La competencia interna que existe dentro de la coalición gobernante es un secreto a voces.
Todavía no han entrado en un terreno de lucha abierta, pero las tensiones son manifiestas.
Por un lado, Axel Kiciloff que fue votado como opción de recambio de María Eugenia Vidal (y al parecer el cargo le está quedando demasiado grande) se encarga, en off, a través de variadas diatribas de golpear al ministro Guzmán para pegarle indirectamente al Presidente.
Según sus ideas “geniales” adoptaría la postura de no arreglar con los acreedores ni con los organismos de crédito internacional, dejar que caigamos en default, cerrar y blindar la economía interna, imprimir moneda para impulsar el consumo y vivir con lo nuestro.
Si no me constara que en la facultad de Ciencias Económicas enseñan Keynes recargado y “a la argentina” (nosotros somos pioneros en empeorar lo malo), dudaría que haya recibido alguna vez el título que ostenta.
Por el otro lado, Sergio Berni hace las veces de moderno “espadachín” de Cristina Fernández, en estas intrigas intestinas de palacio, declarando que “su Jefe político en el Frente de Todos es Cristina Kirchner”, pasando por alto el reto que sufrió el senador Mayans por parte de la propia Cristina quien lo trató de “machista” por haberla llamado Presidente. Berni, es “Jefa” a ver si lo entendés.
Alberto Fernández ha consolidado una parte importante de su proyecto no solamente al hacerse dueño de la “lapicera”, sino al haber obtenido que se aprobara en tiempo récord la ley que había enviado al Congreso para obtener súper-poderes.
Ahora tiene por delante un desafío mayor, crucial si se quiere, porque de ello depende que pueda mantenerse en el cargo: la negociación con los acreedores privados y si le va bien, el acuerdo final con el FMI.
Si obtiene éxitos que los mercados locales e internacionales respalden, su poder político se acrecentará enormemente.
Entonces tendrá espacio para cumplir la palabra comprometida con gobernadores y sindicalistas, producir un recambio con figuras más afines al peronismo que al kirchnerismo.
Si el escenario se presentara en esos términos podría avanzar sobre la provincia de Buenos Aires cuando el actual gobernador tenga que enfrentar la resistencia de intendentes y de la sociedad bonaerense que sentirán el impacto de una política económica errática, el avance exponencial del narcotráfico y un desmadre en la inseguridad que ascenderá a niveles impensados.
El argentino sufre una profunda disonancia cognitiva que lo lleva a confundir permanentemente “esperanza” con “expresión de deseos” y suele construir a través de un pensamiento mágico una realidad virtual y alternativa que siempre resulta inalcanzable, por obvias razones.
Y en ese proceso suele criticar lo que es regular y calificarlo de intolerable para cambiarlo por algo malo o peor sin hacer ninguna autocrítica.
No debería llamar la atención, después de todo es un pueblo campeón en no asumir nunca los errores como propios, porque su vida ha transitado invariablemente en una máxima que suele utilizar siempre: “La culpa es del otro”.
Eso explica por qué estamos dónde estamos, como eternos adolescentes.