su momento y a ser la mano derecha de Julio de Vido. Pero Lázaro Báez y Roberto Baratta van a salir en cualquier momento. Sobre todo después del 27 de octubre si ganan las elecciones Los Fernández.
La nueva doctrina para adaptarse el nuevo clima político es que nadie se puede escapar ni entorpecer las investigaciones y por lo tanto pueden esperar las causas que nunca terminan en libertad. Es increíble que semejante mentira se haya aplicado con Oscar Thomas, el estafador de Yacyretá que estuvo 48 días prófugo. O que Lázaro haya sido detenido mientras intentaba fugarse en su avión sin plan de vuelo.
Pero la realidad indica que van a salir todos o casi todos. Lo de Gerardo Ferreyra es otro ejemplo clarísimo. Apenas salió dijo una brutalidad digna de alguien que se considera orgullosamente chavista y anti imperialista y por lo tanto anti israelí. Dijo que la causa de los cuadernos no iba a terminar en nada tal como ocurrió con la voladura de la AMIA.
Semejante comparación provocativa la completó exhibiendo en una fotografía la tobillera que utilizó en los últimos tiempos mientras disfrutaba de la mansión que ocupaba y que seguramente ganó con honradez y el sudor de su frente.
Pero hablando de la AMIA, otro reciente liberado, Fernando Esteche, tal vez uno de los símbolos de los grupos más violentos en la Argentina, muy suelto de cuerpo dijo que el fiscal Alberto Nisman fue, en realidad, el principal encubridor y que las autoridades de las instituciones judías son “los que nos deben muchas explicaciones a todos los argentinos”.
Lo dijo con convicción, soberbio y agrandado porque siente que Cristina vuelve al poder y ella está de su lado igual que Luis D’Elía. Ambos son una suerte de voceros informales de Irán y estuvieron juntos de visita en Teherán con algunos de los personajes acusados de terrorismo por la justicia argentina.
El caso Esteche es emblemático también y necesita un capítulo aparte. Tal vez mañana lo haga, porque todos comprendimos las escuchas donde decía que el tenebroso pacto con Irán fue escrito por él y ahora nos enteramos que estar preso por segunda vez no le trajo ningún tipo de inconveniente económico: siguió cobrando alrededor de 80 mil pesos por mes como docente de la Facultad de Periodismo.
En ese lugar, fue contratado por Florencia Saintout quien podría ser la próxima intendente de La Plata, si el pueblo la vota. Parecen informaciones increíbles pero son absolutamente reales.
Alberto Fernández, a quien le toca el papel de moderado y prudente en este vodevil de mentiras, ya dijo que las detenciones eran arbitrarias y apuntó concretamente y con nombre y apellido a los jueces que no quiere: Bonadío, Ercolini, Irurzun, etc. Van a tener que rendir cuentas de las barrabasadas que escribieron, dijo en un momento donde la prudencia se le escapó por la ventana.
En realidad el dicho plantea que cuando la política entre por la puerta de los tribunales, la justicia se escapa por la ventana. Y eso es lo que va a pasar. Incluso Daniel Rafecas, que no se dignó ni siquiera a abrir la carpeta con el expediente de Nisman y que ayudó a más no poder a Amado Boudou, suena como el próximo procurador General de la Nación.
En eso Alberto es bien peronista: “A los amigos todo, a los enemigos, ni justicia”. Están tan apurados por liberar a todos que cometen torpezas increíbles. Le doy un ejemplo: Cristóbal y su socio fueron procesados por Bonadío. La Cámara todavía no se expidió confirmando o rechazando ese procesamiento. Se ve que no tuvieron tiempo.
Pero si tuvieron tiempo para excarcelarlos. Una vergüenza ajena del tamaño de la Patagonia o del departamento de magnates que Daniel Muñoz con sus ahorros compró en el Plaza Hotel de Nueva York.
No habrá ni juicio ni castigo. Eso que quede claro. Es la piedra angular del acuerdo entre Cristina y Alberto. Después viene todo el resto. Primero la impunidad para Cristina y la libertad para los ladrones de estado. Después, el resto.