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Despenalización del aborto

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EL DEBATE SIN FIN
EL DEBATE SIN FIN

 

 

Un tema complicado fue introducido al debate a través de dos casos especialmente contemplados en el Código Penal. El mismo, de 1921, emparchado con múltiples modificaciones, contempla dos excepciones en el que el aborto no está penalizado. Cuando corre peligro la vida de la madre o en el caso de violación de la mujer demente o idiota. Dejando de lado esta terminología desafortunada, una de las chicas violadas reunía ambas situaciones. Era discapacitada mental grave y la prolongación del embarazo ponía en peligro su vida. El otro caso se inscribía exclusivamente en una de las dos excepciones.

Sin embargo, los grupos fundamentalistas católicos libraron una batalla en donde apelaron a chicanas, presiones, amenazas a los médicos, culpabilización de los familiares de la víctima, propuestas de exhibición televisiva de hacerse cargo de la criatura, por personas que manifestaron benevolencia hacia las políticas neoliberales y simpatías hacia la dictadura criminal, dos actitudes contradictorias con la defensa del feto. En esa situación se encuentra el fundamentalista rector de la Universidad Católica de la Plata Ricardo de la Torre que fue Subsecretario de Asuntos Universitarios durante el año 1982.

 

El problema y su planteo

Los que plantean la despenalización del aborto sostienen que la vida comienza cuando el huevo empieza a tener características humanas que quedan vinculadas al desarrollo de la corteza cerebral. Hasta entonces la unión del óvulo con el espermatozoide es equivalente a lo que una semilla representa para el árbol. Y se aclara: nadie puede confundir una semilla con un árbol.

Para los que sostienen la penalización del aborto, alegan que hay vida desde el momento de la concepción y todo intento de eliminarlo equivale a un crimen.

Los primeros replican que la mujer es dueña de su cuerpo y los que se preocupan por el huevo omiten que el aborto clandestino es la tercera causa de muerte de las mujeres.

Agregan que la penalización del aborto crea una notable desigualdad: las mujeres de clase media y alta lo practican en condiciones de seguridad sanitaria mientras que las pobres mueren en interrupciones de embarazo practicados en las peores condiciones.

Contradictoriamente, los grupos fundamentalistas se niegan a la educación sexual estatal, a la distribución gratuita de preservativos, sostienen infundadamente que los mismos no evitan el Sida y proponen la abstinencia.

Los biólogos están divididos en cuanto al momento de inicio de la vida.

 

Descriminalizar el debate

Es imposible mantener un debate si las partes enfrentadas se imputan reciprocamnte la perpetración de crímenes. La palabra aborto ha quedado cargada de connotaciones cuya invocación paradojalmente abortan el debate.

Escriben las psicólogas Ana María Fernández y Débora Tajer:“Cabe destacar que en algunos países en los cuales el aborto es legal, libre y gratuito, además de facilitarse la seguridad clínica y el acceso de las mujeres de toda condición social o edad, existen palabras para denominar esa intervención clínica que producen otras significaciones y, por ende, tiene otras implicancias emocionales y morales. Así, por ejemplo, no es lo mismo hablar de “ regular la menstruación” que de “ matar una vida”. Las distintas modalidades de significación ponen de manifiesto como los modos de nominación de una sociedad instituya para dicha práctica están en íntima relación con el imaginario personal de mujeres y varones acerca de la misma. .....A su vez llamar “ regulación de la menstruación” (expresión usada en Cuba en los años noventa), a las prácticas de interrupción del embarazo realizadas ante del mes de gestación da cuenta de políticas en salud que propician que las intervenciones en cuestión se realicen con mayor seguridad clínica, al fomentar su implementación en las primeras semanas y por lo tanto con menor riesgo y en mejores condiciones sanitarias.”

 

El testimonio de Sandra Russo

“Dos días después de hacerme un aborto, fui a una reunión social en la que había una mujer que poco antes había perdido un embarazo de seis meses. Todos trataban de estar alegres y ocurrentes, pero al mismo tiempo de medirse, de guardar cierto recato. Y aunque esa mujer era muy fuerte y conversaba y sonreía, costaba mucho esfuerzo disipar la nube de angustia y sufrimiento que la envolvía. Me acerqué a ella en un momento, y a pesar que no nos conocíamos mucho, me habló de lo que le había pasado. Me dijo que tenía la sensación de que todo era irreal. Me dijo que su cuerpo estaba en esa fiesta, pero que su alma estaba en otra parte. No sé por qué me lo dijo a mí, pero la escuché. Yo del aborto no le dije nada ¿Qué iba a decirle? ¿Qué yo había decidido interrumpir un embarazo, justo a ella que no lo había decidido y lo había perdido? Era claro que esa mujer estaba sumergida en un duelo del que le costaría mucho salir.

Del duelo del aborto, en cambio no se habla. Como no se habla del aborto, no se habla del duelo del aborto. Déjenme decirles a los que creen que de este tema todavía tampoco se puede hablar, que una mujer si llega a la instancia del aborto, llega acorralada y descentrada. Y llega sola. El momento que va desde saber que se está embarazada al momento en una abre las piernas en un lugar sórdido y rodeada por desconocidos en un trance emocional de los más duros, difícil de describir, un trance por el que pasan tantas mujeres y sobre que sin embargo no hay una sola línea escrita. La soledad es completa.

En muchos casos, esa mujer viene de librar una batalla interna feroz. Porque una parte de ella está dispuesta al embarazo. Quizá no a la palabra embarazo, quizá ni siquiera a la idea, pero en el cuerpo de esa mujer, entre sus células y las de ese embrión, se está gestando también un vínculo. Hay tejidos que se comunican, y sangre que se mezcla, y millones de partículas biológicas enamorándose de ese nuevo ser, porque nuestro cuerpo está preparado para el amor, no para el rechazo.

No es necesario que un grupo de fanáticos nos diga que eso que late ahí está vivo. Ese es el desgarro, esa es la pesadilla. Eso es lo que muchas mujeres que abortan sienten y no pueden hablar con nadie. Eso que late ahí está vivo y es en potencia lo que cada una de esas mujeres alucinan en noches de insomnio. No es necesario el recordatorio de los pro- vida. Vaya nombre. Pro – vida es nuestro cuerpo, que ama más allá de nosotras.

Y a medida que esa mujer comprende que no puede ser madre, porque psíquicamente no puede, porque eso pasa, porque así es la cosa, porque nada en ella logra constituirse en un impulso que la haga vencer adversidades, porque esa mujer es débil o porque tiene mucho miedo, no es que elija abortar: comprende que no le queda otro remedio. No hay muchos posibles peores momentos en la vida de una mujer. Se paga. Por el aborto no solo se paga en consultorios clandestinos, también se paga un precio mucho más alto con el tiempo, gota a gota, en visiones, en inquietudes, en tristeza sin motivo aparente, en remordimiento.

Ninguna mujer aborta algo que al menos por un instante, en su conciencia, no haya sido un hijo. Y si llega a hacerlo, si se llega a tomar esa decisión tan dura, es porque sencillamente no se puede seguir, no se tiene resto, no se tiene coraje, no se tiene deseo.

Hay momentos en los que algunas cosas no podemos. Es así, ultramontanos: hay momentos en lo que algunas cosas no podemos. Así nos hace la condición humana.

Hablar del aborto es necesario para poder decir algunas de estas cosas.”

 

Una madre

Ana Rosa Gazzoli tiene el aspecto de las rígidas maestras preocupadas por la disciplina.Vive en Mendoza. Nació en Catriló, La Pampa.

A los 14 años vino con su madre a Villa Adelina. Trabajó desde esa edad. Como empleada doméstica, cama adentro, sin horarios ni derechos. Luego, en una argentina que se industrializaba con el peronismo, fue obrera textil.

Se casó a los 19 años con un cabo del ejército. Se fueron a vivir a Río Gallegos. Ahí nacieron sus primeros cuatros hijos. Como un ejemplo de los años de desintegración de los últimos treinta años, hoy tres de ellos viven en Europa.

A los 43 años quedó embarazada por quinta vez. Dudó por la edad y planificó un aborto. Sus convicciones religiosas le impidieron concretar su decisión. De ese quinto embarazo nació la chica discapacitada que hoy tiene 25 años con una edad mental de 4 o 5 años.

La que fue violada. La que tiene una enfermedad que los médicos pronostican con un límite cercano de sobrevivencia, y que el embarazo acrecentaba altamente el peligro de muerte. Como es pobre pidió autorización para abortar. Declaró contundente: “No voy a perder a mi hija, por lo que haga un grupo de fanáticos”.

Su hija mayor quedó embarazada a los quince años y la alentaron para que no abortara. Hoy ese chico es su nieto de 29 años.

 

La situación en el mundo

Si se observa el mapa puede advertirse que prácticamente la totalidad de los países europeos, EE.UU y Canadá tienen despenalizados el aborto en diferentes grados. En forma total en algunos países nórdicos, en forma restringida en otros países.

Está totalmente prohibido en varias de las naciones africanas, algunas asiáticas y en América Latina en países como Chile y El Salvador.

En resumen: los países de mayor nivel de desarrollo tienen despenalizado el aborto en diferentes grados. Varios de los más pobres lo tienen penalizado.

Según Angeles Cabría, enfermera con Maestría en Salud Pública en su trabajo “ El aborto en la esfera internacional actual” es totalmente legal en 54 países y totalmente ilegal en 38, mientras es parcialmente legal bajo determinadas circunstancias para salvar la vida de la mujer en 104 países, para preservar su salud física ( además de la vida de la mujer) en treinta y cinco países, para preservar la salud mental( además de las dos anteriores) en veinte países y por motivos socioeconómicos( además de las tres anteriores) en 15 países.

 

Murió Mónica Ojeda, por Lucila Castro

“Murió Mónica Ojeda. Murió Mónica Ojeda y nadie puso un aviso en el diario. ¿ A quién le importaba Mónica Ojeda? Mónica Ojeda que llegó al hospital con una infección de cuatro días y no pudieron parársela. Mónica Ojeda, que cometió la estupidez de hacerse un aborto con una carnicera que después desapareció del barrio. Mónica Ojeda, que antes de morir tuvo la grandeza de declarar que se lo había hecho por su cuenta, que nadie de su familia lo sabía, y consiguió así que soltaran al marido, al que habían tomado preso.

¿No sabías, Mónica, que el aborto es un crimen y un pecado mortal? ¿Qué los hijos son una bendición de Dios y si tenías cinco bien podías tener seis? ¿Qué por eso y para eso ustedes son proletarios? ¿No sabías, Mónica, que las señoras, si no quieren, no se embarazan? ¿Qué cualquier médico te puede explicar (ah, no, en el hospital, no: lo bueno hay que pagarlo) que existen procedimientos anticonceptivos muy seguros? ¿Y que si, por uno de esos accidentes de los que nadie está exento, una queda embarazada, se puede conseguir un aborto con el mejor médico y en el mejor sanatorio, con todas las garantías de la asepsia?

Es verdad, Mónica, eras muy ignorante. Y sin embargo habías tenido la ocurrencia, hace unos meses, de ir a la escuela. ¡A tu edad! ¿Qué pretendías? ¿Progresar en la vida? ¿Ascender de clase? ¿Capacitarte para educar mejor a tus hijos? Pero Dios castigó ese acto de soberbia: el trabajo escaseaba y tuviste que abandonar.

Es que tenías muchas pretensiones, Mónica. No conocías la virtud de la resignación. Como cuando te enojabas porque tu marido te celaba. ¿Que querías? ¿Acaso no habías tenido una hija con otro antes de juntarte con él? Si, ya se que él también había tenido otras señora. Pero no es lo mismo. Para eso los varones son varones.

¿Y esa idea que habías tenido últimamente de dejarlo? Si el no te daba plata para los chicos ¿ no sería porque eras demasiado gastadora? ¿O porque temía que su dinero fuera a parar a esa chica que no era suya y vivía con tu madre? Pero vos, Mónica, insistías en ahorrar una parte de lo que ganabas para comprar madera y hacerte una casilla. Con la miseria que ganabas, les estabas robando el pan a tus hijos, Mónica. Y encima querías separarlos de su padre y condenarlos a vivir en una casilla de madera, teniendo un padre albañil. Dios también te castigó por eso, Mónica.

No sé por qué estoy tratándote de vos, Mónica, yo que siempre te traté de usted. Porque nunca fuimos amigas. ¿Cómo íbamos a serlo? Vos eras joven y yo soy casi vieja. Vos tuviste que dejar la escuela y yo fui profesora en la Universidad. Vos venías a limpiar mi casa de Martínez y yo nunca hubiera visitado tu casilla de Maquinista Savio. Vos estabas tan linda con la ropa que ya no me servía y yo me sentía tan generosa cuando te lo daba. O cuando les mandaba a tus chicos libros y revistas que a mi me regalaban. O cuadernos y lápices que no iba usar porque (¿tampoco lo sabías?) ahora los apuntes se guardan en disquetes.

Mónica Ojeda, con nombre y apellido, mucho más que un número para una estadística, en verdad cometiste un crimen y un pecado mortal: naciste pobre”.

 

Otra madre

Vicenta tiene 51 años y es analfabeta. Vive con la menor discapacitada que se conoció como L.M.R en una vivienda sin terminar en Guernica. Trabaja haciendo limpieza en casas de familia y en un polideportivo. Dice Mariana Carbajal en su crónica en Página 12: “ Hay muchas cosas que le duelen a Vicenta en todo lo que se ha dicho en torno al caso de su hija menor. Pero hay una que la parte al medio, que la hace llorar irremediablemente. Y la deja sin palabras. Es la propuesta de dar en adopción a la criatura. La primera que se lo sugirió fue la Jueza de Menores Inés Siro: Se lo dijo primero a la nena y después a mí, dice entre lagrimones..........Tiene el pelo entrecano. Las arrugas de su rostro denotan una vida sufrida.

Vicenta y sus hijas se las han tenido que arreglar solitas desde hace 12 años, cuando el esposo las abandonó y formó otra familia. Por eso les resultó tan irritante que el Rector de la Universidad Católica de la Plata, Ricardo de la Torre presentara un escrito en la dirección del hospital – acompañada por una escribana- en el que advirtió a los médicos que si hacían el aborto sin el consentimiento del padre estarían cometiendo un delito por violar la patria potestad. El mismo argumento esgrimió el conjuez de la Corte Bonaerense Federico Domínguez en los medios y en su voto en contra de avalar la interrupción del embarazo de L.M.R. – El no tiene por qué dar ningún consentimiento porque nunca se hizo cargo de nosotras. No va a venir a hacerse cargo ahora dice su hija Verónica.......A Verónica y su mamá también le dio mucha bronca que el empresario de autopartes Javier Escalante dijo ante cuanto micrófono tuvo enfrente que también ofrecía brindarle ayuda económica a la familia para que la tuviera. Se apagaron los reflectores y Escalante se borró......Este empresario ni siquiera sabe que mi hermana es discapacitada y fue violada. Hay miles de chicos en la calle pidiendo una familia y se viene a meter con nosotros”.

 

Matar a Beethoven

Cuando se discutía el aborto en el Parlamento Francés, un legislador contrario a la despenalización del aborto planteó el siguiente interrogante: supongamos una pareja cuyo padre es alcohólico y sifilítico y la madre embarazada es tuberculosa y también sifilítica. Tienen dos hijos que no pueden mantener y la mujer está embarazada nuevamente. Los médicos advierten que el feto puede tener malformaciones. ¿Qué propondrían Uds a la madre, legisladores, que están a favor de la despenalización del aborto? La mirada del parlamentario pasea desafiante en el recinto. Se oye un murmullo que aumenta con los segundos. Luego se escucha una voz firme que sostiene: “Ayudaríamos a la madre a abortar”. El interrogador dibuja una sonrisa en su rostro y con aire triunfador grita: ¡Acaban Uds. de matar a Beethoven!

 

El aborto en Argentina

La Argentina tiene una población de alrededor de treinta y siete millones de habitantes. Nacen anualmente unos setecientos mil niños. Si se calculan estimativamente el número de abortos en 500.000, se observa que en términos gruesos hay cerca de un aborto por nacimiento. Cerrar los ojos ante un problema de semejante magnitud negándose a adoptar políticas de salud conducentes es alarmante.

La tasa de mortalidad materna se ubica en alrededor de 44 muertes por cada cien mil nacimientos. Según la Organización Mundial de la Salud, los que superan las cincuenta muertes por cada cien mil nacidos vivos, pasan a considerarse países con alta tasa de maternidad materna. Si se considera que hay un subregistro elevado, que según las provincias oscila entre el 38 al 100%, la Argentina debería incluirse entre los que padecen una alta tasa de mortalidad materna.

Si las mujeres tienen un riesgo de muerte directamente proporcional al estrato social al que pertenezcan, exactamente lo mismo sucede con los habitantes de las provincias. Mientras que en Buenos Aires, Córdoba y Río Negro, las muertes maternas cada 100.000 nacimientos son 12,14, y 19, en la Rioja, Jujuy, o Formosa son 169, 155 y 135 muertes por cada cien mil nacimientos vivos.

Como dice el penalista e integrante de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Eugenio Zaffaroni: “Tenemos millones de abortos en la Argentina y tenemos que tratar que bajen a cientos de miles o decenas de miles. Y no es el aborto de los países europeos, el de las chicas que no quieren uno o dos hijos. Es el aborto de la miseria, el practicado en las condiciones antihiegiénicas, que producen septicemias, que producen muertes. Hay partos inducidos en el baño, hay mujeres que tiran a sus hijos en un pozo ciego. Nosotros legislamos desde Buenos Aires y no tenemos en cuenta estas cosas que suceden en el interior del país. Nos estamos saliendo de la realidad”.

La información estadística, escriben las sociólogas Susana Checa, Cristina Erbaro y Elsa Schvartzman, indica que el legrado post-aborto es la segunda causa de hospitalización de mujeres en edad fértil del país. En cuanto a la edad de las pacientes internadas por complicaciones abortivas, el 15% de las mujeres internadas por esta causa tienen menos de 20 años, mientras que el 50% se ubica entre los 20 y 27 años.

Sobre la atención recibida, las mismas autoras revelan que las pacientes sufrieron largas esperas en la guardia o derivaciones que agravaron su estado así como tratos verbales humillantes: “ pero mamá ¡Que hiciste! o ¡mamá, por favor callate!”. La mayoría haber llegado sola o con alguna amiga o pariente mujer, pocas acompañadas por sus parejas.

Según Aníbal Faundes y José Barzelatto en su trabajo “El drama del aborto. En busca de un consenso”: “Mientras el riesgo de muerte a causa de un aborto legal es de alrededor de uno cada cien mil abortos en Estados Unidos, ese mismo riesgo se eleva a 100 y hasta 1000 por cada cien mil abortos cuando se trata de intervenciones ilegales realizadas en forma insegura en países en desarrollo”.

Obviamente es un tema complejo. Pero mucho más complejo es no afrontarlo. Y las consecuencias siempre son muertes. Se puede cerrar los ojos. Se puede abortar el debate. Se puede seguir refugiados en prejuicios. Se puede seguir evitando encontronazos con los cruzados religiosos. Todo esto producirá la sensación que no pasa lo que en este momento está pasando. Eso que reflejará con defectos y fríamente una estadística. Donde el dolor, la angustia, la soledad, la culpabilización de la mujer que aborta nunca quedará tabulado.

La sociedad se debe un debate. Abortar el debate del aborto es peor que un crimen, es un gigantesco error.

 

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