Fue una semana trascendente en el orden institucional, marcada por los simbolismos. Desde el principio, con la misa organizada por la Iglesia con motivo del Día de la Virgen, que sirvió como antesala ideal del traspaso presidencial que pese a todas las prevenciones terminó siendo absolutamente civilizado.
En efecto, ese encuentro convocado en Luján confirmó que la cuota de urbanidad entre Mauricio Macri y Alberto Fernández esbozada al día siguiente de las elecciones generales de octubre no había sido un espejismo. El presidente saliente y el entrante se dispensaron un trato afable que contrastó con la no transición de 2015.
En Luján, vale decirlo, no estuvo Cristina Kirchner.
Dos días después esa buena sintonía se extendió al breve instante en que los dos presidentes se cruzaron para cumplimentar la escena que no vimos en 2015. En lo bueno y en lo malo. Vimos que nuestros políticos pueden estar a la altura, como se estila en otras latitudes, pero también porqué hace cuatro años pasó lo que pasó. O mejor dicho, por qué no pasó lo que ahora sí. Alcanzó con ese cruce frío y cargado de resentimiento entre el presidente saliente y la nueva vicepresidenta.
Un especialista en el estudio de los gestos interpretó ante este medio las imágenes del 10 de diciembre. El cruce entre Cristina y Macri mostró a una expresidenta absolutamente “genuina”. La flamante vicepresidenta exhibió en su rostro el rechazo y desprecio que le provoca su sucesor. El abrazo entre los presidentes pareció también real, como así también las miradas que se cruzaron en el momento. El especialista también destacó la postura exhibida por la nueva vicepresidenta al momento de la lectura del discurso por parte de su compañero de fórmula: no sacó los ojos del texto que Alberto Fernández leía.
“Es una imagen que la muestra controladora”, precisó.
Gestos, de eso hubo mucho esta semana. Como el del presidente electo conduciendo su auto hacia el Congreso. “Además de mostrarse como un tipo común, busca dejar claro que a él no lo maneja nadie”, sugirió un observador.
Fueron los que siguieron exhibiendo a lo largo de la primera semana del Frente de Todos en el poder. El gobernador bonaerense postergó un día su asunción para que su mentora pudiera estar presente en la ceremonia. Adrede o no, de paso el cambio de fecha le sirvió para restarle protagonismo a María Eugenia Vidal, que así no pudo traspasar los atributos, aunque no dejó de asistir a la ceremonia.
El presidente Alberto Fernández también asistió a la jura de Axel Kicillof, cuestión de evitar suspicacias, aunque no se quedó a escuchar el discurso. Tampoco Cristina. El Presidente estuvo luego en las asunciones de otros dos gobernadores con los que es muy afín: el santafesino Omar Perotti y el entrerriano Gustavo Bordet. Ambos ganaron en su momento sus elecciones provinciales con holgura… pero en sus provincias ganó Mauricio Macri el 27 de octubre. Así y todo, son los gobernadores en los que el presidente quisiera apoyarse para gobernar.
Cristina Fernández eligió también gente afín a los que acompañar en sus asunciones. Estuvo en Quilmes, donde el 29 de noviembre iba a presentar su libro “Sinceramente”, pero tuvo que suspenderlo por un temporal. El 11 de diciembre no le falló a la camporista Mayra Mendoza, una de sus preferidas. Al día siguiente estuvo en La Matanza, para la asunción de Fernando Espinoza, y como el día anterior, pronunció un discurso durísimo contra la gestión que ya no está, y en el que deslizó algunas frases capaces de inquietar a quien asoma como eventual presidenciable en 2023, Horacio Rodríguez Larreta. Fue cuando sugirió rediscutir la coparticipación, al señalar la existencia de “una asignación de recursos muy desigual, que es profundamente injusta e inequitativa”. Teléfono para CABA.
Si hablamos de gestos, de presencias y de ausencias, no se puede pasar por alto la no concurrencia de Máximo Kirchner a la asunción de Axel Kicillof. Desde hace tiempo se insiste en que el hijo de los Kirchner no se lleva bien con el flamante gobernador bonaerense. Lo cierto es que el exministro de Economía armó su gabinete con gente propia y otros cercanos a Cristina. Un poco como el Gabinete nacional, podría decirse. Pero hay al menos una camporista, la excandidata a intendente de General Pueyrredón Fernanda Raverta, al frente de Desarrollo Social.
En rigor, más allá de la mejor o peor relación que el presidente del bloque Frente de Todos pueda tener con el exministro de Economía, lo cierto es que Máximo Kirchner estuvo ese día reunido con Sergio Massa y Mario Negri, delineando la agenda legislativa hasta fin de año. El oficialismo tiene garantías de la principal oposición de que no bloquearán el proyecto, aunque la postura no es uniforme: el bloque Coalición Cívica ya adelantó que no votarán superpoderes.
El proyecto llegará al Congreso recién este lunes, así que mucho no se sabe del mismo. Solo que el proyecto que el Ejecutivo promueve para este fin de año se denomina “Ley de Solidaridad Social y Reactivación Productiva en el marco de la Emergencia Económica”. La iniciativa incluye tres emergencias -la económica, la social y la sanitaria-, y por eso el mismo lunes se espera la presencia de tres ministros -Martín Guzmán, Economía; Daniel Arroyo, Desarrollo Social, y Ginés González, Salud- para exponer no solo ante los diputados, sino también algunos senadores que deberán trabajar con el proyecto “en espejo”. Esto es, de manera paralela con los diputados, habida cuenta de que una vez aprobado este miércoles, o madrugada del jueves, los senadores deberán abocarse al proyecto y no hay tiempo para modificaciones.
El megaproyecto debería ser aprobado este miércoles en Diputados y el 27 de diciembre -una fecha mejor no hay- en el Senado. Qué incluirá el mismo es una incógnita y por eso tanto el jefe del PRO como el de la UCR aclararon que esperarán a ver el texto antes de emitir juicios de valor. Podría haber algún ítem dedicado a los jubilados, con beneficios acordes a la premisa anunciada por el Presidente respecto de privilegiar a los que la están pasando peor, pero ese beneficio circunstancial sería la llave para modificar la fórmula para el cálculo del ajuste jubilatorio. Pasa que la modificación impuesta por el gobierno en el marco de la caótica aprobación de la reforma previsional en 2017 establecía un incremento que puede tornar infinanciable el sistema, con una escalada inflacionaria como la que hemos tenido.
Miguel Pichetto, que en su momento y siendo opositor apoyó el cambio de la fórmula y hasta hizo su propio aporte en la materia cuando el debate, dijo para el libro “Gobernar en Minoría -de quien esto escribe- que el cambio beneficiaba mucho a los jubilados. Pichetto atribuyó el mal clima que generó en la sociedad esa corrección a problemas en la comunicación oficial. “Es otra tendencia que tiene el gobierno: no hablan ni explican. No explicaron que la fórmula previsional que se ponía en marcha era razonable, que iba a estar ligada a la inflación en un 70%, y al aumento del salario en un 30. Y que el sistema en su conjunto es de grave riesgo y que no es sostenible una relación tan compleja en materia previsional, con un gasto público tan alto, si no se incrementa el sector activo. Pero nadie explica nada…”.
Como sea, ahora el nuevo gobierno quiere cambiarlo; sino es en este proyecto ómnibus, será más adelante, de otra forma, pero debe hacerlo. Habrá que ver la reacción de la nueva oposición frente a semejante medida.
En una semana en la que los anuncios fueron menguados, con un ministro de Economía que se limitó a hacer un diagnóstico de la situación y a mostrar racionalidad y cautela -datos que se vieron reflejados en la calma en los mercados-, el cierre fue con un gesto destinado a satisfacer un reclamo de una buena parte de los que componen el Frente de Todos, que en 2016 buscaron infructuosamente con la aprobación de la ley antidespidos que terminó vetando Macri. Ahora este gobierno la saca por DNU.
En realidad, hubo una batería de medidas el viernes: también se supo que pondrán en práctica el dólar turista y subieron las retenciones. Una y otra medida estaban cantadas. Pero todas son medidas de contingencia; sigue faltando un plan, el talón de Aquiles de Cambiemos. Para el mismo es indispensable un acuerdo sobre la deuda, cuestión para la que es indispensable contar con un guiño de Estados Unidos.
La relación con Washington no arrancó bien, ni mejoró con la jura de Alberto Fernández, por la presencia de un funcionario venezolano y Rafael Correa que llevó al enviado de Trump a irse sin participar de la ceremonia. Al día siguiente Fernández recompuso la relación, pero luego dio asilo a Evo Morales. Aunque le habían avisado previamente a los norteamericanos, los bandazos no dejan de generar desconcierto.